🍂SIETE

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CAPÍTULO SIETE🍂

La cita y otra invitación🍃

Una mueca se formó en mi rostro al ver mi imagen a través del espejo de cuerpo entero que tenía en una de las paredes de mi habitación. Me veía muy diferente con la ropa de Ellie, unos pantalones demasiado ajustados para mi gusto, una blusa que se pegaba a mi busto haciéndolo resaltar de una manera llamativa y ni hablar del escote. Todavía no me colocaba los zapatos que me dejó Ellie, de tan solo verlos me dolían los pies.

No debí de hacerle caso y ahora no tenía que ponerme, toda la ropa de mi armario estaba tirada sobre la cama. Minutos antes estaba buscando un atuendo que reemplazará lo que llevaba puesto, pero no logré conseguirlo. No encontraba algo que ponerme entre la montaña de prendas que yacía entre las sábanas de mi cama.

—¿Qué es lo que piensas?

Pegué un grito de aquí a la luna al escuchar la voz de Dylan. Di media vuelta buscándolo con la mirada, mis ojos dieron con él. El pelinegro estaba pasando por la ventana que llegaba a mi habitación.

Lo miré con extrañeza y un tanto aterrada por el susto que me acaba de dar.

—¿Qué sucede contigo? —pregunté apenas las suelas de sus zapatos chocaron con la alfombra—, no, lo más importante es ¿Cómo diablos subiste?

—Por el árbol, duh —dijo con obviedad.

—¡Estás loco!

—Relájate, no le tengo miedo a las alturas —habló lo más calmado—, además vine a darte ánimos, por cierto tu habitación está hecha un desastre —dijo al dar una rápida mirada a la habitación.

—Ni me lo digas —murmuré sentándome a orillas de mi cama. A mi alrededor, todo era un desastre, algo sorprendente en mí.

Sí me estresaba ver una arruga en mis sábanas, me estresaba mil veces ver mi habitación patas arriba.

Sentí la mirada de Dylan puesta en mí, por lo que me sentí expuesta ante sus ojos. Este estilo no era para nada mío.

—Te ves muy...

—Mal, lo sé... No debí hacerle caso a Ellie —Bajé la mirada.

—Iba a decir que te ves muy bien. —Alcé un poco la mirada para verlo—, pero no es tu estilo.

—Lo sé.

Lo miré de reojo, sus verdosos ojos dejaron de mirarme para comenzar a rebuscar en la gran montaña de ropa que tenía.

—Ten, esto es bonito —Dylan me entregó dos prendas que sacó de todo el revuelto de mi ropa. Lo miré con duda y acepté.

Me dio una última mirada antes de darme la espalda en un acto de darme privacidad para poder cambiarme. Ese gesto me pareció muy caballeroso por su parte, nada que ver con el chico que contagió clamidia a casi todas las de último año.

Con rapidez me quité la ajustada ropa, la hice a un lado y comencé a vestirme. Al terminar, miré mi reflejo en el espejo.

Esa era yo.

Un lindo suéter blanco de mi talla con una falda negra que cubría lo necesario. Era invierno por lo que me puse unas medias largas que me protegerían del frío.

—Ya puedes voltearte —dije.

Dylan dio media vuelta, sus ojos fugazmente inspeccionaron mi atuendo y me regaló una sonrisa que no supe interpretar.

—Ahora ya eres Gwendolyn la bibliotecaria. —Fruncí mi ceño, Dylan sonrió con burla—, te ves bien, esa falda es muy sexy.

Puse los ojos en blanco ignorando su comentario. Tomé asiento y me calcé mis típicas botas, las cuales eran mis favoritas.

Me iré en otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora