No soy una mala persona.
Sé que he hecho cosas malas, como todos. Pero este hecho no me convierte en una mala persona.
También he hecho muchas cosas buenas. Y no soy una buena persona por ello.
Estoy entre el hierro y el cristal, entre la rosa y las espinas, entre lo nuevo y lo usado, entre la mañana y la noche.
Estoy entre querer y poder, entre el pecho y la espalda.
Estoy al principio siendo el final.
Estoy en todo y en nada. Porque en realidad, no sé dónde cojones estoy.
Me miro al espejo y veo a esa doble mía con cara de susto y el pelo encrespado, pero no sé de dónde ha salido.
En mis diecisiete años de vida puedo afirmar que nadie me ha conocido realmente. Ni siquiera yo misma. Y cualquiera lo nota.
Puedo verlo en los demás, veo esa cara de incertidumbre, esos ojos que me preguntan a gritos 'y tú, ¿qué eres?'. Veo esa expresión en mi familia, amigos, compañeros de clase y profesores. Y ahora, también la estoy viendo en el psicólogo del hospital.
-Entonces...¿cómo decías que te llamabas?
-Me llamo Clara Castro Fernández.
Mientras apunta mi nombre en la libreta observo su pelo rapado y las arrugas de su frente. Tiene unos cuarenta años, ojos azules cansados y sonrisa amable.
-Yo soy Antonio, aunque puedes llamarme Tony-me sonríe-. ¿De dónde decías que eras? - la incertidumbre de sus ojos se acentúa. Tampoco lo culpo. Mis ojos color miel, mi pelo rubio que anda a caballo entre ondulado y lacio, mi figura delgada y mi piel clara desconcentran a cualquier Tinerfeño.
- En realidad no lo he dicho.
-Pero podrías decírmelo, ¿no?
- Mi abuela paterna era de Gales, mi abuelo de aquí, de Tenerife. Por parte de madre, tanto ella como mis dos abuelos son gallegos. En cuanto a mí, soy canaria de pura cepa...ainda que falo pouquiño galego.
-Eso está mejor...ahora cuéntame, ¿por qué estás aquí?
No contesto. El silencio dura apenas dos minutos, tras los cuales continúa el bombardeo a preguntas.
-¿De quién ha sido la idea de que vinieras?
-De mi médico de cabecera.
-¿Y no te ha comentado nada?
Niego con la cabeza.
-Bueno...en ese caso tendrás que contestarme a algunas preguntas con sinceridad, y si no puedo ayudarte en nada, no tendrás que volver.
Asiento y comienza el interrogatorio. Media hora después salgo de la consulta.
Diagnóstico: "mentalmente sana y madura". Toma ya. El amargado de mi médico tendrá que tratarme de mi insomnio. De verdad, pensar que estoy loca...que disparate.
Vale que esté ciertamente confundida acerca de mi misma, eso es cierto.
Pero no soy una de esas psicópatas que van por ahí acuchillando a la gente y cortándoles los genitales. Digo yo.
Paseo un rato por mi barrio vacío. La isla siempre está llena de vida, pero es casi la hora de comer, miércoles y hace un calor, como diría mi madre, de carallo. Así que a estas horas la calle está prácticamente desierta.
Llego a casa rápidamente, hago algo de comer para mi padre y para mí y, en cuanto está listo, lo despierto y le dejo la comida al lado de la cama, en la mesilla.