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A cupido nadie lo quiere, ya sea porque nunca le entregó al amor de su vida, o por flechar a alguien equivocado

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A cupido nadie lo quiere, ya sea porque nunca le entregó al amor de su vida, o por flechar a alguien equivocado. La cuestión era que siempre, haga lo que haga, a cupido nadie lo quiere. Y es que cómo le iban a entregar algo tan poderoso como el amor a un bebé en pañales que solo sabe ser lindo. Ni siquiera eso, porque para algunos era demasiado femenino y para otros tenía cara rara. Sino estaban el otro bando, esos los «Yo nunca me voy a enamorar» «El amor es una mierda» Si yo fuera cupido, simplemente iría y les metería la flechita poronga est a la fuerza para que se callen un ratito, pero no es posible, además esta no es mi historia, sino la de un bonito adolescente que se considera el ángel del amor en aquel instituto.

Kim Doyoung, era un chico cursando su último año siendo el promediado adolescente malditamente feliz de toda la vida. Cada que entraba al curso, lo hacía con una gran y bonita sonrisa, puede que hasta los días de tormenta se lo viera radiante, o cuando cosas malas le pasaban como, por ejemplo; desaprobar historia, siempre sonreía. Sus amigos más cercanos le preguntaban constantemente a qué se debía aquel humor alegre, y él únicamente era capaz de encogerse de hombros y explicar que la sonrisa se le formaba de la nada y cuando sonreía no podía no estar feliz.

Extrañas cosas que solo podían ocurrirle al mismísimo Kim Doyoung.

Sin embargo, no era conocido solo por eso, también existía la mística historia de que, si le contabas a Kim de tu enamorado, mágicamente se unían. Doyoung no creía en aquellas cursileadas, pero si al final del día se formaba una bonita pareja y era a causa suya, entonces le parecía bien. El cupido de la generación, más nadie podía entender por qué después de tantos largos años el chico peli rojo seguía estando soltero.

Literalmente todo el curso alguna vez había noviado, hasta el tímido del fondo que se la pasaba viendo esos videos de gente bailando en premiaciones había tenido una cantidad innumerable de relaciones a larga distancia ¿Entonces por qué Doyoung no? Era, posiblemente, el chico más dulce del instituto y no existían quien lo odiara.

—¿No quieres que te presente a alguien, Dobby? —su mejor amigo, Watanabe Haruto, siempre andaba insistiéndole para encontrar a su pareja ideal. Cada tanto aparecía en la hora del almuerzo con un nuevo chico o chica, solo con la intención de que pegaran onda y se terminara formando la pareja que todo el mundo esperaba; no por la chica o chico, sino por Doyoung, él era el alma de la fiesta...

—Ruto, ya te dije que cuando llegue alguien lo amaré con todo mi corazón, pero no trates de imponerme una relación, estoy bien solo hasta el momento.

Algunas veces despertaba en plena madrugada porque escuchaba las notificaciones llegar una tras otra. Y la razón siempre resultaba ser que Haruto lo metía a grupos de twitter donde hablaban sin parar, con la excusa de conocer gente cuando ambos sabían que esperaba que Doyoung se enganchara con alguien y comenzar su primera relación a distancia.

—No lo entiendo, literalmente puedes estar solo aquí estudiando y alguien viene y te cuenta que está enamorado para que el día siguiente llegue de la mano ¡Con justamente la persona que le gusta! ¿Por qué sigues soltero? Siguiendo la lógica, si piensas en la persona que amas, ella vendría a ti ¿No? —siguió preguntando el japonés, aun cuando el mayor ya se estaba encargando de ignorarlo —¿O será que no te gusta nadie? Pero eso es imposible ¿Ni siquiera un Idol? ¡¿Te imaginas que venga un idol a la salida a declararte su amor?! Seríamos mega ricos...

—Yo sería rico, tú no.

—Ya, pero el mejor amigo del protagonista siempre sale beneficiado porque aparece un tercero que quiere meterse entre los protagonistas y luego acaba enamorándose del mejor amigo ¿Que nunca viste Cenicienta y los cuatro caballeros? Está en Netflix.

—Sí, sí, lo vi —en realidad no la había visto, pero le gustaba seguirle la corriente a su amigo.

Al poco tiempo los que quedaban del curso terminaron de entrar junto con el profesor. La clase daba inicio y sus compañeros guardaban silencio, todo iba muy tranquilo hasta que la puerta fue abierta con brusquedad y el chillido que hizo la tiza al desplazarse por el pizarrón molestó los oídos de muchos allí.

Doyoung no necesitaba levantar la vista para saber de quién se trataba, pues era normal que aquel muchacho alto de cabellera negra llegara tarde a todas partes donde se lo invitaba o debía de asistir. Siempre agitado, con la mochila colgada de un hombro a punto de caer, su ropa desarreglada y la sonrisa tímida que debía de regalarle al profesor cada que entraba tarde.

—Lo siento, me quedé dormido... —se disculpó realmente apenado. Ya iban nueve veces en el mes y tres con el mismo profesor.

—¿Se quedó dormido otra vez? Mire usted... ¿Y esta vez por qué fue? —el hombre delgado que siempre andaba encorvado esperó una respuesta por parte de su alumno menos preferido —¿Su despertador no funcionó? ¿Se le acabó la batería del celular? ¿Su madre no lo despertó? ¿Se quedó cuidando a sus hermanitos hasta tarde? ¿O estuvo trabajando hasta altas horas de la noche? Dígame, soy todo oídos.

—Lo siento, sé que suena extraño, pero nunca le mentí... Al menos la mayoría de las veces... Prometo que no va a volver a suceder.

Pero el profesor no era de dar segundas oportunidades muy seguido, y con esta era la cuarta... Al menos en el mes.

—Claro que no volverá a pasar, salga de mi clase y la próxima vez que llegue tarde lo repruebo.

Fue en ese momento que la clase ignoró lo que hacía para observar al callado pelinegro que palideció al escuchar la amenaza, Doyoung también estaba incluido. Jamás lo habían llegado a echar de alguna clase, siempre amenaza tras amenaza, pero jamás un hecho. No era como para decir que de verdad se sentía un poco miserable, pero así era realmente. Y sin más por lo que pelear, saludó a sus compañeros con un «Que tengan una linda mañana» y abandonó el aula.

Exagerado, pensó Doyoung mientras lo veía desaparecer por la puerta. No se verían en esa clase, pero en unas dos horas sí lo harían en la otra materia. Pero Bang Yedam era conocido por ser bastante dramático en algunos aspectos, y cómo no serlo si formaba parte del taller de teatro. A Doyoung siempre le gustó verlos ensayar luego de que el taller de música acabara. Yedam era un gran actor; quizá, en secreto, su preferido.

—¿Doyoung? —la mano de su mejor amigo pasó de arriba abajo delante de su rostro. —¿Ah?

—Nada, te quedaste mirando por donde se fue Bang por unos... ¿Dos minutos?... ¿En qué pensabas?

—En que la próxima clase es de historia y ya se me fueron las ganas de vivir —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Claro, se nota y todo. 

 

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A cupido nadie lo quiere |  °Dodam°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora