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Una casa había sido construida en alguna parte del bosque, aunque no tan lejos de la carretera. Esta gozaba de una maravillosa vista hacia el lago más cercano acompañado de una gran cascada. Lugar en donde los rayos del sol iluminaban y hacían que todo se viera de una manera muy celestial.

Los pájaros cantaban sin falta cada mañana, haciendo una gran canción con la ayuda del ruido de la cascada al momento de estar cayendo.

Todo alrededor con la flora en buen estado, muy verde y muy colorido.

Era la estación de verano y, a pesar de estar en una estación llena de calor, aquel sitio era muy cálido gracias a todo el bosque.

En aquella elegante casa vivían una familia de erizos. Un matrimonio un tanto joven, ambos tenían 30 años, sus nombres eran Sonic y Amy. Tan solo tenían a dos pequeños hijos; el mayor que era un erizo azul claro de ojos verdes con una edad de 13 años y la menor que era una linda eriza rosa también de ojos verdes con una edad de 10 años.

Jugaban junto con su padre cerca del lago, lanzaban piedras planas para lograr hacer que brincara en el agua y ver quien lograba hacer más. La eriza adulta salió de la cabaña y se sentó en las escaleras mirando como su familia se divertía, como una escena de película en donde la familia es perfecta.



– ¡Mamá! – llamaba el hijo mayor con mucho ánimo – ¡Avienta piedras con nosotros!

– ¿Han pensado mínimo en los pobres peces? – preguntaba burlona mientras se ponía de pie para ir con ellos.

– No hemos golpeado a ninguno. – decía su esposo aventando su piedra – O al menos eso pienso.

– Papá va perdiendo. – comentaba la pequeña eriza burlona.

– Eso es una vil mentira. – reclamaba – Soy el mejor lanzando piedras. Huelo la envidia.

– Yo huelo a perdedor. – retaba el hijo mayor.

– Con que sí, ¿Eh?



Cargó a ambos en sus hombros, los pequeños reían sin parar suplicando a su padre que los bajara, pero este hacia caso omiso para luego lanzarlos al lago sin que ninguno de los tres dejara de reír.



– ¿Van a aceptar su derrota? – retaba.

– Cariño, no era necesario eso. – mencionaba su esposa con algo de angustia – Pueden enfermarse.

– Ames – la miraba algo serio –, estamos a 30° grados. Que no lo sintamos aquí es diferente, además, es bueno para ellos porque crean defensas.



Tan solo miraba con gran seriedad a su esposo y con los brazos cruzados.



– Está bien. Está bien. – decía sin más para evitar una pelea frente a sus hijos – Steve, ayuda a tu hermana a salir del lago.

– Ven, Astrid. – la llamaba mientras la tomaba de la mano.

– Quiero seguir en el agua, papi. – pedía con un ligero puchero.

– Órdenes de mamá. – decía caminando hacia la cabaña – Voy por toallas y ropa seca.

– Además, es hora de comer, cariño. – decía su madre con tranquilidad – Les hice su comida favorita. – sonreía.

You and I ~ ShadonicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora