SUPERIOR - Douma × Akaza +18

7°

Akaza suspiró mirando al cielo estrellado, hoy se lo había pasado especialmente bien combatiendo contra varios Kinoe. Una pena que ninguno de ellos aceptase su propuesta de convertirse en demonio. Estaba distraído cuando escuchó unas risas que lo hicieron saltar a un árbol para espiar de dónde venían.

Ah, son ellas... - Akaza se apoyó en la rama del árbol mirando curioso a las chicas con las que Doma y él se habían acostado. El bosque en el que se ocultaba no estaba lejos de su templo así que era normal que de vez en cuando se encontrase con algunos de sus seguidores.

Al menos el idiota había cumplido su palabra de no comerse a ninguna. El mayor sonrió tontamente viéndolas jugar con el agua en el lago, por un momento se le ocurrió que quizás estaría bien saludar pero decidió que no, mejor solo escucharía.

¿No os parece que Doma-san está raro desde que su novio se fue? no ha querido que volvamos a acostarnos desde entonces - dijo una de ellas sentándose en el suelo. El mayor comenzó a prestar más atención a la conversación, Doma les había dicho que era su novio mintiendo descaradamente.
Akaza susurró - no éramos novios...
Bueno, era muy mono y tenía buen cuerpo. Es normal que si no lo ha vuelto a ver esté triste, yo también lo estaría si perdiese a un chico tan guapo - Akaza se sonrojó escuchándola.
No, Doma-san nunca está triste, pero igualmente es raro que no haya querido volver a acostarse con nosotras en tanto tiempo. Se nota mucho que de verdad lo quería y por eso no quiere tener sexo con nadie más - los oídos de Akaza ardieron ante sus palabras, ¿Doma queriéndole? eso es imposible, Doma no quiere a nadie que no sea él mismo.

Akaza suspiró y llevó su mano a su corazón sintiendo cómo se le aceleraba al pensar en Doma. Sentía una mezcla entre tristeza y odio, aún se preguntaba a sí mismo por qué no lo mató en la batalla a muerte, aunque inconscientemente sabía perfectamente la respuesta. Le dolía el corazón solo de pensarlo.

Tras unos segundos pensándolo saltó entre los árboles hasta llegar al templo de Doma, entró por una ventana sin hacer ruido y caminó por los pasillos cuidando que nadie lo viese. Se dirigió a su habitación y abrió la puerta con mucha lentitud para no ser escuchado, aunque dentro no había nadie. No supo si sentirse aliviado o decepcionado. Suspiró con pesadez y miró sus manos crujiéndose los dedos.

¡Akaza~! - las manos de Doma rodeándolo por la cadera lo hicieron sobresaltarse para girarse y partirle la mandíbula. Doma escupió sangre echándose un poco atrás y tocándose la barbilla para regenerarse - ¡buen golpe!
¡Imbécil! - gritó alterado, odiaba que Doma pudiese ocultar tan bien su presencia.
¿Qué haces aquí? ¿me echabas de menos? - preguntó sonriendo haciendo que Akaza frunciera el ceño - te queda bien el dos, pero me gustabas más cuando tenías el tres.
Pues te jodes - Doma se echó a reír mientras Akaza lo miraba con asco.

Doma dejó de reír para mirar fijamente al mayor, no muy serio pero tampoco con la sonrisa de gilipollas de siempre haciendo que Akaza lo mirase extrañado. Lentamente el menor se fue acercando a él haciendo que Akaza retrocediese hasta tropezar con la cama y caer sobre ella.

¿Entonces sí me has echado de menos? - Akaza negó con la cabeza nervioso apoyándose sobre sus codos, Doma rápidamente se puso sobre él y se acercó a su cuello besándolo con hambre. Akaza puso sus manos sobre sus hombros intentando alejarlo de él.
N-no hagas eso, para - Doma rió levemente en su cuello mientras lo acariciaba con sus labios.
Yo sí te he echado mucho de menos - Akaza dejó de empujarlo al escucharlo, su voz sonaba tan suave y genuina que no pudo evitar dejar que siguiese besándolo a la vez que su pulso se aceleraba. Doma sonrió al notar que no lo rechazaba, siguió atendiéndolo lentamente y cariñosamente - ¿puedo morderte?
¿M-morderme? - preguntó con voz temblorosa encogiendo los hombros para que Doma no tuviese acceso a su cuello, ¿de verdad estaba pidiéndole eso?
Nunca me he comido a un demonio, no sé a qué saben - Doma acarició sus muslos y alzó la mirada encontrándose con los ojos del mayor que lo veía con desconfianza - tienes una pinta deliciosa, quiero probarte. Solo un mordisquito.