✏Una tarde de verano✏

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 (Ambos son adolescentes)

–Estas seguro de que esto es seguro?– Dirigió su mirada abajo mientras que el cambia formas solo seguía subiendo las escaleras.

–Desde luego que si, bueno, quiero pensar– Respondió con un poco de duda, lo cual obviamente puso más ansioso a Mariano.

Todo comenzó hace unas horas, la reunión familiar había empezado a ser aburrida para los muchachos, ya que sus padres se encontraban bebiendo vino, la prima imperfecta charlaba a gusto con la prima "chismosa", y la prima querida jugaba con el primo chiquito. Cansados, observaban como el resto de la familia disfrutaba de la fiesta, mientras que ellos solo existían, fue que entonces a Camilo se le ocurrió algo.

–Hey bro– Llamo 

–Qué paso?– Dijo desinteresado

–Ven, acompañame– Jalo un poco el brazo del otro.

Salieron de la casa después de que el Madrigal de avisara a su madre que iría con Mariano al puente, pero la verdad se dirigían a otra parte.

–Ehh...no se si nos permitirían venir acá – Miro la estructura abandonada que había frente a ellos.

–No te preocupes, he venido acá mil veces– Tomo de la mano a su amigo y se adentraron a dicha edificación. El lugar era de un aspecto, ¿como decirlo?, claro era un lugar abandonado pero parecía que se podía pasar un buen rato; caminaron adentrándose más mientras el de camisa blanca veía con asombro todo el lugar, era enorme. Al llegar hasta el fondo, logro divisar una escalera de madera, recargada en la pared, ya tenía una ligera idea de que pasará.

Avanzaron en dirección a las escaleras para subir a la parte de arriba. Camilo fue el primero en subir, seguido de Mariano a quien le temblaban un poco las piernas, normalmente él era un buen niño que obedecía, pero no sabía decir que no. Al estar finalmente arriba, había unas cuantas tablas que se dirigían a una parte de la casa con más escaleras.

–Ay, ¿y si mejor bajamos y si nos vamos al puente?– Preguntó con voz temblorosa al ver al contrario avanzar con gran tranquilidad a aquellos trozos de madera.

Camilo se dio la vuelta para ver a su acompañante con expresión de miedo, así que se acerco a este y lo tomó de ambas manos, el Guzmán se sonrojo levemente al sentir ese tacto en sus manos.

–¿Crees que yo sería capaz de lastimarte?– Cuestionó 

–No, nunca lo harías– Mencionó mientras apretaba un poco más el agarre del otro. 

–Entonces ven conmigo, Marianito– Dijo para tomar solo una mano del otro y guiarlo. Todo en ese momento se quedo callado, hasta parecía que el viento no quería interrumpir ese dulce momento; Mariano contemplaba al chico que tenía en frente, Camilo siempre fue alguien que lo ayudaba en todo, luego jugaba algunas bromas con él, pero era divertido estar junto al Madrigal, siempre buscaba el modo de animas a la gente, eso es lo que amaba de él, su entusiasmo. 

Cruzaron las tablas y subieron a la parte más alta de aquella casa, el cielo era de tonalidades moradas y las nubes tenían un tono rosado,la brisa era fresca, y la vista era hermosa. 

–Es hermoso– Contemplaba el gran escenario que había frente a sus ojos.

–Por acá se ve mejor– Caminó un poco a la izquierda siendo seguido por el otro hombre. Aprovecho que el Guzman estaba junto a él y tomo su mano, entrelazando sus dedos. 

–Sabes, yo hace tiempo hice una promesa conmigo mismo– 

–¿De que trataba?– 

–Que un día traería aquí a la persona de la que estoy enamorado– 





Dulce de Leche.•°  / MailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora