Uno de mis hijos interrumpe mis recuerdos cambiando la bolsa de suero, preguntándome como estaba, con una mirada melancólica, no pude evitar soltar una risa ante la pregunta.
-Bien —reía- solo recordaba algo del pasado, como cuando me fui de casa, quien diría que el joven que quería ser músico terminaría siendo un gran y frio empresario- le decía viendo mis arrugadas manos, la quimioterapia no me había funcionado de nada, a mi edad y sin darme cuenta el cáncer ya se había expandido por todo mi cuerpo, quien diría que el ser un fumador empedernido me traería la cuenta uno de estos días.
-No digas eso papá, a pesar de que eres un gran empresario, has hecho cosas buenas, como la escuela de música por ejemplo, para mi has sido un buen padre- trataba de reconfortarme mi hijo menor, el que más ha estado conmigo, ya que los otros dos que tengo me han dejado de lado al saber que ya no podría darle cosas caras para navidad, sus cumpleaños y ese tipo de cosa, pero eran tan "amables" como para venir a verme de vez en cuando y preguntarme a quien dejaría como heredero.
-¿Te conté de mi primer amor? Si es que se le puede decir primer amor —lo miraba con mis cansados ojos mientras él me arreglaba el tanque del oxigeno.
-No nuca me lo has contado, ¿Cómo era?- me decía algo sonriente al ver que le hablaba de algo de mi pasado.
-La conocí antes de subirme al tren que cambiaria mi vida —le decía fijando mi vista en el techo- ella era hermosa, bueno, cuando una mujer está embarazada se ve hermosa —decía entre una sonrisa, el había tomado una silla y la había puesto al lado de mi cama para escúchame con una taza de té- después de esperar un rato en la estación por el tren, por fin llego y me subí, podía ver como la tierra de apoco se cambiaba a cemento... y por fin llegue a Inglaterra, parecía turista en esa ciudad —solté una seca y áspera risa-... impresionándome con cada cosa que veía en Londres, recuerdo que lo primero que hice fue encontrar un lugar donde quedarme, había una pequeña posada cerca de la ciudad... -tomaba pequeñas pausas para respirar-... me quede un mes allí, un día mientras caminaba por una de las calles la encontré de nuevo, a ella, se me había olvidado preguntar cuál era su nombre, estaba sentada afuera de un restaurant tomando una taza de té, me alegre tanto al verla que fui corriendo donde ella a saludarla... pero cuando me iba acercando su rostro no se veía como la primera vez que la vi, sus ojos verdes se veían opacos, tristes y al parecer ya no estaba embarazada, ¿el niño habrá nacido prematuro? Me preguntaba, me senté en su mesa cuidadosamente, después de hablar un rato con ella, me conto que en tren que iba hubo un accidente y que el tren se descarrilo, muchos murieron y entre ellos, estaba su hijo... lo había perdido para siempre. Estaba atónito, no podía creer que la misma mujer que veía ahora, tan vacía y sin vida, era la misma que me había dicho que quería escucharme tocar la guitarra con tanta amabilidad, a pesar de todo ella trataba de darme una sonrisa.
-lo siento... no sé qué decir...-mi hijo observaba su tasa algo triste por lo que me contaba. —En eso ella tomo mi mano sonriendo.
Me dijo -No estés triste, mi niño puede que ya no este, pero aun así debo seguir y disfrutar mi vida, el ahora es mi pequeño ángel de la guarda, siguiéndome a todos lados y esperando que sea feliz.
-Mire fijamente sus ojos al oírla decir esas palabras y ver como se limpiaba el rostro por las lágrimas.
-¡Bien!-respiro con fuerza- Ven, quiero mostrarte algo —me dijo tomándome de la mano apresurada, page la cuenta y la seguí, mi corazón latía con fuerza como ella me arrastraba a su mundo, caminamos por calles viejas y poco pavimentadas, me mostro el gran reloj, los parques de Londres y muchos lugares, ya al anochecer me llevo a un edificio, el más grande de la ciudad y nos acercamos al balcón, ella abrió sus delgados brazos, el viento londinense hacia bailar algunos mechones de su corto y castaño cabello. Yo la contemplaba fascinado, pero yo sabía... yo sabía que por dentro ella estaba sufriendo, estaba enojado con migo mismo por no saber qué hacer, no poder consolarla. Ella se giro hacia mí y sonrió como la primera vez que nos conocimos, con sus ojos verdes y otra vez libres.
-Sabes, el viento es como la vida, pasa por distintos lugares, llega a diferentes personas, trae recuerdos y se lleva algunos, pero siempre sigue, nunca para.
Dijo viendo el atardecer, el cual se escondía entre unas casa de la ciudad, después de eso no la volví a ver más en Londres.
-¿No la volviste a ver más? —Me decía mi hijo fascinado al escuchar mis recuerdos y con ojos tristes —Pero pobre de ella... perder a su hijo.
-Sí, no la volví a ver más en Londres, pero cuando viaje a Alemania, la encontré como camarera en la ciudad de Berlín, yo ya era alguien conocido por mis buenos negocios. En Inglaterra ya había empezado mi pequeña empresa. Otra vez salimos y me mostro bellos lugares de ese país, esta vez vimos juntos el amanecer y otra vez no la volví a ver. Viaje por toda Europa, Francia, Italia, Rusia, Polonia, Austria, en todos esos lugares la encontré, y en todos esos lugares, disfrute un día de su vida.
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Su nombre.
Short StoryEs una historia corta, un recuerdo antes de morir. Un recuerdo de haber sido libre.