Un silencio de muerte reinaba en el monte Olimpo, el reino de los dioses.
Zeus y Poseidón se miraban mutuamente con odio, pero era Hades quien emanaba más ira de su ser. Acababan de obligarle a jurar que no tendría más hijos semidioses después de haber "matado" a sus jóvenes hijos, los hermanos di Angelo.
Los dioses estaban deprimidos y cabizbajos, la desastrosa Segunda Guerra Mundial acababa de terminar hacía relativamente poco. Hefesto y Atenea aún guardaban en su conciencia el hecho de que habían sido hijos y legados suyos los que habían creado las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, Ares miraba los cientos de campos de batalla abandonados, una vez su frenesí de batalla había terminado, la tragedia de lo ocurrido empezaba a pesarle.
Todos los dioses se lamentaban por las diversas pérdidas que tuvieron, pero claramente los más afectados eran los Tres Grandes.
—Inaceptable—gruñó Hades—. ¡No es posible que por culpa de lo que dijo ese estupido Oráculo...!
—¡Mi Oráculo no tiene nada de estupido!—lo interrumpió Apolo.
Hades lo miró sombríamente.
—Cuida tus palabras, sobrino—advirtió—. No vaya a ser que te arrastren al agujero más oscuro del Tártaro.
Zeus tronó su rayo maestro.
—¡No le hables a mi hijo así, Hades!—rugió Zeus—. Y menos después de que tus malvados hijos ocasionaran está guerra. Si mis descendientes no hubieran ganado...
—En la guerra no hay culpables, ganadores, buenos ni malos—repuso Hades—. Sólo víctimas.
Hestia permanecía callada, mirando con tristeza la hoguera central y sus llamas, cada vez más apagadas y sin vida.
—Sí qué hay culpables—dijo Atenea—. Por más que los dioses tomemos un bando u otro, la guerra la comenzaron los humanos, siempre la comienzan los humanos. Ellos traen toda esta muerte y destrucción al mundo.
Poseidón era reacio a darle la razón a la diosa de la sabiduría, pero a diferencia de esta, él era capaz de reconocer cuando otros tenían razón.
—Y eso sin contar la contaminación en los mares y el cielo. Mientras más maquinas crean, más desastres ocurren.
—Vaya, si Poseidón y Atenea están de acuerdo, la cosa es seria—dijo Afrodita por lo bajo.
Hefesto dejó de lado el autómata con el que estaba trabajando y suspiró con tristeza.
—Ellos crearon las armas que destruyeron pueblos enteros con una simple explosión. Cientos de personas desaparecieron en un destello... de saber que la cosa iba a acabar así... hubiera pedido a mis hijos que se hicieran relojeros.
Hermes jugueteó con su casco alado por un momento.
—¿Y qué? ¿Vamos a hecharle toda la culpa a la humanidad por esto?—dijo—. Todos sabemos que si el mundo fuese completamente habitado por dioses las guerras serían mucho peores y más frecuentes. Decenas de nuestros hijos murieron, sí, pero eso no significa que nosotros seamos inocentes.
Los demás dioses se volvieron para verlo con molestia, pero el dios mensajero simplemente los miró acusatoriamente.
—Cada vez que Ares pisa el campo de batalla, cientos de guerreros mueren en ambos bandos. No puedo contar la cantidad de aviones que Apolo derribó "accidentalmente" con el carro solar. Atenea y Hefesto impulsaron la carrera armamentística como nunca antes se había visto. Poseidón ha hundido barcos uno tras otro. Y ninguno va a fingir que no vio como ese francotirador finlandés contaba con la protección de Artemisa. Yo mismo me encargué de hacer llegar mensajes o de interceptar otros. La verdad es que si la guerra alcanzó los niveles que logró, fue gracias a nosotros.
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Leyendo: La Batalla de los Soles (Una nueva frontera)
FanfictionDurante una reunión del consejo olímpico, un extraño libro proveniente de un futuro alterno les mostrará la batalla en la séptima ronda del Ragnarok entre dioses y humanos, Apolo vs Lester Papadopoulos La historia original (Record of Ragnarok: una...