cuatro años y tres meses después...
Lunes 3 de junio, 2019.Anastasia Brown.
Lunes, otra vez.
Comenzaba a arrepentirme de ser profesora en una escuela preparatoria, sobre todo por lo detestable que era levantarse temprano a la mañana, si era sincera, desde muy chica había tenido el sueño de ser profesora, pero nunca me imagine siendo una.
Con razones, claramente.
Si realmente yo y mis otros compañeros éramos así en la prepa, le ruego su perdón a todos y cada uno de los profesores que hayan tenido que soportarnos, porque yo, con solo 24 años, ya no soportaba a mis alumnos y estaba segura de que estaba a nada de lanzarles una pizarra por la cabeza como volvieran a preguntar mi edad, aunque claramente, mas de la mitad ellos se la sabían de memoria, tanto que podían decirla sin parpadear.
Me levante de mala gana, aun odiaba los lunes.
Mi cerebro aun no despertaba tan temprano en la mañana, por lo que en cuanto mis pies tocaron el piso y quise dar un pasó al frente, me enrede en mis mantas y terminé por caer de cara al suelo.
Fantástico.
Casi quise volver a la cama y faltar a todas mis clases del día, pero, se suponía que era una persona adulta responsable que no faltaría a sus clases siendo la profesora.
Se suponía.
Por un segundo, pensé seriamente en hacerlo, tanto que volví a recostarme en la cama, con la cara en la almohada.
No, iría a las clases porque era lo que había decidido hacer con mi vida.
Además de escribir, claro está.
Cerre mis ojos, cinco minutos mas no le haría mal a nadie.
¿Verdad? Solo eran cinco minutos.
Si, claro, cinco minutos.
***
—Lo siento, lo siento —me disculpe con Anthony, quien habría la puerta de la escuela a cada persona que entraba, al menos, a quienes llegaban a horario.
¿Habia mencionado que solía llegar tarde con frecuencia?
—La próxima vez me sacaré las ganas de cerrarte la puerta en la cara, Anastasia -se quejó el hombre, haciéndose a un lado para dejarme pasar—. Aún no entiendo como no te despidieron
—Soy una profesora muy eficiente —me burlé, pero al ver su cara de pocos amigos, borré mi sonrisa—. Relájate, Anthony, te saldrán mas arrugas
Sin esperar su probablemente enojada e indirectamente ofensiva respuesta, comencé a caminar hacia el salón que me tocaba, mirando la planillas de notas.
Esos chicos eran un maldito desastre.
Levanté mi mirada en cuanto llegué al salón, pero, al contrario de lo que esperaba, cada alumno estaba sentado en su lugar, con postura perfecta y una seriedad extraña, nunca estaban serios, sentados en sus lugares y en silencio.
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Entre Libros y Canciones
RomanceEran perfectos el uno para el otro, destinados a vivir un amor sincero entre libros y canciones.