🥀 Capitulo 3.

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La sábana fresca que se le adhería a la piel, y lo mullido de la almohada bajo su mejilla, le hicieron suspirar perezosamente. Amaba esa cama.

Adoraba los rayos de sol que lograban filtrarse de entre las cortinas, y el aire limpio que se respiraba esa mañana. En casa de los Pruk todo parecía mejor. Hasta cada exhalación que liberaba, daba la impresión de ser más adecuada.

Se estiró como un gato sobre el colchón de proporciones exageradas, se frotó los ojos en medio de un bostezo y salió de la cama a regañadientes.

Si por Nunew fuera, se quedaría durmiendo hasta el apocalipsis, pero su estómago no estaba de acuerdo, y no esperaría ni un minuto más.

Después de ir al baño, aún con el pijama puesto y medio adormilado, caminó hasta donde recordaba estaba la cocina. Encima de la barra había un plato envuelto en papel film con una nota, su nombre impreso en ella.

Sonrió y deshaciéndose del papel, metió el plato al horno de microondas. Una vez que su desayuno estuvo listo, ni siquiera se tomó la molestia de ir al comedor, permaneció ahí mismo y consiguió un poco de jugo del refrigerador.

No tenía un plan para ese día, las citas con los médicos especialistas empezarían la semana entrante, entonces no estaba muy seguro de cómo entretenerse. Aunque en una casa tan amplia seguro encontraría algo en qué gastar su tiempo.

Lavó lo que ocupó y limpió la zona en la que comió. Sin una dirección concreta anduvo por el pasillo hasta que escuchó ruido en la planta baja. Descendió los escalones con sigilo y se encontró con un pequeño gimnasio, aunque muy bien equipado.

Arriba de una máquina estaba Zee -el alfa responsable del que en ese instante un bebé se engendrara en su vientre-. Se sentó en un escalón y se asomó por el muro que impedía que lo descubrieran espiando.

Gracias a las largas hojas de vidrio que iban del piso al techo, no podía percibir el aroma de Pruk, pero no necesitaba hacerlo para que su rostro se pusiera rojo y su corazón en su pecho se contrajera. El alfa no llevaba playera y desde esa distancia podía apreciar a la perfección los músculos de su espalda.

Aprovechando la posición, se estiró para tener una mejor vista y contempló en silencio un buen rato a Zee. En algún momento bajó la guardia que no esperó que el adverso repentinamente se girara y le mirara directo a los ojos.

Entró en pánico gracias a ese contacto inesperado, y habría salido corriendo de no ser porque sabía que no tenía caso. Vivían bajo el mismo techo y no podía esconderse. Asumiendo la situación se puso de pie y aguardó a que terminara para excusarse y decirle que se había perdido. Era un pretexto pobre y carente de lógica, pero no se le ocurría nada mejor en ese instante.

Los minutos en que Zee se limpió la cara con una toalla y salió del gimnasio los sintió un infierno. En cuanto estuvo frente a él, le lanzó una mirada aguda.

Éramos Indestructibles 🥀 ZeeNunewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora