Capítulo 2: Fleur

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Los aviones nunca me habían gustado, pero por Fleur hubiese ido andando hasta París. 


De pronto, el avión comenzó a moverse y cerré muy fuerte los ojos para no pensar en lo que estaba a punto de pasar: íbamos a despegar. Los volví a abrir cuando ya estábamos en el aire y pude ver como nos alejábamos poco a poco de mi cuidad.


No miré el reloj en todo el vuelo para no estresarme, prefería mirar por la ventanilla del avión e imaginarme mi vida en París. De siempre es sabido que es la ciudad del amor y eso me entusiasmaba bastante; luego, estaba el hecho de conocer en persona a Charlotte después de año y medio hablando solo por teléfono; y, como no, hacer sonar mi nombre y el de la banda en lugares famosos y concurridos de París.


Pero no tuve mucho tiempo de seguir imaginándomelo todo cuando el avión aterrizó y empezamos a salir. Cogí mi maleta y seguí a la gente que iba conmigo al avión porque, de pronto, me di cuenta de que no sabía tanto francés como pensaba. Logré salir sin perderme y allí estaba ella: alta, morena, de ojos tremendamente grandes y oscuros, el pelo a lo Amélie y sus piernas largas y esbeltas. Más alta que yo, pensé, pero no. Solo un centímetro más pequeña.


—¿Brad? ¿Brandon? —me preguntó y enseguida reconocí su voz y sonreí.

—El mismo —contesté dejando la maleta en el suelo para abrazarla. Su olor me recordó al de la miel, a algo dulce que no llegué a descifrar... como a tarta de arándanos.

—Vaya... te había imaginado rubio y de ojos claros —me examinaba de arriba abajo con sus ojos negros y brillantes.

—Yo también te había imaginado distinta, Charlotte.

—Bueno —dijo cogiendo mi maleta— cuéntame qué tienes pensado hacer con Fleur, ¿vas a pedirle salir de una vez?

—No, no lo sé —titubeé— ella, ella es tan...

—Bonita, encantadora, simpática... pero tonta —sentenció Charlotte con la convicción de que nuestra amistad le permitía insultar al amor de mi vida y me sentí un poco ofendido- Perdona, Brandon pero es que ahora que te veo en persona y que sé cómo eres por dentro... no entiendo como esa tal Fleur no se ha lanzado a la piscina de una vez —me sonrojé y no supe si sentirme halagado o seguir molesto.

—Fleur es buena chica, estoy enamorado de ella y ella de mí.

—¿Entonces por qué no le pides salir?

—Porque tengo miedo a que me rechace.

—Cariño, si tuvieras miedo a que te rechazara no estarías aquí ahora mismo... —dijo saliendo del aeropuerto todavía con mi maleta.


Me quedé un rato pensando en lo que Charlotte me había dicho y me subí a su coche rojo con asientos tapizados en blanco todavía pensando en lo mismo. Entonces fue cuando tomé la decisión de hacerlo, sí, le iba a pedir a Fleur que fuese mi novia y si era verdad lo que me dijo en mi casa, aceptaría sin dudarlo. Pero tenía miedo, mucho miedo. Fleur podía resultar tan impredecible como preciosa.


Charlotte condujo rápido hasta su casa en pleno París. Me bajé del coche y me quedé mirando la fachada del pequeño edificio con ático doble y balcones que no se sabía si eran balcones o ventanas grandes. Charlotte volvió a cargar mi maleta y abrió la puerta con su llavero plateado y rosa. El edificio era antiguo así que no había ascensor y resultó que Charlotte vivía en el ático doble.

El olor a miel de mis musasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora