III

135 12 0
                                    


Con las emociones de la noche anterior y el alcohol mágico en las venas, Seamus fue el último en dormirse y el primero en despertarse, de modo que, cuando Dean abrió los ojos, se encontró una cara pecosa contemplándolo con arrobo.

"Buenos días, Dean. ¿Qué tal la resaca?"

"¿Qué rayos haces en mi cama, Seamus?"

Seamus sonrió de oreja a oreja con ojos pícaros y brillantes.

"Más bien pregúntate qué has hecho tú en mi cama. Sigues en ella. "

Dean abrió uno ojos como platos y lo miró con mortificación. La secuencia de lo ocurrido la noche anterior había pasado por su cerebro a toda velocidad.

"¡Ay, Merlín!" se tapó la cara.

Seamus le apartó la mano rápidamente.

"Mírame, tío. No eres tú al que le duele hasta los higadillos. Y dijiste que tenías poción contra la resaca de contrabando."

"La tengo."

"Pues vamos a tomarnos un trago y a desayunar. ¡Tengo tanta hambre que me comería al calamar gigante!"

Dean asintió y se incorporó para reajustarse la ropa que no había llegado a quitarse del todo anoche, mientras un desnudísimo Seamus se ponía de nuevo la ropa del día anterior. Al verlo, Dean giró la cabeza rápidamente, ruborizado, y abrió ligeramente la cortina.

"¿Dónde están los demás?"

"Hace un rato que han bajado. Anoche cerré tus cortinas para no llamar la atención, así que nos han dado a los dos por muertos."

Dean volvió a asentir sin mirarle.

Seamus suspiró con paciencia.

"Antes de abandonar nuestro nidito de cogorza, vamos a dejar una cosa clara: Como empieces a actuar raro conmigo, te juro, Dean, que empezaré a gastar mis ahorros en la tienda de los gemelos Weasley y vas a encontrarte trampas y jugarretas hasta en la sopa."

Dean le devolvió la mirada, por fin, y sonrió agradecido: Seamus seguía siendo Seamus.

"De acuerdo, pero ¿tú estás bien?"

"Claro que estoy bien, Dean. Estoy perfectamente," mintió.

Seamus quería besarle, pero todavía no tenía claro dónde estaban ahora: ¿Había sido una y no más? ¿O podría esperar una continuación?

Lo indagaría durante el desayuno.


En la mesa del desayuno, Dean notó que Neville los miraba raro, pero no quiso darle mucha importancia. Más le costaba devolver la mirada a Seamus, quien no dejaba de sonreírle con cada bocado de su tostada desde el otro lado de la mesa de Gryffindor. Desde luego, lo suyo no era disimular. Era curioso cómo algo tan simple como cruzar sus miradas le producía ahora una sensación cálida en el pecho. En cambio, recordar la noche anterior le producía un serio calentón bajo los pantalones, de modo que procuró apartar esos sucios pensamientos y concentrarse en analizar el lío mental y emocional que toda esta situación le producía. Dean tenía claro que quería a Seamus, pero no de qué forma. Si no tenía cuidado, si permitía que aquello afectase su amistad, Seamus era muy capaz de dejarle trampas explosivas hasta cuando fuera a cagar. Y ya había probado voluntariamente en sus días suficientes artilugios de los gemelos como para saber lo efectivos que eran.

Llevaba varios minutos absorto en sus pensamientos cuando una mano se posó en su hombro, sobresaltándolo.

"Se te están quedando frías las gachas."

"¡Qué susto me has dado! ¿Qué has hecho? ¿Aparecerte a mi lado?"

"¡Cuántas veces os tengo que decir que no se puede uno aparecer ni desaparecer dentro de Hogwarts!" lo corrigió Hermione por enésima vez, alzando la cabeza de sus libros de texto. Esta chica ni desayunando descansaba."Sólo anulan el encantamiento temporalmente para las lecciones de Aparición."

"¿En qué piensas, Dean?" preguntó Seamus, ignorándola.

"¿Quieres la verdad?"

"Siempre," respondió muy serio. "Aunque sea más fea que Dolores Umbridge."

Dean rio e hizo el gesto de que se agachara para susurrarle al oído:

"En tu culo pecoso."

Seamus sonrió de oreja a oreja.

"Respuesta correcta."



Desde aquel día permanecieron más inseparables que nunca, si eso era posible. A veces tentaban la suerte en el dormitorio, pero generalmente preferían esconderse por torres desiertas y aulas vacías. A Dean le volvía loco la forma en la que Seamus era capaz de sentarse sobre él en espacios reducidos. Su contacto íntimo era casi tan adictivo como la devoción con la que lo miraba cuando estaban a solas, el cariño con el que siempre lo trataba y la gratitud con la que seguía dejando que Dean arreglara sus desmadejes. A Dean le encantaba dejarse hacer, primero, y hacerse cargo, después.

Ahora que Dean podía analizar con perspectiva neutral sus sentimientos por Ginny, se dio cuenta de que una de las cosas que más le gustaban de la pelirroja era el estatus. Salir con la chica más deseada del cole le hizo sentir bien, le hizo sentir un triunfador. Pero eso no era una buena razón para salir con alguien, por muy buena que estuviese. Al menos de su etapa con Ginny había aprendido que no es posible ser feliz con una persona que pretende que funciones en contra de tu naturaleza. Era parte de su instinto dar y mimar, y a Seamus le encantaba recibir y ser mimado. Por eso se complementaban tan bien.

Seamus, por su parte, se alegraba de haber dado el paso y que hubiera funcionado. Llevaban ahora una relación indeterminada que sobrevivía en la sombra, y por eso Seamus todavía no se lo creía del todo. Pero las sensaciones latentes en su cuerpo cada vez más a menudo atestiguaban que a Dean pasión no le faltaba. Quizá llegara el día en que pudiera ser sólo suyo, abierta y públicamente. De momento, con lo que tenían se conformaba. Seamus era consciente de que se acercaban tiempos revueltos y tenebrosos, por lo que había que disfrutar la vida cada minuto. Y junto a Dean, cada segundo merecía la pena.

Sin embargo, antes de que terminara el curso, antes siquiera de que Dean hubiera descifrado si sus sentimientos eran comparables a los de Seamus, Albus Dumbledore fue asesinado, y el mundo mágico protector que había creado bajo su aura quedó hecho pedazos.

Dean no pudo regresar al siguiente curso.

Tuvo que darse a la fuga.


-FIN-



Notas finales:

Llevo queriendo escribir este fic desde que vi la última película de Las Reliquias de la Muerte, con esa escena final de camaradería entre Dean y Seamus junto a Aberforth. Nada más llegar del cine, encendí el ordenador y creé un documento Word con este mismo título. El problema es que la idea original daba para un novelón del tamaño de ¡Hufflepuff Existe!, y finalmente lo dejé estar durante años. Al final ha sido más fuerte que yo. Pero he logrado condensar su relación en la escena de una noche. Si alguien tiene curiosidad por saber cómo terminan, la historia de Dean y Seamus continúa en ¡Hufflepuff Resiste!, cuando se reencuentran en la Sala de los Menesteres justo antes de la Batalla de Hogwarts (capítulo 3: Seamus). Aunque forma parte de una saga, es un capítulo que se puede leer de modo independiente porque simplemente narra la batalla de principio a fin desde el punto de vista de Seamus. Si os ha gustado esta historia, espero que os guste también. : )

PecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora