A Draco Malfoy no le agradan mucho los bailes, no lo han hecho en el pasado y duda mucho que ello cambie en el futuro. Odia la hipocresía de las personas que reemplazaron los murmullos y miradas desdeñosas por sonrisas y reverencias. Él sabe muy bien cómo mantener la compostura durante estos eventos, después de todo, fue educado como un sangre pura.
Pasó de ser invitado a los bailes de gala solo por compromiso a ser uno de los organizadores del baile más esperado del año, dejó de ser aquel marginado con quien nadie quería sentarse a estar en una mesa junto a las personas más influyentes, mientras el salvador del mundo mágico acaricia su anillo de bodas y sus manos se entrelazaban. Draco recuerda muy bien el primer baile al que fue invitado después de la guerra, ¿cómo podría olvidar la humillación que sintió al ver que tendría que permanecer de pie durante toda la gala porque nadie quería sentarse junto a un mortífago?
Los bailes siguientes fueron bastante similares, hasta que un día, Harry Potter asistió a uno de esos bailes obligado por su buen amiga, Hermione. La acompañante de Harry lo había dejado plantado a último minuto, alegando que los bailes de gala no eran el sitio adecuado para una primera cita. El ojiverde para su mala suerte, no había sido colocado en la misma mesa que sus amigos, así que se encontraba acompañado de miembros del ministerio y un asiento vacío. Iba a disculparse y retirarse cuando junto a la mesa del banquete divisó una cabellera rubia que reconocería en cualquier lugar, era su gran amor de colegio, con quien no había cruzado palabras desde el fin de la guerra. Harry se disculpó antes de ponerse de pie y dirigirse hasta donde se encontraba Draco probando cada uno de los aperitivos de la mesa.
— Es un verdadero honor volver a encontrarme contigo, Draco. Después de todo este tiempo, nuestros caminos han vuelto a cruzarse. —
Draco automáticamente reconoció aquella voz, dio media vuelta y frente a él se encontraba su único amor, sintió cómo su corazón empezaba a latir tan rápido que si seguía de esa manera, tendría que acudir a San Mungo para un chequeo y descartar así un mal cardiaco, algo poco probable.
—Potter, pensé que no acudías a eventos así. Podría asegurar que Hermione te obligó a venir, ¿estoy en lo correcto? —
Harry soltó una carcajada antes de asentir y señalar discretamente a sus amigos.
—¿Así que ella sigue siendo "Hermione" mientras que yo vuelvo a ser "Potter"? No debería sorprenderme, después de todo he sido el único con quien has dejo de comunicarte. ¿Has venido solo u acompañado? —
El rubio alza ligeramente una ceja ante las palabras de su ex novio antes de beber un poco de su whisky de fuego.
—Podrías haberte comunicado conmigo también si así lo hubieses deseado, Potter. ¿Realmente crees que alguien me acompañaría conociendo mi estatus actual? Sigo recibiendo una invitación porque estos eventos son financiados con la fortuna de mis padres, aunque eso al parecer no lo recuerdan los presentes. —
Potter suspira sirviéndose un poco de whisky también, bebe un poco reuniendo el valor que caracteriza a los Gryffindor y toma la mano del contrario.
—Acompáñame el día de hoy, Draco. Deja que te explique qué me ha tenido tan ocupado y disfrutemos de la velada, te lo pido. Incluso podríamos bailar si gustas. —
El heredero de los Malfoy se toma un momento para pensar antes de asentir, nada puede ser peor que estar parado a solas cuando puede gozar de una buena charla con el tan aclamado salvador del Mundo Mágico. Harry entrelaza sus manos antes de guiarlo hasta su mesa, Draco está tentado a rodar los ojos cuando se da cuenta la forma en la que todos miran a su acompañante como si estuviese fuera de sus cabales.