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La sorprendente quietud después de una batalla sorprende a propios y extraños, aunque no suele durar mucho, los carroñeros y gente de pueblos cercanos no demoran mucho en ir a saquear todo lo que puedan de los cadáveres, quedarse con lo útil o que sepan usar y vender el resto, hay equipo muy valioso ahí, por lo que muchas veces se arman disputas entre ellos, que suele acabar en más muertos.

Tampoco suelen importarles los malheridos o moribundos que queden, si tienen los objetos mas preciados, no tiene ningún problema en rematarlos si les dan muchos problemas.

Pero para esa vez fue distinta, los más avezados carroñeros se demoraron horas en acercarse, aun así, fueron con mucha cautela, como si algo peor que la muerte estuviera ahí esperando, escondido entre los cuerpos. No se había escuchado tantas explosiones durante tanto tiempo desde la Guerra, no parecía posible que nada quedara vivo, los gritos de los moribundos tronaban aun por todo el páramo; como si los muertos aún se negaran a aceptar lo que acababa de pasar.

En medio de todo estaba la causa de tal barbarie, una instalación de un gobierno antes de la guerra, una estación base, necesaria para traer la comunicación radial de nuevo a ese devastado mundo.

Una serie de disparos rompieron la tranquilidad de los lamentos de los moribundos, una columna de soldados, armados con rifles, llevando armaduras de metal, en piernas, pecho y brazos, con soldaduras en algunas partes, de acabado tosco y pesadas, pero ofrecen buena protección. Llegaban a reconocer la situación del objetivo principal, o lo que quedara de ella. Pronto entraron en combate con carroñeros y algunos pobladores cercanos que intentaban saquear lo que podían de aquella espantosa fuente de tesoros.

No fue muy difícil deshacerse de ellos, unos cuantos cadáveres mas no harán la diferencia, pronto tomaron lo que sus víctimas saquearon y siguieron adelante, mientras más se acercaban, más horrible parecía el destino que habían sufrido sus camaradas y enemigos por igual. A tiros, desfigurados, partidos a la mitad, desangrados, quemados, despedazados, parecía no haber límite para la crueldad humana a la hora de matar.

Finalmente lograron llegar a la puerta e ingresar a las instalaciones, rápidamente se pusieron en guardia y comenzaron registrar cada habitación hasta llegar al cuarto de control.

No parece haber nadie – afirmó un soldado mientras miraba observaba sus alrededores.

Antes de poder decir algo más, un disparo retumbó en todo el lugar,

Viene de la sala control – dijo el líder mientras encontraban posiciones defensivas – Vamos ya – gritó mientras apuntaba a la puerta.

Un desgarrador alarido siguió al estruendo del disparo, de una patada echaron la puerta abajo, solo para ver aquel extraño escenario.

En el macabro escenario, rodeado de cadáveres que contaban historias truncadas de desesperación, un joven de apenas veinte años emergía de la carnicería. Bañado en sangre y cubierto de heridas, sostenía un revolver con firmeza mientras permanecía arrodillado. Un improvisado vendaje en su brazo herido, con un trozo de tela marcada por el símbolo que también adornaba su desgastada armadura, apenas visible entre los estragos de los múltiples disparos que había recibido. Su mirada, perdida en el abismo, parecía ajena al desolador panorama que lo circundaba.

"Pensábamos que no había sobrevivientes", murmuró el líder de escuadrón al aproximarse al joven. "Levántate, muchacho. Felicidades, eres un héroe".

El chico tardó un momento en volverse hacia él, una mirada profunda como si pudiera vislumbrar más allá de lo tangible, escrutando al líder hasta el alma. Un gesto que hubiera inquietado a cualquiera. Luego, volvió su mirada al vacío.

"Suficiente. Vienes con nosotros", declaró el líder mientras lo tomaba del brazo.

Casi al instante, la mirada del muchacho se transformó en furia desbordante. Apuntó con el otro brazo, disparando sin previo aviso. El líder, sin pensarlo, esquivó el proyectil y respondió con contundencia: un agarre firme en la muñeca, seguido de un golpe certero en el rostro. Un cabezazo brutal lo hizo retroceder, dejandole la nariz rota.

Un soldado se acercó, y con un culatazo dejó al joven inconsciente.

"Descansa, héroe", murmuró el líder con sarcasmo mientras el chico caía al suelo.

"¿Qué hacemos con él?" preguntaron.

"Pues lo llevamos de vuelta y preguntamos qué mierda pasó", gruñó el líder, aún sangrando. "Aunque sea como fuere, el único sobreviviente es él, y es de los nuestros. Ustedes dos, llévenlo de vuelta tras las líneas. Creo que está traumatizado", ordenó.

"¡Sí, señor!",respondieron al unísono, y se retiraron, dejando tras de sí el rastro de unaguerra que se libraba tanto en el campo de batalla como en las mentesfracturadas de aquellos que la sobrevivían.

Lucky LandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora