Epilogo Feliz

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Querido Felipe.

Mi amor, me despido de esta manera porque si alguien más se entera que estoy huyendo trataran de detenerme.

Te dejo está carta como garantía de que nunca abandonaste mi pensamiento al momento de tomar esta decisión.

Tranquilo mi amor, te pido por favor que no me juzgues y no pienses por nada del mundo que te estoy abandonando.

Pero he tenido un sueño desde hace tanto tiempo, y finalmente tengo la oportunidad de cumplirlo tal como deseo y espero que cumplas los tuyos.

Siento en mi ser que te entregue lo mejor de mi, para que tú saques lo mejor de ti.

En cuanto me establezca en el pueblo, con la ayuda de tu tío Bruno (Quien te agradece no haberlo juzgado en ningún momento) te mandaré indicaciones de donde estoy exactamente.

Es un buen hombre, tiene errores por supuesto, quienes no lo tenemos.

Es algo que creí que la familia había entendido hace tanto, pero tristemente me di cuenta que no.

Antonio quería que te heredará mi cargo, pero se que eso es algo que no está en tus planes ni lo impondré sobre ti como lo hicieron conmigo. Lo que si me atreveré a pedirte es que ayudes al tío Antonio a encontrar a dicho heredero.

Los Madrigal necesitan un buen guía... yo ya les entregué muchos años de mi vida con todo mi amor, y no es ningún reproche. Solo es que estoy lista para volar y realizarme asi como yo les ayude a todos ellos a realizarse de modo personal y pleno.

Por experiencia te lo digo, tu felicidad debe ser tu prioridad hijo. Toma buenas decisiones, nunca dejes de ser el buen hombre en que te has convertido y sobre todo, sigue tu corazón.

Te amo muchísimo mi ya no tan pequeño Felipe. Sé paciente, ayúdame en lo que te he pedido y espera mi carta. Porque apenas te estoy dejando y ya te extraño horrores.

                                                                                                                                                                   Te ama, mamá.

Era la carta que le había entregado su tío Antonio y ahora estaba leyendo, completamente confundido claro.

Porque no tenía idea de que...

Luego del ultimátum que Mirabel dio a Bruno, este se acercó tomándola de las mejillas, limpiando con suma delicadeza las lágrimas que rodaban sin cesar. Para después ella le dirigiera esa mirada fija y llena de decisión que solo mostraba cuando estaba completamente determinada.

Bruno sonrió aplastando sus cachetes, besando los labios levantados de la chica por esta acción.

Despues del beso, él dijo algo que la hizo cambiar por completo su expresión relajando al instante sus facciones.

—De acuerdo... me escondo en Casita ¿Y luego?—

—¿D-de verdad?— Bruno en vez de responder con palabras, lo hizo como ella lo había hecho horas atrás. Volviendola a besar profundamente. Ella lo correspondió con la misma fuerza, acabando recostados. Cuando el contacto se rompió ella se levantó con su energía renovada.

Bruno la eligió... la elegía y respetaba su decisión. —!No tengo mucho que empacar!— dijo finalmente de entre todas las frases que tenía pasando en su cabeza.

Bruno sonrió cerrando sus ojos, si, él también se sentía pleno aunque nunca lo demostraría tan efusivamente como la mujer que amaba.

Iban a huir, y no tendría que vivir de los meros recuerdos, porque su tío estaba teniendo la valentía de llevarla con él para poder vivir con esa felicidad que solo podían brindarse el uno al otro.

El tiempo no perdona, tal vez yo si.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora