Capítulo 13: Chris

96 18 3
                                    

Después de un mes de espera hoy llega Fer —también su novia, pero eso es un dato irrelevante o, por lo menos, que a mi no me importa en absoluto—. Mamá está corriendo de acá para allá, limpiando cada rincón de la casa, como si a mi hermano eso llegara a importarle. Yo estoy como apoyo emocional porque papá estaba trabajando y se nos va a unir recién en el almuerzo.

—¿Qué hora es? 

—La una y pasadita.

—Ay, no llego, no llego... —se lamentaba mi mamá.

—¿Con qué no llegás? Ya está todo más que listo.

—Pero la comida, hijito...

—Bueno, vamos que te ayudo —sentencio dejando mis papeles de la facultad y mi posición de cebador de mate—. ¿Qué puedo hacer?

—Sabés pelar papas, ¿no?

—Mamá, viví en esta casa por diecisiete años, cómo no voy a saber pelar papas.

—Cierto, cierto. Vení.

Sigo a mi dedicada madre a la cocina. Me entrega una bolsa llena de papas y zanahorias. Puedo predecir que vamos a almorzar pollo al horno con ensalada rusa: el plato preferido de Christofer. Mientras yo pelo las verduras, mamá embadurna la carne con su salsa/adobo especial. De fondo suena bachata: "Literal" el último álbum de Juan Luis Guerra, que salió hace dos años. Mamá mueve las caderas al ritmo de la música y tararea la letra de las canciones. 

En menos de media hora la comida ya está en marcha: las verduras ya se cocinaron y ahora se están enfriando, y el pollo ya lleva quince minutos en el horno. 

—¿A qué hora llegaba Fer?

—A las dos y pico.

—¡Ay, mamá! ¿Cómo que no llegabas? Te sobra el tiempo.

—Vas a ver que tu hermano va a llegar antes.

—Pero si el pibe es un impuntual.

—Estar en pareja te cambia, hijo mío.

—Si vos decís... —no estaba seguro de creer en lo que decía. Aunque mucho no podía decir porque, en mis dulces dieciocho años de vida, nunca tuve una novia: un par de besos por acá, otros por allá, pero nada serio. Nunca conocí a una chica que realmente valiera la pena para tener algo serio, sin embargo ahora... tal vez podría llegar a considerar una relación oficial.

Mis pensamientos no continuaron mucho más porque fueron interrumpidos por el sonido del timbre. Miro a mamá, que irradia una dulce mirada de "te lo dije", pero no puede ser, recién son la una y treinta y dos. Nos dirigimos a la puerta y, al abrirla, vemos a los dos visitantes más que sonrientes.

—Te lo dije —esta vez dice en voz alta mamá y se arroja hacia mi hermano. —¡Ay, mi Christopher! ¡Cuánto te extrañé, mi chiquito!

Le dirijo una pequeña sonrisa a Alejandra, que mira la situación feliz, pero evidentemente incómoda. La observo un momento: es bajita, de piel morena —como si acabara de pasar un mes en la playa—, ojos oscuros, sonrisa brillante y cabello casi rubio. Hace linda pareja con Fer. Después de un corto tiempo hago un pequeño gesto con la cabeza, invitándola a pasar. Avanzamos por el pasillo de baldosas que separa el garaje del patio delantero sin decir palabra. Cuando entramos le indico el sofá de tres cuerpos para que se siente y yo me coloco en un sillón.

—Soy Christian.

—Sí, me di cuenta —dice dejando ver su perfecta dentadura, —se parecen mucho.

—Nos lo dicen... decían seguido. Aunque nos llevamos casi cuatro años, tenemos un físico muy parecido —los dos somos altos, de ojos grises, hombros anchos y cabello oscuro—. También nos parecemos en el nombre.

Por una NotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora