16 - Entonces...?

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Amelia de alguna manera logró terminar la cena a pesar de su nudoso estómago. Una vez que los platos estuvieron listos, Luisita la tomó de la mano y la arrastró afuera con el pretexto de mostrarle el jardín y la piscina.


Se instalaron debajo de la pérgola junto a la piscina, en un sillón de dos personas.


− Pongámonos cómodas para que nadie nos moleste −, le susurró Luisita al oído. El cálido aliento que bañaba su oreja hizo que Amelia temblara a pesar de los rayos del sol poniente. Se acurrucó contra el costado de Luisita y una vez más se maravilló de lo bien que se ajustaban sus cuerpos. − ¿Qué te dijo mi madre en la cocina?


Amelia miró a través de la piscina. El agua brillaba en los tonos anaranjados de la puesta del sol, y la cálida brisa de junio agitaba las hojas de los árboles frutales en el borde de la propiedad. Si las circunstancias fueran diferentes, realmente disfrutaría sentarse aquí con Luisita. − Yo ... cometí un error. Uno muy malo.


Luisita extendió una mano y masajeó uno de los hombros de Amelia. 


− Estás tan tensa como una roca. Relajate. No puede ser tan malo.


Amelia suspiró. − No tienes idea.


− ¿Qué? − Luisita se rió un poco, pero también sonaba aprensiva. −¿Les dijiste que eres una actriz que recibe cincuenta mil dólares para pretender ser mi pareja amorosa?


− No, no es tan malo, pero no mucho mejor. Accidentalmente les dije ...


− Ah, ahí están ustedes dos −. La madre de Luisita salió. Se sombreó los ojos con una mano y las miró.


Instintivamente, Amelia se acercó a Luisita, que hizo lo mismo.


− ¿Tienes un minuto, hija? − Preguntó Manolita. − Me gustaría que eches un vistazo a las sobras y decidas lo que quieres llevar.


No elijas ninguna, pensó Amelia.


− Solo dame lo que no quieras −, dijo Luisita.


− No. Ven a escoger la tuya −. Su madre agitó la mano de una manera que no permitía rechazo.


Después de tocar suavemente el muslo de Amelia, Luisita se levantó de mala gana del sillón. 


− Vuelvo en seguida.


Amelia las vio irse con una sensación de hundimiento en el estómago. Manolita no le diría a Luisita nada sobre su supuesto plan para proponerle matrimonio, ¿verdad?


El sillón se sentía demasiado ancho y solo para ella, así que Amelia se levantó y se arremangó el par de pantalones. Se sentó en la piscina, cerca del borde, y puso los pies en el escalón superior. Al menos podría disfrutar de este pequeño trozo de la piscina durante lo que seguramente sería su primera y única visita a esta casa. 

Luimelia ᴊᴜsᴛ ғᴏʀ sʜᴏᴡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora