Capítulo 3

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El sofá se sentía demasiado cómodo y el comedor demasiado lejos como para mover un solo músculo. Todo parecía estar en calma en mi casa.

Era hija única y mis padres poseían un trabajo que les ocupaba casi todo su tiempo pero aún así siempre conseguían enterarse de lo que hacía así que mi único entretenimiento esa tarde era mi música y un maratón de mi serie favorita al más puro estilo estadunidense: con un bol de palomitas en una mano y el helado en la otra.

El móvil no había de dejado de temblar encima de la mesa motivando un creciente odio en mi interior. No me molesté en mirar de quién era los mensajes: eran de Vera y Jana. Las dos se habían aliado en mi contra para taladrar mi celebro con preguntas estúpidas durante el resto de las clases y ahora yo me vengaba con mi silencio. Lo sé, soy malísima.

La noticia sobre el incidente con mi "enorme trasero" y el chico de ojos azules se había extendido por todos los pasillos como el fuego en un campo seco haciendo que todos se girasen al verme pasar y me regalasen sonrisas agradecidas o miradas asesinas.... todo depende de la persona con la que me encontrase. Y eso me resultaba raro: yo no era la heroína de una novela para adolescentes ni mucho menos.

Al día siguiente en el primer descanso me dirigí decidida a mi taquilla, utilizando las pocas oraciones que recordaba, para no ver al estudiante de ojos azules demasiado bonitos para una persona tan idiota.

Claro está Dios, el destino, o simplemente mi maldita suerte, no quiso lo mismo.

Esta vez se había aprendido la lección y ya estaba allí colocando los libros en su taquilla mientras hablaba con otro estudiante rubio y ojos castaños.

Me acerqué a ellos con la mirada fija en mi taquilla esperando que el rascacielos de su amigo me escondiera de su mirada burlona.

-Mira quien esta aquí.- Observó la voz que menos deseaba oír en esos momentos.

No me digné a contestarle concentrandome en buscar la llave de mi taquilla en mis extrechos jeans.

-No, no- Me regañó tapando la cerradura de mi taquilla con la mano agachandose para clavarme su mirada azulada mientras me regalaba una de esas sonrisas que empezaba a odiar de él. - Tendrás que esperar.-

Bufé exasperada mientras cruzaba los brazos como una madre a punto de echar una bronca a sus hijos. -No me fastidies chaval, tengo más cosas que hacer que esperar a que venga Santa Claus a ayudarte a dejar tus porquerías en la taquilla.-

Una carcajada se le escapó de los labios antes de seguir observandome como si fuera un bicho raro que acabase de descubrir.

-¿Que miras? Acaso tengo monos en la cara.- Pregunté cabreandome por momentos mientras agarraba su mano intentando apartarla de la taquilla.

-Si no fueras tan malhumorada serías más guapa.- Soltó mientras se reía de mí.

-No te precupes, a ti aunque te quiten todo lo idiota, seguirías siendo igual de horrroso.- Me burlé con una sonrisilla en mis labios. Acababa de soltar la mentira más grande de mi corta vida. ¿Qué? Podía él ser un tremendo idiota pero yo no estaba ciega. Lo único que oí por su parte fue una carcajada que mandó una corriente eléctrica por toda mi columna vertebral, no me había dado cuenta que estabamos a medio paso de distancia.



Te daria un Taquillazo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora