Capítulo 1: Un nuevo comienzo, o eso creo.

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Chanel

Abrí mis ojos despertando lentamente, la luz del alba se colaba entre las cortinas dándome los buenos días mientras bostezaba. Era un día frío de octubre, los árboles se mecían gracias a la suave brisa que hacía que sus hojas doradas volaran. Sonreí al ver por la ventana el sol naciente.

Me levanté de la mullida cama con la pereza, mientras me estiraba di unos cuantos pasos para sentarme en la pequeña cómoda de mi habitación. De golpe al verme en el espejo recordé en qué día era.

-Es hoy. -Se me escapó un hilo de voz entre mis labios en forma de susurro mientras observaba mis ojos y cabello azules. Mi mirada pasó a la marca de mi cuello. No sabía cómo es que la tenía, de pronto un día apareció. Un tatuaje de una luna y un sol partidos por una brecha. Al tocarlo con la punta de mis dedos sentí mi piel cosquillear y ponerme los pelos de punta. Una sonrisa iluminó mi rostro para enérgicamente peinar mi flequillo y tapar la marca del cuello con el pelo.

Agarré mi vestido blanco favorito y me lo puse guardando todas mis pertenencias en una maleta saliendo de mi habitación. Llevaba viviendo en este centro de acogida desde que era una enana. Aunque no recordase muy bien mi pasado, sentía una calidez en mi pecho inexplicable. Mis escasos recuerdos, experiencias, iban a quedarse aquí, permitiéndome avanzar en un nuevo capítulo de mi vida.

Al llegar a la puerta me recibieron varias de las maestras, en sus ojos se podía ver la preocupación y el remordimiento de lanzar al mundo real a una chica que acaba de cumplir la mayoría de edad.

-Chanel ten mucho cuidado, sobre todo evita la magia oscura...

-Porque una vez que la usas no vuelves a ser la misma persona, lo sé. -Dije interrumpiendo terminando la frase que tantas veces nos habían repetido desde pequeña para sonreírle. Las maestras sonrieron, aún no muy convencidas, me abrazaron despidiéndose mientras me alejaba cada vez más de la puerta. Al llegar al límite del terreno rodeado de altos muros, quedé delante del umbral del muro que separaba el mundo peligroso de la burbuja perfecta que era la casa de acogida, sin ninguna magia que pudiese dañar. Sentí como en mi estómago se desataba una tormenta notando el oleaje en forma de nervios, paralizarme.

Esto es lo que siempre he soñado...

Vamos avanza.

He de buscar respuestas, encontrarme, encontrar a mis padres...

Avanza.

Moví mis pies caminando y saliendo del recinto por primera vez en mi vida, las puertas se cerraron detrás de mí por culpa del aire que azotaba mi cuerpo levantando la primera capa de mi vestido.

Luego de unas horas caminando por los alrededores del frondoso bosque que las maestras me habían advertido hasta la saciedad que no entrara, logré divisar entre las hojas siseantes una señal que indicaba que estaba en los territorios del reino donde habitaba la luz, la prosperidad, el reino de Fenua. Di una vuelta mirando el mapa sin levantar la vista cuando choqué con alguien cayendo al suelo.

-¡Pero! Oye al menos pide perdón. -Dije con el ceño fruncido al levantar la vista cuando vi la figura con la que me había chocado segundos antes.

Era un chico alto, de cabello castaño con reflejos dorados, como las hojas que nos rodeaban. Tenía la espalda ancha y en el momento que giró levemente la cabeza sentí un escalofrío al ver una pícara y burlona sonrisa se formaba en sus labios. No le había visto la cara, pero sabía que era un creído, por la forma en la que se rió desapareciendo de ahí. Un creído bastante apuesto.

Me levanté del suelo limpiándome el vestido, el cual ahora estaba algo manchado, suspiré mirando al frente, peinándome con los dedos el pelo, tapando mi marca nuevamente. Miré al frente viendo lo que había estado buscando, la puerta del reino. La había tenido enfrente todo este tiempo y no me había dado cuenta. Los muros estaban cubiertos de enredaderas que llegaban a lo más alto de este, en esta época del año las flores eran escasas, pero estas eran completamente diferentes, creadas por la esencia pura de la magia de luz, permitía que no se marchitarán ni aun en el invierno más gélido de todos. Alcé mi mano poniéndome de puntitas agarrando una, marchitándose con el simple roce de mis dedos.

Aura MixtaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora