CAPÍTULO 2

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En el pasillo había tal silencio que podía escuchar las manecillas de mi reloj de pulsera al moverse para marcar los segundos.

—El año pasado Otto Quintana abandonó Vhermont por culpa de Benoit y sus amigos —contó Robert, cabizbajo—. Le hicieron la vida imposible de todas las formas posibles, al punto que prefirió irse a casa antes de pasar otro día aquí.

Otto ser buen chico.

—No debiste golpearlo, Tobyas —dije, entretenido en los diminutos movimientos de las manecillas del reloj—. Todo en la vida no se resuelve a putazos.

—Para mí sí. Además, el muy condenado estaba pidiendo a gritos que le partiera la cara.

Robert resopló una risita.

—¡Estuvo genial! La cara que puso. —Abrió la boca y frunció el ceño, imitando la mueca de asombro de Lemarchal junto antes de que Tobyas le plantara la trompada en la nariz.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —pregunté y hundí las manos en mi pelo rubio—. Casi es hora de almorzar y ni siquiera nos hemos instalado. —Los dedos se me quedaron atascados entre el cabello enredado—. Necesito darme un buen baño.

Vhermont no poner agua aún —comentó Louis.

—¿A qué te refieres?

Robert se volvió a mí.

—¿Recordáis los fundamentos rectores de Vhermont? Ley, ciencia política y disciplina militar. Pues no exageran. Las cosas hoy están tranquilas porque es domingo, la gente aún está instalándose y eso, pero el lunes verán lo que es el dolor —explicó—. En Vhermont todo está cronometrado con exactitud y son drásticos en hacer cumplir la ley.

—¿A qué te refieres? —pregunté con temor de escuchar la respuesta.

—Que hay horarios para ducharse, en la mañana y en la tarde, y que fuera del tiempo establecido en las duchas no habrá agua. Por ejemplo, cuando estamos en clases.

—¡Eso es una locura! —alcé la voz y me puse de pie de súbito.

Louis asintió.

Y esa no ser la peor parte —dijo en su arcaico español. Aunque le diera trabajo, el enorme australiano continuaba intentándolo, obligándose a hablar—. No paredes.

Tobyas se echó a reír, como pocas veces hacía, al ver la expresión de horror en mi rostro.

—¿Estás queriendo decir que tengo una sola oportunidad para bañarme y que tengo que hacerlo con quince personas más en el baño, sin paredes y todos desnudos? —inquirí, los ojos bien abiertos y el ceño fruncido. ¿A quién se le había ocurrido esa absurda idea?

Exactly —contestó Louis, dedicándome una incómoda sonrisa de boca cerrada.

Robert me observó, ceñudo.

—¿Eres androfóbico o algo así?

—No creo posible que un hombre sea androfóbico, Robert —dijo Louis en inglés, supongo que intentar hablar un idioma que no dominas en ocasiones abruma la perseverancia.

—Joshua tiene TOC —aclaró Tobyas.

Robert y Louis asintieron, como si no entendieran que tenía que ver el Trastorno Obsesivo Compulsivo con que me aterrara ducharme junto a quince hombres más. Desde luego, mi amigo sí lo entendía, me había visto entrar en pánico entre la multitud y embadurnarme las manos con gel desinfectante cinco veces en un solo minuto.

Admito que en parte me preocupaba lo higiénico de un set de duchas sin paredes divisorias, pero eso no había sido lo primero que cruzó mis pensamientos.

El CAOS que PROVOCAS [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora