Capítulo 3

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Cerré la puerta de la habitación de mi primo, pretendiendo hacer el mínimo ruido para no interrumpir lo que estaban haciendo los dos en su cama.

Cada día alucinaba más con Álex, ya le daba igual que yo pudiese verlo haciendo el acto.

Fui directa a mi habitación en busca de una paz que era imposible obtener teniendo en cuenta que justo al lado tenía la habitación de mi primo el salido. Sin embargo, eso no evitó que me pusiera a sobrepensar. No podía parar de pensar en ese lobo negro, en cómo me hizo sentir o lo confusa que me dejó su existencia. ¿No se suponía que debía de estar contenta por haber visto a alguien de mi misma condición?.

Me levanté de la cama para intentar relajarme. Aún queriendo no pude, ¿cómo me iba a relajar si acababa de descubrir que había uno más de mi especie que ni siquiera conocía? Además, ¿qué me hacía pensar que ese lobo era de fiar? Una parte de mi pensaba que me había estado espiando. Quizás estaba exagerando...

Salí de mi habitación para dirigirme a la cocina. Me sorprendió no oír a mi primo y a la chica gimiendo como dos locos pero me alegré del silencio que se había quedado en el ambiente.

Una vez en la cocina, me puse a hacer tortitas. Seguro que Álex y la chica tenían hambre después de hacer tanto "ejercicio".

Cogí los ingredientes necesarios para hacer unas tortitas ya que eso es algo que le gusta a casi todo el mundo. Espero que esta chica no sea la excepción.

Cuando el olor de las tortitas se expandió por toda la casa, Alex salió de la habitación junto a la chica. Estaba sudado.

- No me puedo creer que estes haciendo tortitas- dijo emocionado como un niño pequeño el día de Santa Claus.

Le lancé una pequeña sonrisa agradecida por su reacción. Me llamó la atención ver como la chica miraba atentamente las tortitas. Supuse que tendría hambre, por lo que les ofrecí comer.

- ¿Queréis tortitas?- pregunté dirigiéndome a los dos- Seguro que tenéis hambre.

Tendría que haberme callado, no haber dicho esas últimas palabras porque la pobre chica se había puesto roja de la vergüenza. Supongo que se había pensado que lo decía con doble sentido ya que el sexo da hambre pero juro que no era la intención.

- O sea, que ya es muy tarde y seguro que tenéis hambre- dije intentando arreglarlo.

Mi primo ahogó una carcajada. "Cabrón" pensé mientras le lanzaba unas de esas miradas que matan.

La chica no paraba de mirarnos divertida.

- Cuanto amor de hermanos veo aquí- dijo entre carcajadas.

Me uní a sus risas. Sorprendente me había caído bien.

- Somos primos- quiso aclarar mi primo- Se nota que yo soy mucho más guapo, obviamente porque mis padres tenían mejores genes.

Por fuera lucía normal, como si nada pero por dentro estaba dolida. No me gustó nada el comentario de que mis padres tenían peores genes, sobretodo porque en cierto modo se estaba metiendo con ellos y me dolía porque aún estaba muy sensible con el tema de lo que les pasó. Sin embargo, no dije nada sobre el tema. Supongo que lo dijo sin pensar. Así es Álex, un bocazas pero es mi bocazas favorito.

Varias carcajadas después nos encontrábamos sentados en la mesa comiendo las (muy) deliciosas tortitas que yo misma había preparado.

- Están riquísimas- dijo la chica saboreando hasta el último trozo de las tortitas.

Le agradecí el gesto con una pequeña sonrisa.

De repente, la chica cambió la expresión de su cara para dirigirse a mi.

Entre las sombrasWhere stories live. Discover now