Narra TN
Aquella noche no pude dormir. Habían tantos pensamientos que cruzaban sin rumbo fijo por mi cabeza, que ni siquiera el famoso té de manzanilla de mamá pudo ayudarme. Podía escuchar la leve brisa que entraba por la ventana, mover las cortinas haciéndolas bailar delicadamente.
–No tengas miedo, tn– me susurró mamá desde una silla al lado de la cama en la que me encontraba recostada.
–No tengo miedo– respondí sin dudarlo un segundo, provocando que un corto silencio inunda la habitación.
–Entonces, ¿por qué no puedes dormir?
Tardé en responder a aquella pregunta, pues me hizo darme cuenta de que probablemente sí era miedo lo que sentía, pero no pensaba darle la razón a mamá tan fácilmente.
–Nunca me he mudado... jamás en mi vida,– respondí posando la mirada sobre ella –y mañana nos iremos de aquí.
–Pero ya conoces ese pueblo, cariño. Aquí casi no hay niños de tu edad, la mayorías son mucho mayores o mucho menores.
El argumento de mamá era totalmente cierto, y la verdad no tengo mucho que perder aquí, pero, a pesar de ello y de que el pueblo al que nos mudaríamos ya lo conozco; me aterra lo nuevo, nunca he comenzado mi vida desde cero, ni siquiera soy la mejor socializando por obvias razones.
Son este tipo de situaciones en las que más extraño a papá.
–Mamá– susurré, ocasionando que ella me preste su total atención, sin embargo no logré hacer que las palabras salgan de mi boca, y nos mantuvimos en silencio.
–¿Recuerdas cómo se ve Alma?– me preguntó sonriente.
–Sí, la última vez que la vi fue hace un par de años, no ha pasado tanto tiempo.– respondí justo antes de un nuevo silencio –Pero es la única a la que recuerdo, en ese viaje nos quedamos solo unas horas, no recuerdo a dónde estábamos yendo realmente.
–Otro pueblo que quedaba relativamente cerca de Encanto– respondió sonriente.
–¿A qué hora será la cena?
Ella miró el suelo tratando de recordar, para luego mirarme nuevamente a mí.
–A las siete, si mal no recuerdo, pero cuando lleguemos preguntaré.
Miré mis manos unos instantes antes de continuar la conversación.
–¿Crees que la señora Alma extrañe a papá tanto como nosotras?– le pregunté borrando la sonrisa de su rostro.
–Ellos eran mejores amigos, tn.– respondió acercándose a mí –Pero no creo que haya alguien en el mundo que lo extrañe tanto como nosotras dos.
Miré mis manos nuevamente, papá murió hace poco más de veinte meses, pero aún lo extrañaba tanto como el primer día.
–Los Madrigal están siendo muy amables al darnos una casa junto a la suya dentro de Encanto. Tu papá y yo siempre los hemos considerado familia, sé que tú no los conoces bien, pero dales una oportunidad, ¿sí, tn?
Asentí tratando de recuperar mi sonrisa, mamá acarició mi cabellera y dejó un beso sobre mi frente justo antes de dirigirse a la puerta.
–Duerme, mañana será un día pesado– dijo justo antes de marcharse, cerrando la puerta detrás de ella.
Una vez se fue, me cubrí con aquella manta que se encontraba sobre mis pies e intenté conciliar el sueño, lo cual, afortunadamente no me tomó mucho tiempo.
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Un ligeramente brusco movimiento sobre mí me hizo despertar, al abrir los ojos pude notar que se trataba de mamá quitándome la cobija.
–Vamos a desayunar, ya son las ocho– advirtió justo antes de cerrar la puerta al marcharse.
No me tomé más de diez segundos antes de levantarme de la cama y frotar mi rostro con las manos en un intento de despertarme por completo. Fui posteriormente en dirección a mi maleta, tomando el el vestido que dejé sobre ella y dirigiéndome con él hacia el baño.
Al mirarme en el espejo pude notar lo despeinada que me encontraba, y en un intento de arreglar mi cabello dejé caer el jabón que se encontraba sobre el lavabo al suelo.
–Mierda– susurré agachándome para recogerlo.
Una vez lo tomé, lo devolví a su lugar y comencé a desvestirme para luego bañarme, acto en el cual no pude dejar de pensar en cómo será el carácter de cada Madrigal, desconocía sus personalidades y ni siquiera recordaba el nombre de todos.
Antes de darme cuenta, ya me encontraba saliendo de la ducha y a punto de vestirme. Una vez me encontraba ya lista, cepillé mi cabello decidiendo no recogerlo, posteriormente tomé todas las cosas que se encontraban en el baño y las llevé conmigo en dirección a mi cuarto, tomé mi maleta y me dirigí finalmente a la cocina.
–Buenos días, mamá– saludé.
–Buenos días, tn.– me respondió al verme –Desayuna, hice empanadas– continuó.
Me dirigí a la mesa y una vez sentada, metí todo lo que estaba en el baño dentro de mi maleta para luego cerrarla.
Al dar la primera mordida, inicié una conversación con mamá.
–Recuerdo cómo se ven Julieta, Félix, Pepa y Agustín...– dejé de hablar para darle un mordisco a mi comida –y Alma también... pero aún me confundo un poco con los demás.
–¿A quienes recuerdas de los demás?
–Luisa es muy fuerte, Isabela es quien hace crecer las flores... Antonio es el bebé...
–Antonio ya no es un bebé– me interrumpió mamá riendo.
Suspiré dejándome caer sobre el respaldo de mi asiento.
–Tranquila, cuando lleguemos preséntate y ellos te ayudarán con el resto– continuó mamá mientras llevaba mi plato ahora vacío a la cocina para lavarlo.
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Después de alrededor de diez minutos ya nos encontrábamos cargando los caballos con nuestras pertenencias.
Al mirar a mamá subir a su caballo, no pude evitar girar la vista en dirección a nuestra vieja casa. Miré aquella puerta fijamente, como esperando a que saliera papá para acompañarnos. Las pisadas del caballo de mamá me sacaron de mis pensamientos.
–Vamos, tn– me dijo sonriente.
Le devolví la sonrisa y me subí finalmente al corcel.
Cabalgamos en dirección a la entrada de aquel pueblo en el que viví mis quince años de vida. Una vez la cruzamos, el aire se sintió distinto.
Fue ahí cuando comenzó nuestro viaje.