Día 4: Atardecer

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Baja de su coche con la luz dorada bañando su figura y deslumbrando sus ojos. Al cerrar la puerta nota cómo ha cambiado el lugar y hasta la ciudad parece más agradable. Puede que al final sus enemigos hayan tenido razón, Jack Conway era el culpable de las desgracias que sufría Los Santos.

La iglesia está completamente renovada y las lápidas se mantienen bien cuidadas. Camina al paso que la edad le permite, suave y sin prisa, va primero a las tumbas de sus hijos. Sus ojos se convierten en acuarelas al leer sus lápidas: Danielle y Matías Conway.  Muy brillantes y pequeños para morir.

Acaricia el mármol de ambas mientras hace una promesa al aire, volverá cada día y estará más tiempo con sus niños, bueno, quiere pensar que le queda suficiente tiempo para tratar de recomponer las cosas.

Se despide de sus hijos  y se encamina al descanso de sus dos compañeros policías. Ivanov y Gonetti, a quienes vio desangrarse y morir sin poder hacer nada. Detiene su andar a medio camino y mira el sol que se esconde en la lejanía, las nubes naranjas y rosas rodean a la estrella dando un toque muy pintoresco al cielo de la ciudad.

Retoma el camino con matices de odio y enojo en su corazón. Los atardeceres no son buenos para él, cada muerte que recuerda es iluminada con ese sol naranja. Solo ve dolor en el crepúsculo y hoy no es diferente, o puede que sí.

—¿C-conway?—

Alza la mirada y se encuentra con el que hacía su vida diferente. Viktor Volkov lo mira asustado, con arrugas un poco más notorias en su frente y al lado de sus ojos, su cabello esta vez largo y plata con mechones blancos.

No dice nada, solo corre hacia él y lo abraza con toda la fuerza que tiene. Es recibido de igual forma, acarician sus espaldas mientras susurran palabras de añoranza. Al alejarse, Jack no aguanta las ganas de acunar el rostro pálido con sus manos y secarle cada lágrima que brota de los hermosos ojos azules.

En medio de hipidos, Volkov disfruta del toque y trata de respirar correctamente. –Creí que murió en la explosión. Desperté solo y nadie me decía dónde estaba usted, pensaba que me había dejado— llora con más tristeza al pensar eso.

—Estoy aquí Volkov, estoy aquí— lleva su mano a su nuca y enreda sus dedos en los mechones de cabello –No estás solo, nunca lo estarás. No quiero que llores— da un beso en su frente y lo abraza de nuevo —Nunca te dejaría, tuve que irme por tu seguridad y la mía, lamento mucho que pensaras eso, pero siempre rogué porque estuvieras bien y me dolía mucho estar lejos de ti—

Después de unos cuantos minutos, ambos se separan y toman sus manos, la sorpresa de ambos es mutua al notar que sus las argollas en sus dedos chocan, esas que nunca se quitaron y les confirma que a pesar de la distancia y el dolor que sintieron, el amor jamás se fue y al pasar los años no olvidaron.

Jack mira que el sol ya no está. Ahora el cielo está más oscuro y las estrellas aparecen encima de ellos. Entonces ya no puede odiar tanto el atardecer, pudo quitarle todo en el pasado, pero ahora le devolvió la esperanza, felicidad y razón que necesitaba para vivir.

Volkway Week ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora