Entre árboles frondosos y aullidos de hombres lobo, los Caballeros Vesser se internaban cada vez más en el oscuro bosque de Vein. Mientras Dristan Einherjer dirigía el camino con una antorcha, los gélidos aires perforaban los pulmones de sus caballeros y su esposa, Osiria Einherjer, que iba justo a su lado.
—¿Cuánto falta para llegar al pueblo más cercano? —preguntó sin mirar atrás.
—La residencia más cercana está a, aproximadamente, tres kilómetros, señor —respondió un caballero de cabello castaño claro, llamado Horacio Oliver, que llevaba un mapa en su mano qué alumbraba torpemente con una pequeña piedra de luz mágica.
—No es… tanto —susurró Osiria mientras sus dientes tintineaban por el frío que solo ella no lograba soportar.
–Mi señora, ni siquiera un perro asustado temblaría tanto como usted —se burló el mago, Oleg.
—Cuida tus palabras si quieres conservar tu lengua, mago —amenazó Dristan un segundo después.
Dristan miró a su esposa de reojo. A pesar de que llevaba dos grandes voluminoso abrigos negros y guantes de piel del hombre lobo qué había cazado recientemente, su esposa provenía de las cálidas tierras del sur. Un clima como el que enfrentaban era completamente desconocido para ella, pero conociéndola, jamás expresaría una sola queja a pesar de su incomodidad. Suspiró desganado, cepillando con sus dedos su cabello castaño oscuro que rozaba sus ojos oscuros azules y se dirigió a sus hombres.
—Descansaremos un momento aquí. Preparen algo de comida y den de beber a los caballos —les ordenó con voz firme y sin emoción, mientras esperaba pacientemente el reclamo de su esposa.
—¿Aquí? —espetó—. ¿Bromeas? Hay demasiados monstruos alrededor. Tan solo escucha los aullidos de las bestias. Si bajamos la guardia nos atacarán…
Antes de poder seguir enumerando las razones por las cuales no deberían descansar en ese lugar, Dristan Einherjer, le entregó una daga, ya que su espada se había perdido cuando fueron emboscados anteriormente.
—Sólo serán un par de horas, tal vez menos. Si seguimos avanzando con los estómagos vacíos, alguien se desmayará. Aún así, quédate cerca y mantén cerca a un caballero. ¿Entendido? —insistió.
Osiria se limitó a asentir con la cabeza y guardó la navaja en su cinturón. Dristan miró a su esposa que caminaba en dirección opuesta. Su cabello era tan negro como los abrigos de piel que la cobijaban. A pesar de estar rodeada de hombres mucho más grandes y robustos qué ella, no la perdía de vista. Solo ella llevaba una cantidad tan exorbitante de abrigos y se tambaleaba de un lado a otro al caminar. Cuando la miró, su cabello negro onix y sus ojos marrones le recordaban a la cría de oso.
—Falk, no le apartes la vista de encima. Si sucede algo, llévala a un lugar seguro —le ordenó a un gran caballero robusto con barba que estaba dándole de comer a los caballos.
El robusto caballero de cabello castaño cobrizo asintió y continuó con su tarea. Cada par de minutos seguía los pasos de la esposa de su líder.
Falk Nirla vio que Osiria se acercó a la familiar cabellera gris de Oleg Berquist, que estaba haciendo un inventario de las provisiones y pociones mágicas que les quedaban para el resto de su viaje. La miró con sus ojos color plata y bufó.
—Bienvenida, señora —le dio la bienvenida con una reverencia exagerada.
—¿Tenemos suficiente para soportar unos días más? —preguntó ignorando su actitud pomposa.
—¿Bromeas? Moriremos de hambre si no llegamos a una posada, a más tardar pasado mañana —habló con voz chillona— ¿Cómo pudimos dejar que ese duende le prendiera fuego al carruaje donde iban los suministros? —se exaltó y Osiria lo miró con desdén.
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Cyan: Los Caballeros Vesser
FantasyUna insistente mujer logra subir al barco del comandante de los Caballeros Vesser para buscar a su amante perdido pero nadie se esperaba que su destino fuera tan profundo como el océano que los rodeaba.