14. R E A D

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Nota de autora:

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Nota de autora:

Fue divertido escribir esto. Nos gusta la tensión aquí.

D R A C O - M A L F O Y

¿Estoy soñando?

Seguramente esto no podía ser real.

¿Se había convertido en otra realidad? ¿Una en la que había ganado el minúsculo porcentaje de confianza que creía que nunca sería capaz de ganar?

Las muchas semanas que Clove y yo habíamos compartido me habían hecho ver que quizás el cambio era bueno. Que no daba tanto miedo.

Por supuesto, todo seguía aterrorizándome, pero me alegraba poder confiar en alguien si las cosas se volvían abrumadoras.

Y, por lo general, cuando había clases, me encontraba en su dormitorio o el suyo en el mío. A veces nos concentrábamos juntos en los deberes, ayudándonos mutuamente a aflojar la tensión.

O, las más favorables, nos enredábamos y nos encontrábamos con los labios trabados y la lengua atada.

Clove nunca me obligaba a avanzar ni a llevar la iniciativa. Siempre había sido yo quien iniciaba los besos. A veces me hacía preguntarme si ella los disfrutaba de verdad.

Es el constante cuestionamiento en mi mente lo que me hizo darme cuenta de que realmente no había perdido la ansiedad que me carcomía.

No nos tocábamos en público. La última vez había sido la única.

Sin embargo, me alegró hasta cierto punto que fuera algo que hiciera. Porque Jaz no me había hablado en dos semanas.

"Um-Leí algunos de los libros que me dijiste". El rubor se derrama sobre mi piel blanca mientras me rasco la nuca. La cabeza baja avergonzada.

Su ceja se arquea. "¿Ah, sí? ¿Cuáles?"

Como si mi rubor no pudiera profundizar, ardo en vida. "Punk 57".

Los dientes se hunden en su labio inferior. "¿Qué te pareció?"

Mi garganta se aclara. "Es-bueno".

"¿Sólo bueno?" Se burla.

"Muy bueno".

Clove asiente lentamente. Como si hubiera estado pensando en lo que implicaba la historia, pero cuando su sonrisa se hizo presente, algo en la boca del estómago se revolvió.

Nunca me había acostumbrado a la sonrisa que me lanzaba.

Todo en ella era tan imprevisible y siempre me pillaba desprevenido. Y lo odiaba, no por mis problemas de anhelo por la falta de autoestima, sino porque era lo más atractivo que hacía.

Llegó un momento en que tenía que vestirme con batas de colegio o gabardinas largas en casi todas partes. Cualquier cosa para ocultar mis vulnerabilidades a todo el mundo.

𝐄𝐑𝐎𝐓𝐈𝐂𝐀 | 𝐃𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora