Wei Wuxian llegó a las 7 de la mañana un día domingo. Tocó el timbre a lo desgraciado y Jiang Cheng casi se cae de la cama del susto.
—¿¡Quién coño toca el timbre más de 7 veces!? —gruñó Jiang Cheng mientras amarraba su bata. Salió de su habitación y abrió la puerta.
—¡A-Cheng! Tu adorado di... —le cerró la puerta en la cara.
Solo era el aire, volvería a su cama a dormir.
—¡A-Cheeeeng! ¡Traje dulces de Yiling! —gritó Wei Ying mientras tocaba la puerta.
Al parecer Wei Wuxian conoce la llave. Regresó en sus pasos y abrió la puerta.
—¡Didi! —gritó Wei Ying con una sonrisa. Jiang Cheng lo miró inquisitoriamente, el recién llegado entendió extendiendole un bolsita.
Jiang Cheng sonrió.
—Bienvenido, Wei Wuxian —le dijo Jiang Cheng mientras abria la bolsita de dulces.
Wei Ying entró en el apartamento y dejó sus maletas en un lado de la habitación.
—¿Son sonrisas del emperador? —dijo Wei Ying emocionado al ver dos botellas del liquido en la mesa del comedor.
—Ah si, las compré para ti —dijo Jiang Cheng saboreando un dulce.
Obviamente Jiang Cheng no le diría que era una compensación por intercambiar sus fotos con Lan Wangji a cambio de su silencio.
Se aprecia tu sacrificio —pensó Jiang Cheng.
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Lan XiChen se encontraba nervioso, y no era para menos. Había decidido pedirle a Jiang Cheng si podía ser su novio.
Tras varias citas con el Jiang, había caido en cuenta que le gustaba; y tras una charla con su conciencia decidió que quería ser la pareja de Wanyin, queria darle un beso, abrazarlo, decirle que lo ama.
