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"¿Eres la hija de Emma Snake? Lamento decirte que tu madre ha fallecido"

Esa frase rondaba por mi cabeza una vez tras otra, retumbando en lo más profundo de mi cerebro para no irse.

Había muerto después de desaparecer sin dejar rastro, para que después un extraño me dijera por teléfono, que la había encontrado muerta, que apenas sabía su nombre por el DNI que llevaba en la cartera guardada en su bolso.

En ese momento sólo pude pensar en encontrar el motivo de porqué desapareció, pero, ¿realmente yo lo podía encontrar? Opté por buscar en el cajón del escritorio de mi madre pero mientras subía las escaleras, la voz de mi tía me frenó desde el salón.

-¡Rue, ven un momento!

-Voy, tía. -respondí con un tono despreocupado y amable.

-¿Cuando era que tenías cita con la psicóloga? -preguntó. Lo cual me sorprendió porque nunca se había parado a preocuparse por mi salud mental.

-Es mañana, ¿por qué? -dejé ver mi confusión con un alzamiento de ceja.

-Por nada, oye, ¿cómo estás?

Tanta preocupación de la nada me resultaba incómodo y sospechoso incluso, en Dorothy Snake no era normal y menos conmigo después de aquello...

-Pues bien, eso creo. Bueno, eso ya ha pasado hacer tres semanas, todavía duele.

Sí, a la muerte de mi madre la llamaba "eso", pues según mi psicóloga restarle importancia era una forma de autodefensa y normal de cualquier humano, así que nunca me reprendí por eso.

-Nunca dejará de doler, pero debes aprender a vivir con ello y entonces ahí será cuando puedas decir que realmente estás bien.

-Ya. Supongo que tienes razón, me voy a mi habitación.

¿Que le estaba ocurriendo?

Subí por las escaleras y observé por unos segundos la habitación de mi madre, reflexioné si estaba preparada y me armé de valor después de darme unos respiros. La habitación estaba fría y solitaria pero nunca dejó de estar limpia ya que Dorothy se encargaba de ello.

Me senté en la cama y toqué las sábanas con mis manos, allí hace poco más de un mes, mi madre dormía en paz, pues mi madre desapareció dos semanas antes de que la encontraran muerta. Me levanté y fuí a la pared del fondo, una foto familiar de ella, mi hermano Alex, mi padre y yo descansaba en la pared, la quité de allí y la puse sobre la cama. No había motivo para aquello, sólo no podía ver la familia junta en una foto y tan destruida en la realidad.

Por fin me dirigí al escritorio y empecé a buscar, no había nada que pudiera servirme hasta que... "El bloc de notas de Emma Snake" escrito con la letra de mi madre.

Toqué la portada con sumo cuidado y lo abrí, en la primera hoja había dibujado una serpiente, me levanté la sudadera y observé el tatuaje de mi antebrazo del mismo animal.

En la segunda página se podía leer algo escrito que me dejó ensimismada en la frase, leyendola una y otra vez y quisiendo recordar aquello.

"Rue no está bien y es por mi culpa, no me lo perdonaré jamás"

¿A que se refería?

Ah sí.

A las normas tan lúgubres que estaban en casa.

Las que yo rompí.

Norma número 1: nunca debéis bajar al sótano sin ninguno de nosotros.

Las normas eran para Álex y para mí, mamá nos la repetía siempre que se nos ocurría romperlas. Al final nos acostumbramos a respetarlas aunque la curiosidad nos comía por dentro.

Hasta entonces nunca habíamos bajado al sótano, al menos lo que respectaba por mí, pero si había roto otras por simple curiosidad. Muchas de esas normas eran morales, bueno, "morales" eran reglas no éticas pero que en nuestra familia se veían cómo tales, respetables, éticas, de buen hacer...

Pasé la hoja y otra frase bastante curiosa ocupaba toda la página con una letra en cursiva de color negra.

"Ellos ya vienen"

¿Ellos? ¿Quienes son ellos?

Pensé en llevarlo a la policía, pero a parte de que ya era tarde, esto lo tenía que solucionar por cuenta propia.

Y la siguiente página me hizo actuar de forma rápida y eficaz, cómo una de las normas "si algo te impulsa a actuar, no lo dejes ir y tan sólo actúa"

"Observar al señor Brown"

El vecino.

Bajé rápido las escaleras y del perchero de la entrada cogí mi chaqueta negra, en los bolsillos guardé la libreta y cogí las llaves para salir sin decir nada.

-¿A dónde vas, cariño?

-Ha despejarme un poco, ahora vuelvo.

-¿Tienes dinero o te doy? Para que puedas comprarte algo.

-Tengo, no te preocupes. -dije ya desde la entrada de fuera, justo después dí un portazo por la desesperación de cruzar hasta la casa de en frente y hablar con el vecino.

Pero... ¿Que le iba a decir?

<<Hola, señor Brown, ¿tiene que ver algo con la desaparición y muerte de mi madre, Emma Snake? >>

Pero aún así, decidí hacer caso a mi instinto que se me había inculcado desde pequeña, aunque a veces lo llegaba a odiar por lo odiado que resultaba en todo el vecindario y pueblo en general, en sí, el apellido ya era odiado.

Toqué la puerta una vez.

Dos veces.

Tres.

Y cuando me iba a dar la vuelta para irme  alguien abrió.

-Hola Rue, ¿que te trae por aquí? -el hijo de los Brown, Jacob, preguntó con una sonrisa.

-Hola Jacob, bueno, ¿está tu padre?

-Hmm, sí... -respondió confuso-. Pero, ¿por qué buscas a mi padre?

-Tengo que preguntarle algo sobre... ¿Puedes decirle que venga y ya?

-Sí. -respondió seco, seguro por no escuchar una respuesta a su pregunta o por mi tono cortante, o ambas.

"Si no quieres dar explicaciones sobre algo tuyo, no las des, si es necesario ser borde, adelante" Otra de las enseñanzas de mi madre.

Pocos segundos después, apareció en la puerta el señor Brown.

-Snake, ¿que hace ahí? Adelante, pasa.

Asentí con una sonrisa y entré. Después de darme la vuelta hacia mi casa. Se me revolvió el estómago al ver la cara seria e intimidante de mi tía desde la ventana mirándome fijamente.

DENTRO DE LA MENTE DE RUE SNAKE [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora