Desde un principio, al iniciar mi camino de Fe en el grupo de jóvenes en la iglesia católica de mi comunidad, siempre le juré a mi mamá que nunca usaría mi tiempo de iglesia más que para Dios.
__Te lo juro, mamá, yo voy a la iglesia pero nada más a orar, a rezar el rosario y a comulgar el Cuerpo de Cristo en las misas. Nada más, te lo juro, mamá. El día que te enteres de algo malo de mí, tienes todo el derecho de castigarme como se te dé la gana. Por mi parte solo me dedicaré a las cosas de Dios mientras voy a la iglesia. Si voy a estudiar, voy a lo que voy: a estudiar y nada más. Así que confía en mí__.
Esas fueron mis palabras cuando les pedí permiso a mis padres para asistir a los encuentros y reuniones del grupo de jóvenes en mi iglesia. En realidad yo andaba tan entusiasmado por asistir a dicho grupo pues como yo me sentía muy católico, todo lo que se relacionaba con Dios me llenaba de mucha emoción y alegría. Es más, años antes había tomado la decisión de hacerme cura pues la religión me atraía de tal manera que diariamente me dedicaba a orar fuertemente y a leer la biblia.
Mis primeros años en el grupo juvenil se caracterizaron con un poco de timidez pues como mis padres no asistían a la iglesia, yo me sentía muy solo. La amabilidad con que me trataron muchos hermanos en la iglesia me llenaron de tanta alegría. Lo mismo, mis compañeros del grupo de jóvenes. Fueron muy amables y cariñosos conmigo, que incluso, mucho del cariño y la amistad que compartimos en aquellos años aún perdura hoy en día, a pesar del tiempo y la distancia que nos permite volver a reunirnos tan siquiera para orar juntos o compartir una bebida o con el simple hecho de saludarnos como lo hacíamos en aquellos tiempos tan memorables.
De esa manera fui ganándome la confianza y la amistad de muchos de mis compañeros y amigos. Ya los sentía parte de mi familia y hasta elaboramos ciertos gestos y símbolos de unidad que aún recuerdo hoy con cierta gracia y alegría.
Una de las personas que desde un principio marcó aquella etapa de mi vida fue mi querida Juanita, como de cariño le decíamos todos y todas. Aquella chica fue la que me acompañó en mis momentos de alegría y tristeza en aquellos años dorados de mi existencia.
Un día que tuvimos una reunión del grupo, al cual ella llegó muy temprano. Ya estaba sentada en frente de la iglesia esperando a los demás cuando yo llegué. De lejos la saludé y ella con cierta timidez me correspondió el saludo y como era una mujer de muy pocas palabras me dirigió unas cuantas palabras nada más y se quedó sin hablar. En aquel tiempo no contábamos todos con la facilidad de comunicarnos telefónicamente y seguramente ya habían suspendido la reunión y solo a nosotros dos no nos pudieron avisar a tiempo de dicha suspensión.
Luego de cinco minutos de espera, yo me fui a sentarme al lado de ella y le comencé a hablar. Fue en ese momento que ella me comenzó a hablar con más confianza y nos quedamos como una hora más esperando a nuestros compañeros platicando los dos de diferentes temas que ni siquiera nos alcanzó la hora platicando de aquello que se nos ocurría. En ese momento yo me enamoré de la forma que ella se reía y los gestos que hacía cuando yo le hablaba con cierta jocosidad. Claro, sin ninguna mala intención, pues siendo jóvenes de iglesia no podíamos cometer cualquier tontería, había que ser fieles a la vocación de santidad al cual estábamos llamados por Cristo. Hablábamos y hablábamos. Sin darnos cuenta del tiempo y de la hora, yo le coloqué mi brazo en su hombro con mucha timidez pensando que a lo mejor me estaría rechazando tal gesto de atrevimiento sin embargo solo me miró y siguió hablando y carcajeándose de mis bromas y al ver tal reacción yo le seguí hablando de aquello que se me ocurría y ella me siguió la corriente durante todo ese tiempo.
Nos levantamos de aquel lugar y fuimos a colocarnos en otro lugar mas fresco pues como avanzaba la tarde, el frío cada vez se iba intensificando y había que protegernos, a lo mejor llegaban algunos de nuestro dirigentes todavía. Ya en ese ambiente más fresco y un poco más escondido ella se colocó en frente mío, le agarré las dos manos mientras platicábamos y ella correspondió muy alegre mientras yo le acariciaba los dedos y la palma de las manos con las mías y cuando se dio cuenta que el tiempo iba avanzando, sacó su celular para ver la hora pero para su sorpresa su celular estaba apagado y en eso soltó una carcajada. Yo le presté el mio pues no la podía dejar sin ver la hora y para nuestra sorpresa había transcurrido como 78 minutos de estar esperando a nuestros compañeros y los dos soltamos una carcajada fuerte al percatarnos de aquello.
En ese momento hice el último acto de atrevimiento de la tarde. Me acerqué un poco más a ella, la acomodé en mis brazos y la abracé. Juanita correspondió muy alegre y en ese momento aproveché para susurrarle al oído un "te amo", a lo que respondió con cierta gracia:___ No seas loco hombre, somos primos___. En ese momento la solté y nos decidimos regresarnos para nuestras casas.
Íbamos saliendo en frente de la iglesia cuando pasó Paulina en el camino que pasa por la iglesia cargando un rebozo lleno de hojas de milpa, se paró para saludarnos avisándonos que la reunión se había suspendido y que a ella le avisaron por la mañana de aquel día.
__Mala onda, Paulina, ¿Cómo no me avisaste de ello?. Mira, Juanita y yo solo vinimos a esperar este día__. Le dije.
__ Al menos ustedes vinieron a rezar un poquito para acercarse más a Dios. Por mi parte, mirá, mi mamá me mandó a traer hojas de milpa para el desayuno de mañana, ni siquiera recé al mediodía pues tuve que ir a dejarle almuerzo a mi papá hasta allá por los barrancos donde fueron a cortar leña. Imagínate, creo que me estoy alejando de Dios por tantas ocupaciones en la casa. Ustedes solo oren por mí, Dios me bendecirá aunque no haya rezado mucho el día de hoy. Espero que por la noche me dé tiempo tan siquiera leer un poquito la Biblia y rezar el rosario con mi mamá__. Me dijo.
__Pues yo no solo voy a rezar por tí, esperáme un ratito, te tengo que decir algo__. Le dije, mientras Juanita se despedía de nosotros para irse a su casa.
__Que sea rapidito amigo, no quiero que me quites tiempo, tengo que ir a preparar los tamales para cocinarlos mañana temprano, no vaya ser que me regañe mi mamá por haberme tardado__ me dijo mientras me acercaba a ella mientras me aseguraba que Juanita ya se haya ido para no interferir en nuestra conversación.
En realidad yo no encontraba que decirle.
Ahh, en ese momento me acordé que su cumpleaños ya estaba próximo y como soy tan poeta, le propuse la idea de dedicarle un poema en ocasión de su cumpleaños.
__Pues adelante amigo, quiero ver qué tan Neruda, qué tan Asturias o qué tan Humberto Ak'abal eres__. Me dijo mientras soltaba una carcajada. Yo le prometí que trataría de gastar lo mejor de mis versos para halagarla en ese gran día y hasta le propuse la idea de declamárselo el cual no aceptó pues al parecer ya sospechó algo de mí pero para no hacer notar aquello me dijo que nada más lo quería en papel para leerlo en privado y eso sería todo.
Yo acepté aquello y mientras tanto ya pasaron 15 minutos que le tenía agarrada la mano pues mientras platicábamos el tiempo transcurrió tan rápido que yo pensé que eran solo dos minutos pues hasta ya la tenía en mis brazos y ella había aceptado gustosa pues en ese momento estábamos solos y ya caía la tarde en las faldas del volcán Santa María cerca de Zunil.
Cuando miró la hora, inmediatamente se zafó de mis brazos muy preocupada y se desdió rápidamente de mí. Se fue corriendo a su casa bajando por aquel caminito que cruza la cañada que conduce hasta su casa. De la preocupación que llevaba por haberse tardado conmigo aquellos minutos se le miraba ya un poco despeinada por el viento que empezó a soplar aquella tarde de julio. Iba cargando sus hojas de milpa en un rebozo multicolor vistiendo un suéter rosado. Yo me quedé contemplando todavía su paso y sus movimientos mientras caminaba hasta llegar a su casa.
__¿Qué dirían sus padres si yo la hubiera acompañado hasta su casa mientras le declaro mi amor?__ me pregunté en ese momento mientras exhalaba un suspiro de amor, por aquella muchacha de quien me estaba enamorando en aquel momento.
Me salí de la iglesia, no sin antes doblar mis rodillas a las puertas de aquel templo cerrado para poner en las manos de Dios mis sentimientos por aquella mujer pidiéndole que algún día se me conceda ser marido de ella en "santo matrimonio" como me dijo un amigo sacerdote hace unos días.
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SOLAMENTE EL DESAHOGO
RomanceUn amor platónico que comenzó sin querer queriendo. Él la desea como a su misma vida. Va en busca de su amor y su aceptación. Se da el todo por el todo implorando a Dios día y noche. Ella, ni siquiera le importa ese amor. Se vuelve muy orgullosa. Le...