II Entre notas y vómitos

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-¿Y te tiró al suelo así sin más? Pero vaya bestia... ese hombre no está bien eh- exclama Rubén o, como yo le llamo, Rub, tras conocer lo que había ocurrido en mi casa durante el mediodía.

-Lleva mal un tiempo, sí...-suspiro.

- Pues haz algo al respecto, no puedes vivir en esa situación todos los días... - Rub se pasa la mano por el pelo y pone cara de circunstancias. Como me gusta ese pelo tan oscuro y sureño. Aunque no es difícil adivinar que Rubén de Noruega no es. Puede que los primero que lo delate sean sus ojos marrones tirando a miel, o su piel oscura. Todo esto salta a la vista. En cambio, cuesta algo más fijarse en los cuatro lunares que le salpican la cara y en las ojeras que ya llevan un tiempo asentadas bajo sus ojos. Todo eso le da un aspecto algo triste, pero lo que realmente pasa con él es que no ve necesario mostrar lo que siente, así que trata de mantener la calma ante cualquier tipo de situación. De hecho, con todo lo que guarda dentro, nunca llegué a verlo "explotar". A veces pienso que ese temperamento será lo que el lo lleve a la ruina.

- Me encanta ese tono que utilizas. Haces que parezca fácil.

- Porque es fácil. Te quedan diez meses para conseguir la mayoría de edad. Diez meses enteros Clara, ese hombre tiene que entrar en un centro de salud mental o algo.

- Tú no sabes lo que cuestan esos centros, ¿verdad?

- Pues solicita la emancipación anticipada y benefíciate de las ayudas para la juventud.

- No es tan fácil Rub... para eso necesito tener un trabajo estable. Y conseguir eso está complicado. Y más con segundo de bachiller a la vuelta de la esquina. Ya sabes que no soy precisamente una mente privilegiada. - doy un último trago al café y me levanto.

- Vámonos de aquí- Rub se levanta  tras de mí y ambos salimos del hospital. Montamos en su camioneta gris y nos dirigimos al Refugio. Refugio es el nombre que Rub y los demás chicos le dieron al almacén en el que ensayan. Además de la zona de ensayo tiene una especie de cocina con un microondas, una mininevera y algunos armarios con comida. También tiene dos colchonetas, un sofá y varias mantas. Teniendo en cuenta que no es especialmente grande, cuando estamos juntos los cinco parecemos más bien sardinas en lata.

Tras unos pocos minutos de viaje llegamos al almacén, donde nos espera el resto del grupo 'Pólvora'.

Rub abre la puerta y entra seguido de mí. En cuanto me ven cruzar la puerta, tanto Abel, como Iván y Javier se levantan del sofá.

- ¿Qué coño te pasó en la cara? - exclaman al unísono mientras fijan los ojos en mis dos heridas.

- Ya sabéis lo que pasó, inútiles.

- Pero no lo tienen muy asimilado. Ni yo tampoco. - replica Rub.

- Y no os culpo. Pero en estos momentos sólo tengo ganas de comer hamburguesa y ver a Thor sin camiseta - señalo el portátil de Javi, que está encima del sofá.

Mis deseos son órdenes. Media hora después tengo a Thor en la pantalla y una hamburguesa entre las manos. Y de regalo una cerveza apoyada en el suelo.

Siempre me gustó el ambiente cálido que logramos formar entre los cinco. Estoy orgullosa de ser la única persona ajena al grupo que estuvo en el almacén. Todos se conocen desde los cinco años, y en cambio yo entré en sus vidas mucho más tarde. Coincidimos en el mismo instituto cuando yo tenía doce años y ellos trece. Y justo unos meses después, durante ese verano, formaron 'Pólvora', el grupo de música que componen entre todos. Cuatro años después son bastante conocidos localmente y también en el resto de islas, y tocan todos los sábados por la noche en un bar cerca de la playa, aunque independientemente de la música también hacen otras cosas.

EFÍMERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora