Un auto recorría la carretera de un viejo camino que atravesaba un bosque profundo y frondoso. Todo parecía en calma, el sol brillaba y la naturaleza era hermosa, sin embargo algo ocurrió, el auto comenzó a acelerar sin control repentinamente.
El motor del auto rugía mientras se desviaba del camino, entrando en el denso bosque.
Dentro del auto, se escuchaban gritos, estos provenían de una niña indefensa, quien estaba aferraba al asiento trasero mientras lágrimas desesperadas corrían por sus mejillas.
Sus manos golpeaban el cristal de las ventanas mientras gritaba por ayuda, pero todo era en vano, pues no había nadie que pudiera rescatarla.
El auto perdió el control por completo y terminó en la parte más profunda del bosque, perdiendo el rastro de la luz del sol.
El ruido del motor se mezclaba con los ruidos de agonía de la niña cuando, justo antes de que el auto chocara contra algo, una luz cegadora iluminó el bosque. Aquella luz venía acompañada de un estruendo ensordecedor y aterrador que resonó en el aire, desconcertando a todo aquel que lo escuchara.
Esto hizo que la niña cerrara sus ojos con fuerza mientras trataba de cubrirse. Sentía el pánico y la desesperación apoderándose de su corazón, cuando de repente, Elena despertó.
El corazón de la joven latía tan frenéticamente en su pecho que parecía que se saldría de este. Había despertado bruscamente, empapada de sudor, con la respiración agitada y los ojos llenos de temor.
Se sentó al borde de la cama mientras apretaba fuertemente sus sábanas, pero por otro lado, su mente cuestionaba por qué esa pesadilla específica la afectaba tanto, por qué le hacía sentir una sensación de peligro inminente y cuál era el origen de esta.
Lágrimas no paraban de brotar de sus ojos y todo su cuerpo temblaba. Para poder tranquilizarse, Elena comenzó a respirar profundamente.
Sin embargo esto no la distrajo mucho tiempo de las preguntas que seguían invadiendo su mente. Intentaba una y otra vez responder aquellas pero todo lo que encontró fue un vacío desconcertante.
Su reloj marcaba las dos de la mañana y el silencio junto a la oscuridad de su cuarto la atormentaban, por lo que luego de estar más tranquila, se levantó y dirigió al baño.
Estando allí frente al espejo, no soportó ver el miedo en su rostro, así que humedeció y secó su cara para luego regresar a la cama e intentar dormir de nuevo, como solía hacer cada noche luego de aquel tormento rutinario.
- Solo quiero que termine ya... - susurró Elena entre lágrimas en la intimidad de su cuarto, antes de quedarse profundamente dormida.
Por la mañana, despertó con el suave pero intenso aroma del café que flotaba desde la cocina. Ese olor, acompañado por la luz del día acercándose, la alegró ya que le recordaba que el tormento nocturno ya había pasado.
Elena se levantó de su cama, lavó su rostro y se dirigió hacia la cocina. Abajo la esperaba su madre, Verónica, quien escuchaba en la radio a su predicador favorito mientras hacía el desayuno, como era costumbre; por otro lado se encontraban Damián y su hermano Mateo, quienes desayunaban en la mesa.
- Buenos días cariño ¿Cómo dormiste? - saludó Verónica a su hija con un beso antes de servirle el desayuno.
- No muy bien. Otra vez la pesadilla. - respondió mientras se frotaba los ojos.
- ¿La misma? - preguntó preocupada.
- Sí, la misma - suspiró - Sigo sin saber qué pasa.- Tranquila Elena, solo es un sueño más y algún día lo vas a superar - interrumpió Damián mientras se acercaba a la cocina por otra taza de café.
- Pues espero superarlo pronto - suspiró algo desanimada.
Repentinamente Elena sintió como algo le golpeaba la espalda, era Mateo molestando a su hermana, como cada mañana.
- ¿Superar qué? - Interrumpió
- ¿Y no eres metiche? - rió Elena, cargando a su pequeño hermano.
Así transcurrió el tiempo, hasta que un par de horas más tarde, Elena y Mateo salían de su casa apurados, pues iban un par de minutos retrasado a la escuela, como era costumbre.
Solían caminar a la escuela ya que no quedaba muy lejos de su casa, sin embargo, el camino se le hacía aún más corto a Elena ya que no le agradaba la idea de ir a la escuela.
No era por ser mala estudiante o algo similar, sino que se le dificultaba hablar con los demás estudiantes ya que, junto a su familia, eran relativamente nuevos en el vecindario y no conocían a nadie.
- ¡Apúrate, Elena! ¡No quiero llegar tarde otra vez! - Mateo jalaba una y otra vez la mano de su hermana haciendo que ella se sacudiera de un lado a otro.
- ¡Ya, tranquilo! Vamos a tiempo - respondió mientras trataba de ver la hora en su reloj en medio de tanto ajetreo.
A pesar de la insistencia de su hermano, Elena no pudo ignorar el nudo que se formaba en su estómago con cada paso que se acercaba a la escuela. Para su mala suerte, esto no pasó desapercibido por Mateo.
- ¿Te sientes bien? - paró de repente el pequeño.
- Sí, solo es la escuela, ya sabes. No es mi lugar favorito.
- Pero ¿y si hoy intentas hablar con alguien? Para que no estés sola - preguntó Mateo tomando de la mano a su hermana.
- Está bien, lo intentaré pero no prometo nada. - respondió con una risa nerviosa - Nunca sé bien qué decir y aún no conozco lo suficiente a mis compañeros.
- Inténtalo o le diré a papá - amenazó Mateo cruzando los brazos e inflando sus mejillas, había puesto una cara de enojo muy infantil.
- Inténtalo y verás como te va conmigo - amenazó Elena a su hermano - No querrás que Damián se entere de lo que hiciste ¿O si?
- No no, olvida lo que dije - siguió caminando Mateo como si nada hubiera pasado.
Elena solo soltó una pequeña risa de victoria. En realidad no quería que Mateo hablara de eso con Damián, ya que siempre que se tocaba el tema, él y su mamá solían discutir.
Al llegar a la escuela, Elena se encontró con una mezcla de emociones. Había miradas curiosas que la seguían con detenimiento desde el momento en que entró al lugar. Todo aquello le incomodaba, pues prefería pasar desapercibida.
Mateo, en cambio, se sumergía con facilidad en el ambiente escolar, saludando a todos con una energía contagiosa y con actitudes infantiles que solo los de su edad entendían. Lo sorprendente de todo aquello era que, a pesar de llevar un par de días desde que iniciaron las clases, él ya era amigo de todos en su curso.
- ¡Nos vemos luego, Elena! ¡Suerte! - se despidió su hermano antes de entrar corriendo al edificio de la primaria junto a sus compañeros.
Elena solo sacudió la mano de un lado a otro, despidiendo a lo lejos a su hermano, pues trataba de evitar llamar aún más la atención.
La jóven caminó hacia el edificio de secundaria y cruzó aquella puerta con una mezcla de miedo e inseguridad, pues no sabía lo que la vida le prepararía aquella mañana.
Sin embargo, sabía que debía esforzarse para que aquella fuera una buena semana y a su vez, un buen inicio. Después de todo, una vez más tenía la oportunidad de comenzar de nuevo en aquel pueblo y aquella escuela
ESTÁS LEYENDO
Laberinto En La Memoria
Teen FictionPerturbada por una pesadilla recurrente que la atormentan desde hace años y una sensación de que algo en su vida no encaja, Elena decide emprender un viaje en busca de respuestas que hasta el momento nadie ha querido darle. Con tan solo unas cuantas...