7장

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Resultó ser que Jungkook no solo tenía a esa tan Ottakun como empleadora, mucho menos que era a la única a la que le debía. Y, no era porque a él le gustase hacer el trabajo ―que lo repitió muchas veces negándolo―, sino que lo hacía porque en cierta manera, de no ser porque yo había sido adoptada, también hubiera tenido que hacer lo que él hacía para sobrevivir. 

Ser un híbrido, en el mundo en el que estábamos, no era nada fácil. En cierta manera éramos discriminados por los demás demonios porque teníamos sangre de lo que ellos más "odiaban" en la vida. 

Su padre lo abandonó a su suerte cuando era un niño, hace muchos años de esto, quiero decir. Técnicamente a su suerte en uno de los pueblos en donde más personas malas había. Su madre falleció dándolo a luz, así que no había nadie quién cuidara de él. Su padre solo se encargó de darle de comer cuando bebé y cuando pudo valerse por sí mismo, lo dejó a su suerte. 

―No sabes las cosas que los humanos pueden llegar a desear cuando les dices que eres demonio. Son demasiado ingénuos, pero a la vez, demasiado malévolos. Casi como si ellos fueran los demonios ―dijo. 

Me daba lástima. 

Quiero decir, yo no tuve la fortuna de haber sido criada como él. A mí sí me querían en el lugar donde estaba. No podía imaginarme estar en sus zapatos. Hasta cierto punto, entendía porqué hacía lo que hacía. 

―No busco tu lástima, idiota ―se quejaba siempre que pensaba en ello. Pero no podía evitarlo. 

Se veía tan solo, tan vulnerable. Incluso, podría jurar que este tiempo es cuando más relajado estaba, porque no tenía que cuidarse la espalda todo el tiempo. 

Aunque claro, esto se debía a que su cuerpo se encontraba en otro lugar y solo su alma estaba pegada a mí como lapa. 

―Pero, ¿no temes porque algo malo me pase? ―le pregunté una noche que estábamos en mi habitación. 

―Si tú mueres, yo regresaré a mi cuerpo. Dónde quiera que esté. 

Algo dentro de mí me decía que en realidad eso no era lo que pasaría. No sabría cómo decirlo, pero, desde que había despertado y que Jungkook estaba pegado a mí, sentía algo diferente en mi cuerpo. Como si hubiera otra persona. 

Luego de un par de días en donde Jin y los demás se habían asegurado de buscar la información pertinente, para el "trabajo" que el padre de Jungkook nos había encomendado, ellos regresaron. Yo había estado entrenando por la tarde, tenía el cuerpo sudado y agotado. Había pasado la tarde ignorando los comentarios que Jungkook hacía hacia mi entrenamiento y mi cuerpo. A veces era desagrdable. 

―Pues vale, hemos hecho que nos metan en una de sus fiestas ―mencionó Jin cuando nos encontramos en la cocina. 

―¿Tú has ido a sus fiestas? ―le pregunté a Jungkook, quien descansaba sobre la encimera con los brazos cruzados, a un lado de mí. Se veía un poco... distante. Pensativo.

―Claro que sí. Y no me parece un buen lugar al que debas ir ―alcé en alto una ceja, sin entender a qué se debía ese comentario. Hasta cierto punto era un poco frustrante cómo es que él podía saber mis pensamientos, pero yo no sabía los suyos ―. Ella es... un demonio especial. Un poco sucia a la hora de satisfacer sus necesidades demoniacas. 

A la hora de comer humanos, era lo que significaba aquella oración. 

Sonreí de lado ―. Soy una caza demonios, Jungkook, no hay nada que pueda asustarme. 

Para mi mala suerte, la demonio era despreciable. Yo sabía que existían demonios con tan poco cariño o respeto por la raza humana, pero nunca me imaginé que tendría la mala suerte de encontrarme con alguna de ellos, o peor aún, que tendría que acercarme a ella para matarla. 

Sin mencionar que Jungkook no era de mucha ayuda, pues siempre decía que no había necesidad de hacer esto, que podían encontrar otra manera para que su padre nos diera las respuestas que necesitábamos. 

Ya estamos aquí, ¿qué más podemos hacer? ―bramé en molestia cuando su actitud me estaba poniendo más nerviosa de lo normal. 

Él no dijo más acerca del tema, o mencionó algo fuera de cosas como: aléjate de él, o, no mires en su dirección, se darán cuenta que eres una cazadora. 

Dentro de la mansión, solo entré yo. Era obvio que tres cazadores no podrían pasar por el guardia que había en la puerta. Pero, yo, al tener sangre demoniaca sí que podía. Jin objetó demasiado sobre eso, pero Jungkook aseguró que era la única manera. 

Además, claro, tenía que llamar la atención de la demonio. Jungkook había sido demasido especial al momento de escoger mi ropa para la ocasión y si bien me había negado por completo, en un inicio, Jimin argumentó que con jeans y una sudadera no llamaría la atención ni aunque fuera una cazadora. 

Caminaba con cuidado entre las personas que estaban ahí e intenté ignorar el modo en que la falda que estaba usando, se subía con cada paso que daba. 

―No estás demostrando nada, tonta, que igual no tienes nada qué mostrar ―se burló Jungkook cuando se percató que me bajaba la falda por octava vez ―. Quédate aquí, no tarda en bajar de su habitación. 

¿Realmente sabes su itinerario?  ―pregunté con burla. 

―No voy a contarte mi relación con ella ―se negó sin mirarme fijamente a la cara. 

Hice un pequeño mohín con mis labios ―. Qué aburrido. 

Jungkook ignoró mi comentario y paseó sus ojos por nuestro alrededor, obligándome a hacer lo mismo. El lugar no era tan grotesco, o por lo menos no lo era a primera estancia, gracias a que las luces de neón y la oscuridad ayudaban a que esconder lo que los demonios hacían. El olor a sangre era fuerte, podía diferencia entre sangre humana y no humana. Así que me daba una idea de qué tipo de criaturas estaban aquí presentes. 

―Mestiza ―la voz ronca de alguien me hizo darme media vuelta. Solo para darme cuenta que se trataba de un demonio superior. Lo sabía por el olor de su sangre ―. ¿Qué hace un tipo como tú aquí? 

Namjoon  ―dijo Jungkook de manera tensa ―. No hables mucho con él, es uno de los amantes de Ottakun. 

Sus palabras me pusieron un poco alerta, pero no quería llamar la atención del demonio frente a mí, así que solo intenté ser amable. 

―He escuchado que los banquetes aquí son cosas que debes experimentar una vez en tu vida. 

Los ojos del tal Namjoon me escaneraron, no pude pasar por alto el cómo me estaba comiendo con la mirada. Mis instintos me decían que tenía que poner los ojos en blanco o una mueca de asco, solo que la voz de Jungkook me decía que tenía que mantener mi expresión en blanco. 

―Nunca te había visto. ¿De quién eres hija? 

Abrí la boca para decir el nombre de mi padre, del demonio a quien nunca conocí pero que sabía que era alguien importante. O por lo menos en su momento. Solo que fui interrumpida cuando alguien llamó al demonio frente a mí y pronto pude ver a una mujer majestuosa. Con una vata que presumía ser de la seda más suave y que apenas le cubría lo necesario. 

No pasó mucho tiempo antes de notar que sus ojos caían sobre mi cuerpo, y la sonrisa que anteriormente tenía en los labios color carmesí; se borró por completo. Solo para ser remplazada con una mueca de cabreo. 

―¿Qué habéis hecho con Jungkook? ―demandó, colocando su mano sobre mi cuello, enterrando sus afiladas uñas sobre mi piel. 

Por un momento miré a Jungkook, quien se encontraba a mi lado. Con la mandíbula apretada y el entrecejo fruncido. Parecía que se sentía impotente, ¿se estaría sintiendo así porque Ottakun me estaba lastimando? 


Eyes on fire | ʲᵘⁿᵍᵏᵒᵒᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora