Parte VIII LA ULTIMA CAIDA

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Parte VIII

Colocándose enfrente de mí, me miró a los ojos  con una tierna sonrisa, su mano extendió dulcemente…

Parecida a la de mi madre, con la misma belleza con la que me ha arrullado desde que nací…

La cual también me ha servido de aliento cuando ella estaba ausente en los momentos íntimos de mi silencio…

Cuando el cariño proveniente de la mujer que dio la vida no era suficiente en el silencio de su comprensión ella complementaba ese amor.

Era entonces, mi alma y mi corazón destrozados por la batalla que tuvo lugar, sentí aquel corazón desnudo, repleto de las heridas de aquel amor…

Estando en aquel suelo, pude comprender una verdad, mi vida dedicada a batallar por el amor, pero nadie le importó lo que alguna vez pude sentir…

En la sombra de mi camino se encontraban dispersos los últimos vestigios de aquella armadura llamada confianza…

Sus restos eran polvo fino teñidos con la sangre de este noble corazón, que sin pensarlo se entregó por amor…

En mi silencio los demonios que acompañaban mi corazón comenzaron a surgir uno a uno…

Solo en esta vez no aparecieron para azotarme, solo esta vez no vinieron a atormentar la conciencia de este caballero..

Una tregua habían hecho los demonios con mi corazón, era justo aquello que estaba ocurriendo, habían pactado para brindarme su apoyo…

Mientras yacía en aquel suelo, consumido por el dolor de aquella batalla, solo en sus ojos pude sentir un poco de paz…

Destrozado sentí su delicada piel de aliento, la cual sin pensarlo me propinó una cachetada, haciéndome reaccionar ante aquel dolor.

por primera vez aquella amiga me dijo algo, jamás olvidaré sus palabras, fue entonces que mi soledad me recordó que nadie muere por amor…

Encontrando el sentido a esta guerra que estaba librando desde antes de nacer, fue entonces que aquella realidad por fin pude comprender.

El corazón de quien se pretende querer, primero debe de entender el significado de aquellos sentimientos de antaño.

Mi error fue creer en alguien más que mi soledad, los demonios que alguna vez azotaba mi pasado, hoy me mostraban el camino que debía recorrer.

Un soldado de las causas perdidas me considere, alguien que siempre creo en los demás, pero que nadie creo en este corazón…

Fue entonces que me levanté no dejando de mirar a la amiga que hoy llamo soledad…

La dulzura impropia de un hombre era la firma mostrada a la sociedad, si quería amar de verdad, debía entonces de cambiar a esta sociedad…

El caballero de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora