Narra TN
Una vez terminó el recorrido, volvimos a casita y la señora Alma nos contó que esa noche mamá y yo nos quedaríamos con ellos. Al enterarnos de que me quedaría con Mirabel, ella me regaló una sonrisa que no dudé en devolverle
–Podemos contar historias...– comenzó a hablar Camilo para luego mirar a Toñito tomándolo por sorpresa –¡de miedo!
El pobre niño se asustó, pero fingió demencia siguiéndole el juego.
–Yo sé muchas hi-historias de m-miedo– respondió amenazante, a lo que su hermano se limitó a reír.
–Ven conmigo, Camilo.– llamó Julieta mientras se dirigía a la cocina –Ya esperaste mucho por tus arepas.
–¡SÍ!– exclamó él siguiéndole el paso, ocasionando risas en un par de los presentes.
Aquel chico se veía divertido, vaya lástima que sea tan grosero. O, por lo que veo, más bien que sea grosero conmigo.
–Muchas gracias por habernos recibido, han sido muy amables con nosotras.– comentó mamá llamando mi atención –Pero creo que– me miró –ya debemos retirarnos, aún debemos buscar a los caballos– agregó riendo.
–¡Oh, es cierto!– exclamó Pepa cubriendo su boca con una de sus manos –Toñito, podrías buscar a los caballos– el pequeño asintió –. Que te acompañe tu hermano– agregó mirando a Camilo.
–Mami– suplicó Camilo acercándose nuevamente.
–De todas formas debes esperar a que estén las arepas– respondió ella, a lo que su hijo rodó los ojos suspirando un pesado "okay".
–Mientras, les mostraré su casa– dijo Dolores integrándose a la plática, y su abuela, sin dudarlo un segundo, puso en las manos de la chica algo que no logré divisar.
–Gracias, Dolores– respondimos mamá y yo.
–Y gracias a ustedes dos también– añadió mamá mirando Antonio y su hermano.
–De nada,– respondió el pequeño con una sonrisa –¡vamos, Camilo!– continuó tomando la mano del chico para luego llevarlo fuera de la casa, sin darle oportunidad de hablar.
–Vengan conmigo– pronunció Dolores invitándonos a seguirla.
Apenas salimos de casita, traté de memorizar el camino que estábamos siguiendo, para mi fortuna, el trayecto fue bastante corto.
–Esta es su casa– anunció Dolores extendiéndole un par de llaves a mamá.
Mamá y yo giramos la mirada en dirección a una pequeña casa a nuestra izquierda. Era amarilla y con un contraste azul en el marco de las ventanas. La parte baja de las paredes tenía un patrón hecho de piedras y el tejado era de un color rojizo, como el de las otras cosas.
–Es hermosa– comentó mamá cubriendo su boca. Yo no pude pronunciar una palabra por más que quisiera, solo podía sonreír. Dolores rió.
–Pásame las llaves– pronuncié finalmente, y mamá me las extendió.
Al abrir la puerta, pude ver en el interior una mesa circular con cinco sillas a su alrededor, y al entrar encontré a su lado la entrada a la cocina, con unas preciosas encimeras. Habían alacenas que al abrir, te dejaban ver en ellas preciosas piezas de vajilla pintadas.
Corría de un lado al otro observando cada detalle de aquel cuarto, hasta darme cuenta de que, fuera él, habían unas escaleras.
–¡Hay un segundo piso, mamá!– exclamé con emoción y corrí en dirección a los escalones.