El señor del sol:

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Artemisa levantó el libro y miró a los demás en el salón.

—¿Quien sigue de leer?

Lester levantó la mano.

—Yo... podría ser el siguiente, ¿por favor?—pidió con inseguridad.

La diosa se encogió de hombros y le arrojó el libro. Lester trató de atraparlo al vuelo, fallando estrepitosamente, el texto de le resbaló de las manos, lo golpeó en la cara y hubiera caído al suelo de no ser porque Thalia lo atrapó.

—Toma—la cazadora le tendió el libro a Lester, quien lo tomó avergonzado.

—Sí... gracias...ejem—una vez los demás se dejaron de reír, Lester empezó a leer:—. El señor del sol.

Artemisa bufó.

—Lo que nos faltaba, otro capítulo más sobre Apolo.

El dios dorado sonrió alegremente.

—Hermanita, nunca son suficientes capítulos sobre mí.

La diosa de la luna rodó los ojos.

La arena de batalla había sido completamente reparada,...

—¿Arena reparada?—bufó Ares—. ¿Después de un juego de cartas?

—¿Qué parte de "juego con antiguos poderes egipcios" no entendiste?—repuso Atenea.

Ares se encogió de hombros.

—Yo solo escuché algo sobre un  homosexual egipcio, no estaba prestando mucha atención.

Hermes sonrió malicioso.

—El que hambre tiene en pan piensa, hermano.

Ares lo fulminó con la mirada.

—Cállate.

...el sol brillaba en alto y con fuerza, el público estaba expectante ante el siguiente encuentro, preparándose mentalmente para cualquier pelea que pudiera venir a continuación.

—Suena a que las batallas anteriores fueron impresionantes—dijo Ares.

Geir asintió con la cabeza.

—Definitivamente lo fueron...—dijo, aunque su mirada se desviaba hacia Percy con cierta tristeza.

El semidiós lo notó, pero no le dio mucha importancia por el momento.

Del otro lado del túnel de salida, Apolo se preparó para subir a su gran carro dorado tirado por corceles de fuego, el dios estaba emocionado por convertir en cenizas al pobre idiota que le intentara plantar cara.

—Je je, lo siento—se disculpó el dios solar—. Pero, amigo, te estás enfrentando al mismo señor del sol y la luz.

Lester se encogió de hombros.

—No puedo decir nada, ese carro se escucha increíble.

Apolo sonrió.

—Vaya que lo es.

"Apolo ganará" y nada podía cambiarlo, no lo decía él lo decía el destino.

—Tiene bastante razón—sonrió Apolo—. Todos aquí sabemos que el destino es ineludible.

Nadie le llevó la contraria, les gustase o no.

—Bájate de mi carro—ordenó una poderosa voz.

—¿Qué?—preguntó Apolo indignado.

Lester abrió mucho los ojos y casi se desmalla.

—¿Podrá ser...?

Leyendo: La Batalla de los Soles (Una nueva frontera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora