18. Domingo. Final.

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En la mañana cargué a Soobin de la cama hasta la tina de baño, el clima estaba muy frío, de ese frío que te cala hasta los huesos.

El agua caliente de la tina nos ayudó a entrar en calor, así mismo los besos de Soobin y sus toques.

Una vez que comenzábamos no podíamos parar, éramos como imanes y había mucha química entre nosotros.

Follarlo era una de las cosas de las que nunca me iba a cansar, lo mejor de todo era ese sentimiento de relajación y paz que tenía al dormir abrazados después de un buen orgasmo.

De nuevo en la cama volvimos a abrazarnos y besarnos, mis manos se movieron hasta su espalda baja, acariciándolo en el proceso.

Sus pies se enredaron en mis caderas y lo penetre con fuerza, extasiado.

Su espalda se encorvaba y sus uñas se enterraban en mis brazos y espalda, mientras suplicaba que lo hiciera más rápido.

Tenía mucho aguante.

La alarma sonó a las tres de la tarde, casi quería llorar cuando tuvimos que abandonar el lugar; con pocas ganas salimos de esa pequeña y hogareña cabaña y regresamos a la ciudad.

—Volvamos ahí si lo nuestro es duradero —dijo Soobin sin dejar de mirar hacia atrás.

Sonreí por ello.

—¿Qué te parece en diez años más? —le dije sin despegar la vista de la carretera.

—Mejor veinte —sonrió.

—¿Y porque no en diez, luego en veinte y luego en treinta?, así hasta hacernos viejitos.

El asintió.

𝑆𝑜́𝑙𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎 "𝑌𝑒𝑜𝑛𝑏𝑖𝑛"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora