Selfies

0 0 0
                                    

Habían pasado ya varios días y Vega estaba encantada en su nuevo apartamento. Desde su terraza podía ver la actividad de la calle, la ida y venida de los vecinos, la charla de los viejos en los bancos, los niños en bicicleta y en este preciso momento, también podía ver a su vecino raro sentado en la puerta del café de donde salió el otro día. Estaba sentado junto a una mesa al sol, escribiendo en un cuaderno. Vega se detuvo a observarlo durante un tiempo porque, tal y como le había pasado el día de la cometa, era realmente fascinante mirarlo, aunque Vega no entendía bien porqué. Pasado un tiempo, se dio cuenta de que no estaba escribiendo, estaba dibujando. Llevaba tiempo ensimismado en su cuaderno, tanto que, si era el camarero, no atendía a ningún cliente. Bien pensado, Vega no había visto entrar ni salir a nadie en el rato que llevaba mirando y, además, solo había una mesa fuera.
Entonces empezó a fijarse en el escaparate. Había un gran ventanal desde donde se veía el interior del establecimiento y, para la sorpresa de Vega, no veía una barra de bar, sino estanterías con libros en la parte izquierda del local y enfrente toda una pared vegetal. En medio había dos mesas redondas y al final, aunque no se veía muy bien desde la altura de la terraza, parecía haber una mesa de dibujo.
Vega dirigió su mirada de nuevo a la parte de fuera, intentando buscar algún letrero en la fachada que le diera una pista, pero lo único que destacaba era la cantidad de plantas que la cubrían. Era un espacio precioso, curioso. Cuando Vega volvió a reparar en el joven, este la estaba mirando, con una sonrisa, levantó su taza de café y, agitándola ligeramente, le preguntó a gritos:
- ¿Te apetece un café? Baja, que te invito.
- Hmmm... vale, bajo en un momento. - A Vega no se le ocurrió ninguna excusa rápida para rechazar la invitación. Entró en su apartamento, se puso unas zapatillas de deporte, se puso brillo en los labios, se dio un repaso general frente al espejo y bajó a la calle.
- Perdona, el otro día ni me presenté, me llamo Tomás, ¿y tú?
- Vega, encantada de conocerte.
- ¿Cómo te gusta el café, Vega? ¿Leche, azúcar?
- Poca leche y sin azúcar, gracias.
- Marchando, siéntate por favor- Responde Tomás mientras entra a preparar el café. Vega se sienta y cierra por un momento los ojos para sentir la calidez del sol en la cara mientras se contiene las ganas de abrir el cuaderno para ver qué estaba dibujando.
Al rato Tomás sale  de nuevo con el café y toma asiento.
- Se está bien al solito, ¿verdad? En verano es demasiado, pero ahora mismo es una delicia. En tu terraza da el sol de mañana, y eso también es un regalo. Llevas más o menos una semana viviendo aquí, ¿no?¿Te has hecho ya al barrio?
Vega lo mira con cara rara.
- No, no es que te espíe - Se ríe Tomás a carcajadas, - Es que llevaba meses, desde que el apartamento se quedó vacío, observando la Tradescantia de tu balcón. Hacía tiempo que quería coger algunos esquejes, así que secretamente estaba deseando que nadie alquilara el apartamento porque así algún día llegarían a colgar hasta el suelo y yo podría coger unos trozos - Se ríe Tomás- Por eso no pude creer mi suerte cuando te vi podándola el otro día - Añade.
- Ah, eso explica muchas cosas - contesta Vega - ¿es muy difícil encontrar esta planta? A mí me parece haberla visto en muchos sitios. Yo creo que la puedes comprar en cualquier vivero.
-Si, es muy común, lo que pasa es que, si puedo, me gusta coger las plantas o las semillas de sitios que visito o significan algo para mí y plantarlas yo. Cada una de ellas se convierte en un mini proyecto y además en un recuerdo. - A Vega le da la impresión de que un aire de tristeza le pasa brevemente por el rostro.
-Tengo plantas de absolutamente todas partes: del parque, de la casa de mi abuela, del pueblo, de la costa, de la montaña, de Inglaterra, de Marruecos, ... de todos sitios a los que voy. Son como mis selfies particulares. No todas sobreviven, por supuesto, pero lo hagan o no, el disfrute por intentarlo no hay quien me lo quite. - Añade Tomás esbozando una sonrisa.
- ¿todas estas plantas de la fachada son recuerdos de sitios en los que has estado?
- Muchas, pero no todas. Hay algunas que he comprado y otras que me han regalado .
-¿Las plantas del piso de arriba son también tuyas? - Pregunta Vega observando que hay plantas también en la primera planta del edificio.
-Algunas si. Vivo ahí. ¿Y qué tal te parece el barrio? ¿Te gusta? - Añade Tomás cambiando de tema de forma ostensible.
- Me encanta, aunque aún me quedan muchas cosas por conocer, supongo- Responde Vega - Hace unos días estuve en el parque del arrollo, muy bonito.
- Me alegro de que te gustara, es uno de mis sitios favoritos - le dice Tomás.
Vega espera entonces que añada que él había estado allí con su cometa, pero Tomás no dice nada, así que se ve obligada a cambiar de tema.
- Muy rico el café, ¿abrís también para los desayunos? - Pregunta sabiendo ya de antemano la respuesta, pero no se le ocurre otra manera de preguntar qué demonios es su negocio.
- ¡Ja, ja, ja, no es una cafetería! Se ríe Tomás de manera desenfadada.
- Ah, perdona, no sabía...
- No te preocupes. En realidad es casi una cafetería - añade Tomás riéndose de nuevo. - Soy arquitecto, y me dedico al diseño paisajístico, pero es verdad que este local está concebido un poco como un espacio interdisciplinar y me encanta que la gente entre y se siente a hacer sus cosas o a hablar conmigo. ¡Aprendo tanto de los demás! Te podría decir que, si quisieran, más de uno me podría demandar porque a veces creo que mis diseños no me pertenecen, son una amalgama de ideas sacadas de conversaciones con cientos de personas. He vivido toda mi vida en el barrio, así que conozco a casi todo el mundo por aquí.
- Me encanta la idea- dice Vega, casi sin palabras - ¿y siempre has vivido en este mismo piso?
- No, cuando era pequeño vivía ahí - responde Tomás señalando al piso de Vega - donde vives tú ahora.
En ese momento suena el teléfono de Tomás.
- Perdona, es importante - dice y se retira un poco - ¿Dígame? Si, soy yo... Claro, por supuesto, ahora mismo voy para allá.
Tomás se levanta, cierra la puerta del local y se dirige a Vega.
- Perdona, me tengo que ir. Deja ahí la taza, nadie se la va a llevar, ya la recojo yo luego. Me ha encantado conocerte, perdona que me tenga que ir tan rápidamente, es importante.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 15, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La metamorfosis de Vega Lomu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora