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Eran las 6:00 a.m. y la familia ya estaba despierta subiendo las respectivas maletas al auto. Al finalizar, el azulado entró a la casa para llevar en brazos a su pequeña hija hacia el auto.



– Estuvo rico el desayuno, papi. – mencionaba mientras bostezaba – ¿Podrás estar solito en casa?

– Claro que sí, princesita. – sonreía suavemente – Ya he estado solo en casa y todo permanece intacto. ¿Vas a jugar mucho y también cuidar de tu abuela?

– Sí. – sonreía animada – No la dejaré sola. ¿Me vas a extrañar, papi?

– Te voy a extrañar demasiado, princesa. – le daba un tierno beso en la frente – Anda, a divertirte y proteger.



La subía con cuidado al asiento del copiloto poniéndole el cinturón de seguridad. Le dio un último bezo en la mejilla y cerró la puerta.



– No vayas a quemar la casa. – decía burlón el hijo mayor acercándose hacia el auto.

– ¿Por qué dudan de mí? – preguntaba burlón – Te diviertes y también cuidas de tu abuela.

– De eso no tengas duda. – aseguraba subiéndose al auto y cerrando la puerta.

– Ambos hacen caso a su mamá y a su abuela. – señalaba a sus hijos – Se duermen temprano y coman todo lo que les den.

– Ya es hora de que nos vayamos, muchachos. – decía la rosada caminando hacia el lado del piloto – Vamos a buena hora.

– Excelente hora. – corregía yendo con ella – Me llamas en cuanto lleguen, ¿De acuerdo? – pedía mientras le abría la puerta.

– Si, cariño. – sonreía un poco mirándolo – Te cuidas y mantienes la casa en orden.



Iban a darse un beso, pero al mismo tiempo se detuvieron mostrando ligeras sonrisas llenas de incomodidad. La eriza adulta subió al auto mientras que su esposo le cerraba la puerta para luego encenderlo y acelerar para marcharse.



















El azulado había dormido otro rato para después desayunar y lavar los platos que utilizó. Salió a hacer algo de ejercicio y luego vio algo de televisión, actividad que no duró mucho tiempo porque su mente comenzaba invadirse de lo que había mencionado a su esposa que mejor se dispuso a pensar un poco sobre ello.

Se sentó en los escalones de la parte trasera y admiraba el paisaje mientras consideraba todas sus opciones.



– Ella no es una mala mujer, es todo lo contrario. – se decía a sí mismo – No ha fallado con su parte, es excelente esposa y excelente madre... Pero, ¿Entonces que ha estado cambiando en nosotros? Creo que... Ninguno ha fallado. Tenemos excelentes vidas y una bella familia, ¿Qué pasa entonces?



Soltó un gran suspiro y se frotó la cara, no lograba tener alguna idea en concreto. La ventaja que consideró es que tenía todo el fin de semana para pensarlo. Miró el reloj que colgaba en la pared en el interior de la casa, este marcaba las 4:00 de la tarde.



– No he comido y muero ya de hambre.



Se puso de pie e ingresó a su casa directo hacia la cocina para prepararse de comer. Veía la alacena, cada ingrediente para ver qué podría prepararse. Consideraba muchas opciones, pero no lograba escoger una.

Sus pensamientos fueron interrumpidos porque el timbre de su casa sonó. Dejó a un lado la comida y fue hacia la puerta.

Al abrirla, se topó con un erizo negro de betas rojos e intensos ojos carmesís que lograban intimidar.



You and I ~ ShadonicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora