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Casarse con un alfa poderoso y adinerado que perteneciera a un gran clan era considerado un honor, el mejor de los privilegios, ya que este podría brindarle todo lo que necesitara su omega y la posibilidad de tener cachorros fuertes era más grande. Hubo un tiempo en el que Min Ho soñó con algún día conocer a su alfa ideal para formar una familia, sin embargo, con los años ese pensamiento cambió y ahora se encontraba luchando para evitar a toda costa ser propiedad de uno.

Cayó al suelo una vez más, con el polvo entrando por sus fosas nasales, calando incluso a lo largo de su garganta. Sus ojos picaron por el sudor que resbaló desde su frente y de manera torpe pero rápida intentó limpiarlo sin que diese una impresión de lágrimas. No obstante, aún así pudo escuchar un par de burlas por esa simple acción. Las extremidades le ardían por el esfuerzo y por más intentos que hizo para ponerse de pie, fueron en vano; no era alfa, no era capaz de resistir tanto.

—Sólo míralo, es tan débil

—Esto más que una pelea, es una humillación

—¿Quién permitió esta injusticia?

Escuchó una campanada y su vista fue directo al suelo mientras intentaba controlar su respiración, y sobre todo, sus sentimientos. Ahora sí quería llorar pero debía ocultarlo con todas sus fuerzas para evitar más vergüenza a su familia. El alfa con el que luchó le extendió la mano para ayudarle a ponerse de pie, quizás siendo demasiado amable, así que agradeció en un murmullo y se alejó rápidamente del sitio para evitar que toda esa gente continuara viéndolo con burla o lástima.

—¡Una vergüenza! ¡Una completa humillación pública!

—Deja de gritar, por favor —Trató de calmar su marido

—¿Qué es lo que puedo hacer en esta situación? Todo mi esfuerzo se fue al carajo

—Lo lamento, madre —murmuró Min Ho, con el rostro entre los brazos de su padre, quien no lo soltaba desde que la mujer entró a la sala

—No necesito tus lamentos —Le miró, con más frialdad de lo usual—. Esto me pasa por creer en algo tan inútil —Se dio media vuelta—. Todo habría sido tan fácil si desde un principio hubieses aceptado tu destino como omega

—Al menos él trató de hacer un cambio —Continuó protegiendo su padre

—Pues no resultó y ahora la credibilidad que me costó tanto ganar se ha hecho pedazos

—¿No puedes dejar de culparlo?

—Min Ho ya no es un niño. Seguro tú tienes la culpa de que siga con la misma actitud a pesar de mis entrenamientos —Regresó sus pasos—. Si él se ve débil, yo me veo débil, y el honor de esta familia caerá por ello —Exhaló, bastante harta—. Ahora tendré que entregar a mi único hijo omega como si fuese un débil

—¿Así es como me ves? ¿Un débil?

—Son dos asuntos muy diferentes

Min Ho quería decir algo, defender el poco orgullo que le quedaba, pero al estar entre los brazos de su padre le hacía sentir como un niño que había cometido una travesura sin querer. Quizás su madre tenía razón, quizás jamás debió creer en que podría luchar contra un alfa frente a la legión de híbridos para obtener la decisión de su propio matrimonio. Si se hubiese conformado con lo que los ancianos ya tenían dicho, no habría humillado a su familia de esa manera.

Ahora debía enfrentar la consecuencias de su gran error, porque probablemente ningún alfa de clase alta lo querría como esposo después de la desastrosa batalla, y las únicas propuestas serían de alfas viejos o problemáticos que pertenecieran a pequeños grupos a las lejanías. No quería ese futuro, la mayoría de veces los cachorros no sobrevivían en esas condiciones y él sería obligado a continuar pariendo hasta que al menos uno sobrepasara los cinco años.

Pero su mente regresó a la realidad cuando la calidez de los brazos de su padre lo soltaron mientras continuaba discutiendo con su madre, inútilmente, quien se veía tan molesta y decepcionada de él, tanto  que incluso ya ni siquiera lo miraba. Se sentía tan culpable y avergonzado, arrepintiéndose de haber pedido esa oportunidad a los quince años, pues ahora que había cumplido veinte, sentía que era la peor decisión de su vida.

(...)

Caminó con pequeños pero veloces pasos hasta llegar a su habitación mientras Ji Sung, su joven sirviente, le seguía tan rápido como sus pies se lo permitían, y una vez ambos entraron, cerró las puertas. Min Ho no se detuvo hasta encontrarse frente a su cama, donde cayó de rodillas y escondió el rostro entre sus brazos. No podía seguir soportándolo, se sentía el ser más inútil luego de aquello y ahora todo lo que quería era llorar hasta que las lágrimas no salieran más.

—Joven Lee… —Se colocó con cuidado a su costado

—No lo entiendo —sollozó—. Entrené tan duro para nada

—No se sienta mal, hizo su mayor esfuerzo a pesar de todo

—¿Qué importa el esfuerzo? —Levantó un poco la cabeza, limpiando sus mejillas con sus mangas—. Ahora me casaré con un alfa que ni siquiera conozco

—Quizás sea audaz de mi parte, pero me pareció que los ancianos querían que perdiera a toda costa

—¿Eso crees?

—Usted vio el tamaño de ese alfa, no era una pelea justa —Min Ho suspiró con pesar

—También lo pensé, pero no tengo la autoridad para decir algo —Sus ojos volvieron a cristalizarse—. Mucho menos ahora

—No arruine su rostro con lágrimas, joven Lee —Se acercó un poco más luego de sacar un pañuelo—. La belleza es algo fundamental en un omega —Lo pasó con suavidad sobre las mejillas ajenas

—No quiero casarme con alguien más viejo que yo, ni tampoco que sea violento

—Tenga por seguro que no será así. Su madre puede ser bastante dura pero no sería capaz de entregarlo a una mala persona

—No lo sé… está tan enojada

—La señora Lee lo quiere mucho, es sólo que ahora está muy estresada y dice cosas de las que se arrepentirá luego. No se preocupe

•••

—Tengo una carta para la señora Lee —habló el mensajero, interrumpiendo el silencio que reinaba la sala

—Dámela —Se puso de pie y el hombre se acercó para entregarle el sobre

Min Ho simplemente continuó con lo suyo, no era la primera carta que llegaba desde hacía un par de semanas, incluso las conservaba sobre su mesa mientras se decidía por cual alfa era el menos peor para el matrimonio. Al menos eso se lo agradecía, pues no lo había entregado con el primero que le hiciera una propuesta gracias al enojo. Aunque continuaba castigado, reescribiendo algunos libros de guerra para ella.

Sin embargo, no la escuchó chascar la lengua ni tampoco regresó sus pasos hacia la mesa para amontonar otra carta más, en esa ocasión realmente parecía interesada en terminar de leer lo que contenía aquella hoja. Así que detuvo la escritura un momento para descansar su mano y alzó la vista, sorprendiéndose de verla con una ligera sonrisa en su boca. ¿Estaba tan molesta que sonreía o se trataba de una buena propuesta? La respuesta llegó cuando fue mirado de vuelta.

—Tenemos buenas noticias

Red Silk [Chanho] MiniFicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora