-Eso no es lo que me dicen.- Dijo sin molestarse en ocultar su enorme ego.
-Eso será porque están ciegas o el exceso de tinte ha envenenado las pocas neuronas que les quedaban.- Contesté encogiéndome de hombros mientras disimuladamente me alejaba unos centímetros de él. Su proximidad provocaba que a mi celebro se le olvidase como respirar.
-¿Tú crees?- Dudó divertido.-Yo creo que no es ninguna de las dos cosas lo que provoca que las mujeres se pongan nerviosas con mi mera presencia.- El muy idiota se acercó más a mi ensanchando su perfecta sonrisa que ya me empezaba a cabrear. -Estas nerviosa.- eso sonaba más a una afirmación que una pregunta.
Salvó los pocos centímetros que nos separaban. Si bajaba la cabeza o si yo me estiraba un poco nuestros labios chocarían irremediablemente.
-Espacio vital.- Comenté apoyando una mano sobre su pecho intentando no quedarme embobada con sus ojos, que de cerca se veían aún más hermosos.
Con un movimiento rápido agarró mi mano y me empotró contra mi taquilla ante la mirada atónita de su amigo, mía, y la de todos los que estaban a nuestro alrededor.
-Deberías respetar a tus mayores, jovencita.- me regañó sin mostrar ningún tipo de preocupación ante nuestra peligrosa cercanía.
Ahora que lo pensaba él parecía mayor que yo, tal vez diecisiete o dieciocho, y aunque yo era la chica más alta de toda la clase de cuarto de la ESO, él me sacaba como mínimo media cabeza. Pareció que él se percató de mi razonamiento interno porque me regalo una sonrisa malvada y sus ojos brillaban de forma rara.
-Bienvenida, vecina de taquilla.- y con ese comentario fundió sus labios en un beso fugaz con los míos que no me dio tiempo a pensar.
Me quedé unos segundo de piedra sin saber que hacer a continuación ¿qué leches había pasado? Sin darme cuenta mi mano se había alzado.
La torta resonó en el pasillo como si en vez de golpearle la mejilla hubiera tirado una caja llena de copas de cristal.
Su cara se había vuelto por la fuerza del golpe y su mejilla empezaba a colorearse pudiéndose apreciar mi mano dibujada en ella.
Esperé escuchar gritos o insultos hasta me preparé mentalmente para recibir un golpe por su parte pero lo único que escuche fue su grave risa divertida mientras cerraba la taquilla con una mano y colocaba su mochila en su hombro con otra.
-Nos vemos luego mocosa.- se despidió con un gesto seguido por su amigo el rascacielos rubio.
La normalidad volvió a reinar en el pasillo en cuanto se perdió la vista de la ancha espalda del ojiazul dejándome confusa todavía con la espalda apoyada en mi taquilla y con una mano sobre mis labios con la misma pregunta rebotando en mi cráneo <<¿Que leches había pasado?>>Mi primer beso a la mierda.