°2°

146 20 3
                                    

Bang Yedam era un chico no tan popular, pero sí con un gran grupo de amigos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bang Yedam era un chico no tan popular, pero sí con un gran grupo de amigos. Incluso su fama solo se debía a dos razones; su magnífica actuación, y sus llegadas tarde. Al pelinegro no le molestaba que lo tuvieran como el impuntual, pero odiaba cuando utilizaban aquel defecto suyo para avergonzarlo frente a una multitud, como para no tener que mencionar a sus profesores.

Bang Yedam acostumbraba a llevar bandanas en la frente o atadas a sus muñecas. Siempre con abrigos que le quedaban extremadamente grandes y cubrían sus manitas, mejor dicho, manotas porque eran considerablemente grandes. A veces le gustaba maquillarse porque despertaba demacrado, pero preferiblemente no le gustaba, decía que la base le sacaba más granos y la sombra le entraba al ojo ¡Era un desastre! Igualmente, cuando se veía al espejo después de tanto sufrimiento no podía negar que se veía extremadamente guapo. O hasta que refregarse el ojo le pareciera la mejor acción que podría tomar en el día.

—¿Otra vez volviste a llegar tarde? ¡Nunca aprendes! ¿Qué estuviste haciendo ahora?

—Me quede jugando videojuegos hasta tarde ¡Pero tú no entiendes, Asahi! Estaba pasando de nivel a nivel y es de mala suerte que dejes el juego después de una racha de victorias... No podía apagar... Además, era online.

Asahi y Yedam no eran amigos de toda la vida, podían ir al mismo año, pero no al mismo salón. Se conocieron ya que ambos asistían al taller de teatro y bueno, el tiempo fue pasando y su relación se benefició de ello. Terminaron compartiendo risas y momento hasta que simplemente, un día de esos, terminaron almorzando juntos y riéndose de lo mal que le quedaba aquella falda a una de las de primer año.

—¿Te empezaste a hablar con Junkyu? Literalmente cuando jugamos al Free Fire me dice lo mismo... Ah, malditos frikis... ¿Dios, por qué me traes amigos tan raros? —suspiró mirando el techo del salón de eventos.

Las clases habían terminado hace tiempo, Yedam llegó a todas ellas en hora y recibió unas cuantas felicitaciones de parte del algunos. Era cuestión de tomárselo de broma de vez en cuando, Yedam lo entendía.

Ahora esperaban que los que quedaban de sus compañeros del taller aparecieran para practicar la siguiente Obra a presentar en el festival de primavera, y un poco de la que venía en el festival del otoño... Y de paso tirar ideas para el de invierno ¿Por qué tantos eventos? Al menos a Yedam le agradaba mantenerse ocupado y estresado, podía sacar de allí excusas para cuando volviera a llegar tarde. Nunca aprendía.

Al momento, las grandes puertas se abrieron llamando la atención de los pocos presentes. Siempre queriendo sobresalir, Yoon Jaehyuk entró con la sonrisa más radiante que ayer pero menos que mañana. Jaehyuk era un chico extremadamente egocéntrico consigo mismo, pero de aquellos que no podías odiar porque eran de las personas más sociables con las que te podrías cruzar en la vida. No le afectaba tus comentarios porque siempre llevaba uno para devolver bajo el brazo, o en otro caso hacerle saber a todos que le caías mal para que también les cayera mal a ellos. Simplemente Yoon Jaehyuk siendo el chico que no podías odiar por más que te dejara las suficientes razones servidas en bandeja de plata.

—Qué hubo manga de inútiles ¿Me extrañaron? Porque yo sí me extrañé a full en todo el día.

—Ve y barre el escenario, Jaehyuk—ordenó la profesora desde uno de los asientos del salón. Jaehyuk rodó los ojos y sin chistar caminó hasta la escoba a la vez que saludaba a todos los demás con la mano.

—Hoy es el día, Yedam —susurró Asahi, observando como el recién llegado barría el polvo del escenario.

—¿De qué hablas?

—Le diré que me gusta.

—¡¿Le dirás que te gusta a Jaehyuk?! —exclamó sin notarlo en voz alta. Asahi abrió sus ojos más de lo normal y recorrió con la mirada toda el aula esperando que nadie hubiera oído a su estúpido amigo. Gracias a Dios que estaban sentados muy lejos del escenario y Yedam no había gritado.

—Pero cierra el pico, pedazo de imbécil, y no, no le diré a Jaehyuk que me gusta... Se lo diré a Kim Doyoung.

—Yah ¿Tú también crees en esa historia de que es cupido? Solo es un chico normal, todo lo demás es pura casualidad...

—Eso lo dices porque siempre estuviste enamorado de él y nunca en tu vida vas a ser capaz de declararte. Piensa en esto, si le dices que te gusta desde que iban a Jardín probablemente terminen juntos... Además, no quiero ilusionarte, pero... Siempre ve nuestras obras y a veces llega al último ensayo de algunas clases ¿No te pone nervioso que esté aquí por ti?

Yedam siempre fue muy vergonzoso, y que su amigo le sacara en cara su fracaso en el amor lo ponía demasiado colorado. No le gustaba cuando sus mejillas tomaban un torno carmín, era difícil no poder ocultar lo que sentía porque su rostro rojo lo delataba.

—¿Cómo crees que Doyoung viene por mí? Vamos al mismo salón por siglos y jamás me ha visto de otra forma que no fuera como su amigo.

—Pero al menos hablan... Te tiene presente, muchas veces los vi compartiendo lugares, Yedam ¿Por qué dices que gustarle no es una posibilidad?

—Ni siquiera soy su amigo, Sahi... Doyoung jamás se podría fijar en mí, pero estoy bien con eso.

—¿Estás bien con que tu crush de toda tu vida te ignore para siempre? —Asahi podía ver el punto de Yedam, porque él tampoco se sentiría capaz de ir y declararse a Jaehyuk como correspondía, prefería dejar todo a la suerte; o, mejor dicho, en manos del famosísimo Cupido del instituto. Pero al menos lo intentaba, Yedam ni siquiera se quería dar una oportunidad —¿No pensaste en declararte de forma anónima? Lo vi en Love Simon, puedes mandarle algún correo por anónimo e ir conquistando su corazón ¡Imagínate que se enamore del chico de los mensajes que resultes ser tú, el chico que le gustaba de su curso!

—Pides mucho, Asahi.

A Yedam desde que conoció a Kim Doyoung, su corazón nunca dejó de latir por él, por cada sonrisa y muestra de felicidad que le entregaba a la vida cada vez que lo veía. A veces no lograba entender por qué algunas personas le fastidiaban que Doyoung fuera un míster sonrisas, porque para Yedam, ese míster sonrisas era una de las causas por las que siempre trataba de llegar a tiempo a las clases. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A cupido nadie lo quiere |  °Dodam°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora