|Capítulo 3|

66 6 5
                                    

La región separa entre montañas y mar aún estaba intacta pero, con suerte, solo duraría una semana más. Los habitantes estaban alerta, mas no podían ir a otro lugar para refugiarse. Pues cualquier región en ese momento era un peligro.

Aquél yaksha, guerrero adeptus, estaba sentado en las afueras del pabellón Liuli, un restaurante famoso no solo por sus manjares sino por sus bebidas. Con desespero, suspiró y miró hacia la puerta, rogándole al dios que había entrado hacía un tiempo que no tardara mucho. Pues, si lo hacía, tendría que entrar y no era de su agrado tratar con humanos.

-Cazador de demonios, señor, ¿qué hace aquí sentado? - la voz de una mujer hizo que Alatus girara su cabeza y chasqueara con la lengua. La mujer le hizo una pequeña reverencia, mostrando sus respetos hacia el adeptus el cual hizo lo mismo.- ¿Por qué no entra y toma algo?

-Solo estoy esperando a mí acompañante, señorita. No tengo sed y mucho menos hambre.- puso como excusa el joven adeptus girando su cabeza.

-Perdone por esta pregunta, mi señor, pero...¿Su acompañante es uno de los siete? Si es así, permíteme decirle que se tomó un pequeño descanso en el pabellón probando nuestros mejores licores.

-¿Me está diciendo que entró ahí para embriagarse mientras el mundo se está desmoronando?

-Así es, señor.

El silencio se hizo en el lugar y aquél sujeto entró en el restaurante sin siquiera decirle una palabra a la humana, tanto era el enfado que comenzó a hervir en sus venas que ignoró completamente a todo humano que se le cruzara. Caminó y caminó, hasta llegar al lugar donde el dios reposaba.

-Barbatos, ¿me toma por necio? - la cabeza del arconte se elevó y sus ojos se entrecerraron para ver mejor al cazador de demonios.- Teyvat está en decadencia, ¿y viene a emborracharse? ¡Tenemos que ir a hablar con Morax! Dijo que estaba por aquí.

-Morax se adaptó a la vida como humano y pasa su tiempo libre aquí. Aún así, no lo encontré, pensé en beber un poco y esperar a que llegara.- se excusó el de ojos esmeralda.

-Mi señor, no tenemos tiempo para tal sandez, Liyue acabará como Mondstadt si seguimos así.- el yaksha tomó del hombro a su contrario del hombro pero rápidamente notó como la mano del dios rozaba con la suya y le agarraba con fuerza.

-No vuelvas a hablar sobre lo sucedido en Mondstadt, Alatus. Y no es ningún rogo, es una orden.- la voz del sujeto sonaba seria, cosa que pocas veces pasaba. Eso le dijo al yaksha que no debía de decir ni una sola palabra más de la nación de la cuál provenía Barbatos.

-Está bien, mi señor, disculpe.
Viendo como su dios tomaba el camino, él fue detrás de él, siempre siguiéndole, siempre protegiéndole...

_________________________________________________________________________

Xiao se levantó temprano, era lunes por la mañana y empezaba las clases en su nuevo instituto al igual que su hermana. Lo primero que hizo, fue ir a su libreta y apuntar alguna que otra cosa las cuales tenían que ver con un nuevo sueño:

"El dios tenía problemas con el alcohol, ¿tal vez bebía para desahogar el dolor que le hacía sentir el haber perdido su nación? Muy seguramente. Al principio no parecían tener mucha confianza el uno con el otro, más bien uno estaba porque debía de proteger al dios y el dios estaba porque era su deber encargarse de la situación...Que pareja tan rara."

-Xiao, ¿ya estás listo? - la voz de su padre hablaba desde el salón, con lo cual tuvo que hablar en voz alta para que su hijo se enterara.

-Sí, ya voy papá.- con rapidez tomó su diario y su mochila y salió de su habitación, no sin antes recoger su pelo en aquél típico peinado que siempre llevaba.

In the other life (Xiaoven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora