-¿No te gusta el café?
Escuche decir a mis espaldas. Me recuerdo dando un pequeño salto en mi lugar debido a la repentina interrupción, mientras que dejaba caer el libro en mis manos con brusquedad sobre la madera de la mesa. Deseé voltear la mirada hacia atrás con la única intención de mandar a la mierda a quien sea que fuese con el sonido de un «¿Acaso te importa?», sin embargo, el instante en el que la mirada curiosa de quién se posó frente a mí se cruzó fugazmente con la mía fué suficiente como para hacer que me comiese por completo mis palabras, no fuí capaz de hallar otro reaccionar; simplemente limitándome a regalarle una mirada cargada de desdén.
Falto de la voluntad que requería pedirle que me dejase solo, terminé por cuestionarle sin la menor pizca de interés el por qué de su repentina pregunta, siendo nosotros completos desconocidos. Tarde me percate de que aquello, tal vez, pudo malentenderse en una invitación que le dejase entrar dentro de la burbuja que me aislaba de todo, dado que no solo se sentó junto a mi en mi mesa, si no que también aprovechó para pedir algo antes de responder. Antes de darnos cuenta, ambos estábamos observando a través de aquel gran ventanal que daba a la calle y que se elevaba ante nuestras narices. Solo hubo silencio, hasta que le escuché cerrar el libro en sus manos de golpe para después dirigir su mirada hacia mi.
-Todos los días puedo verte aquí, estás sentado en este lugar incluso antes de que llegue y sigues aquí cuando tengo que marcharme. -El sonido de su voz, hizo que desviase una vez más toda mi atención hacia su persona, esta vez mirándole fijamente en el reflejo del cristal, mientras que buscaba en mi mente, una respuesta que pudiera darle a un extraño cualquiera. Tendría que haberme preocupado más el hecho de que hablase como si fuese algo común en su rutina de todos los días reparar en mi y en mi manera de matar las horas sentado en aquel lugar-. Me preguntaba si este sitio tenía algo diferente, pero ahora que me haz hecho venir me doy cuenta de que es exactamente igual a todos, deseaba preguntarte si podrías mostrarme lo que hacía de este sitio tan especial.
Se giró para mostrarme, con un gesto de su mentón, una de las mesas que se ubicaba a la esquina contraria a mi silla, justo detrás de un par de plantas que ocultaban discretamente la mesa, no me resultó difícil notar en dónde se sentaba, ya que dentro de aquel vacío establecimiento resaltaba llamativamente el desorden de libros en suelo al rededor de cierta mesa. Durante instantes, solo me dedique a pensar que clase de persona podría resultar ser el chico sentado junto a mi.
-Entonces, ¿Por qué? -Habló nuevamente, haciéndome olvidar muy rápido todo lo demás.
-¿Por qué te parece interesante?
-Se volvió difícil concentrarme desde que me fijé en tí. -Comentó, sin darle importancia -. Me has hecho perder mucho tiempo.
Con aquello, no pude evitar pensar, que tal abordamiento me hubiese irritado mucho proveniendo de cualquier otro individuo, tal vez, aquella tranquilidad se debía a que muy en el fondo, lograba hallar una amabilidad familiar en sus palabras, en las cuales lograba distinguir que mas que un reclamo, se trataba de una broma. Reí, aunque fué débilmente, me resultó extraña la forma en la que el sonido salía de mi boca, acompañado de la vibración en mis cuerdas vocales que tanto extrañaba. Sin duda fue una muy mala primera impresión, pero mi sonrisa tardo en desaparecer.
Me dejó un gusto absurdo.
-En realidad no hay nada que la distinga de cualquier otra mesa, el sitio es solitario, seguro y además hay calefacción.-Me excusé, tratando de no decirle algo erróneo a un desconocido.
Me incliné hacía adelante para tratar de dejar de solo mirarle a través del reflejo del cristal.
Hasta ese momento, ni siquiera me había molestado en reparar con detenimiento en como lucía su rostro, exceptuando por aquellos ojos azules que se volvían tan difíciles de ignorar, tan azules que cualquiera que los viese pensaría que los cielos y oceanos les tenían envidia, pero que al mismo tiempo parecían albergar una infinidad de colores atrapados, como si de un arcoiris en sus orbes se tratase.
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𝘴𝘸𝘦𝘦𝘵 𝘴𝘤𝘦𝘯𝘵
Teen FictionHarto de una vida llena de desprecio y malos tratos, Charly ha decidido acabar con su existencia tan pronto como el reloj indique la media noche. Entre todos los lugares posibles, optó por pasar sus últimas horas en una cafetería, el único lugar en...