𝐄 | Cuando Draco Malfoy fue clasificado en Ravenclaw, el mundo podría haberse derrumbado sobre sí mismo. Nadie habría asumido tal destino de cambio.
Rápidamente se convirtió en el forastero de Hogwarts. Sin compañía, iba a vengarse sin ayuda y cre...
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D R A C O - M A L F O Y
Clove me mira como si hubiera disparado a un gatito y sonríe.
Vuelve a la realidad cuando se encuentra con mi mirada y se da cuenta de que estaba siendo sincero.
"¿Q-qué?" Las palabras salen de su boca de forma desordenada.
Le ofrezco una sonrisa frívola, tímida como pocas y de color melocotón.
A los once años, cuando empecé en Hogwarts, las chicas nunca estuvieron en mis pensamientos. No tenían por qué estarlo. En ese momento eran apestosas y desagradables. Lo único que quería era la aprobación de mi padre y entrar en la casa a la que estaba destinado.
Y cuando eso no ocurrió, esa noche lloré hasta quedarme dormida bajo las sábanas azules. Era, una vez más, un recordatorio continuo de que había fracasado.
Por eso, cuando me hice mayor y noté que los chicos, incluido yo mismo, bajaban de tono por la pubertad y adquirían un repentino interés por los pechos y las faldas cortas, algunas de ellas (y cada una a lo suyo, pero la mía se quedó con las hembras), me di cuenta de que salir con una chica sería más difícil que buscar la chivata con los ojos vendados.
Sólo una vez intenté darme una oportunidad, y para evitar el bochorno, traté de quedarme dentro de mi casa para que no me doliera como se pensaba.
Sin embargo, si no hubiera mantenido mi nariz entre mis libros tanto tiempo, tal vez me habría dado cuenta de que Cho Chang sentía algo por Harry y Cedric en aquel entonces. Eso me habría salvado al menos de cavar mi propia tumba.
"Lo siento, Draco, es que no me gustas así..." Su cara se arrugó hacia dentro mientras dejaba caer el sobre con el breve poema que le había escrito.
No decía mucho, por suerte, no podía darle tanta importancia. Pero le escribí lo suficiente para que se hiciera a la idea de que me gustaba y quería llevarla al Baile de Yule.
Al final no asistí.
Pero sí vi cómo se vestía todo el mundo. Fue extraño al principio, ver a todo el mundo con bonitos vestidos y trajes, y sin embargo allí estaba yo, de pie junto al engrosamiento de la ventana que salía de la torre, en pijama y con un libro de Terry Pratchett.
Y ahora, mirando hacia atrás, me alegraba un poco. Porque al final, acabaría aquí. Admitiendo, suplicando al Pabellón del Clavo que tomara mi virginidad.
La princesa de Ravenclaw como muchos afirmaron y en la que ella ignoró.
Cuando me lamo los labios, dispuesta a repetirme, Clove niega con la cabeza y empuja un dedo índice contra mis labios, aplastándolos torpemente. No puedo evitar seguir su dedo y dejar escapar un pequeño gemido.
"No lo dices en serio, Draco". Niega con la cabeza.
Frunzo el ceño, el dedo sigue sin moverse. "Ywes dwo-"
Clove crea un poco de espacio entre nosotros, "No, Draco, no estás listo".
Mis cejas se levantan y dejo que esas palabras se hundan en mi piel. Quiero decirle lo equivocada que está. Despreciar su opinión y ser tan exigente como todos esos hombres de esos libros que a ella le encantan. Pero no puedo ser esa clase de hombre.
"Creo que sé cuando estoy listo..." Tomo su muñeca y la coloco a su lado, sin embargo, no la suelto.
La idea de perder su contacto de nuevo era demasiado para mí.
