📚𝗅𝗅 40

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Capitulo 40// "Alice Pettigrew"

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Capitulo 40// "Alice Pettigrew"


—Y creo que podemos prescindir de la sangre sucia —dijo Bellatrix—. Puedes llevártela si quieres, Greyback.

—¡NOOOOO!

Cuando Ron irrumpió en el salón, Bellatrix se dio la vuelta sobresaltada y lo apuntó con la varita.

¡Avada Keda...

¡Crucio!—gritó una chica con odio en su voz y la bruja callo retorciéndose de dolor, pero reía.

Alice miro a su alrededor, observando lo lastimado que estaban Ron y Harry, dirigió su mirada a Hermione y observó la herida en su brazo que Bellatrix había hecho. Volteó la mirada hacía la chimenea, y lo observó; Sirius estaba incado de rodillas, mientras Greyback lo apretaba del cuello acercándose más a él.

¡Crucio!—grito e hizo una mueca de dolor al observar a sirius caer al suelo.

Alice cogió la varita de Bellatrix y se la tiró a Harry, quien gritó «¡Desmaius!» y Lucius Malfoy cayó al fuego de la chimenea. Al momento llegaron los chicos a su lado.

—¡Detengánse o la matare!

Bellatrix tenía agarrada a Hermione, que parecía inconsciente, y amenazaba con clavarle el puñal en el cuello.

—Suelten las varitas —espetó la Bellatrix—. ¡Sueltenlas, o comprobaremos lo sucia que tiene la sangre esta desgraciada!

Ron y Harry permanecieron inmóviles y se aferraban a la varita de Colagusano y Bellatrix, Alice se posiciono al lado de los chicos sin soltar soltar su varita.

—¡Oh!—exclamó con falsa alegría la bruja—Miren nada más quien está aquí, la hermanita de Colagusano...¿Dónde está por cierto?, Sería buen momento para que observará a su querida hermana morir...

—Esta muerto—espeto Harry observando como Alice ni siquiera se sorprendió si no que alzó aún más su varita.

—¡He dicho que las sueltes! —chilló ella, e hincó la punta del puñal en el cuello de Hermione, del que salieron unas gotas de sangre.

—¡Está bien, está bien, de acuerdo! —gritó Alice, y dejó caer la varita junto a sus pies. Ron y Harry hicieron otro tanto y ambos levantaron las manos.

—¡Muy bien! —dijo Bellatrix mirándolos con ensañamiento—. ¡Recógelas, Draco! ¡El Señor Tenebroso está a punto de llegar, Harry Potter! ¡Se acerca tu hora!

Harry lo sabía; tenía la impresión de que la cabeza iba a estallarle, y mientras tanto veía a Voldemort surscando el cielo, sobrevolando un mar oscuro y tempestuoso; pronto estaría lo bastante cerca para aparecerse, y a él no se le ocurría ninguna forma de escapar.

—Y ahora —añadió Bellatrix en voz baja mientras Draco volvía con las varitas—, Cissy, creo que deberíamos atar de nuevo a estos pequeños héroes y a Pettigrew y respecto a nuestro querido primo, creo que es bueno que Potter le de un último adiós, mientras el hombre lobo se encarga de la señorita Sangre Sucia. Estoy segura de que al Señor Tenebroso no le importará que te quedes con la chica, Greyback, después de lo que has hecho esta noche.

Justo cuando Bellatrix pronunció «noche» se oyó un extraño chirrido proveniente del techo. Todos miraron hacia arriba y vieron temblar la araña de cristal; entonces, con un crujido y un amenazador tintineo, ésta se desprendió del techo. Bellatrix, que se hallaba justo debajo, soltó a Hermione dando un chillido y se lanzó hacia un lado, al mismo tiempo, Ron se lanzó encima de Hermione, cubriéndola. Alice había aprovechado para acercarse rápidamente a Sirius, tomándolo consigo, observando a unos cuantos centímetros como Narcissa le enviaba una mirada suplicante.

El artefacto cayó. Relucientes fragmentos de cristal volaron en todas direcciones y Alice hizo una mueca de dolor al sentir cristales en su rostro, ocasionando que varios cortes se hicieran es está.

Ron y Harry aprovecharon la oportunidad: saltaron por encima de una butaca y le arrebataron las cuatro varitas a Draco; apuntaron con todas a Greyback y a lucius y gritaron: «¡Desmaius!» Alcanzado por el cuádruple hechizo, el hombre lobo y Lucius se elevaron hasta el techo y luego cayeron al suelo.

Mientras Narcisa arrastraba a Draco para ponerlo a cubierto, Bellatrix, con el pelo alborotado, se puso en pie empuñando el puñal de plata. De pronto Narcisa apuntó con su varita al umbral de la puerta.

—¡Dobby! —gritó, y hasta Bellatrix se quedó paralizada—. ¡Tú! ¿Has sido tú el que ha soltado la araña de…?

El pequeño elfo entró trotando en la habitación, señalando con un tembloroso dedo a su antigua dueña.

—¡No le haga daño a Harry Potter! —chilló.

—¡Mátalo, Cissy! —bramó Bellatrix, pero se oyó otro fuerte «¡crac!», y la varita de Narcisa también saltó por los aires y fue a parar al extremo opuesto del salón0—¡Maldito payaso! —rugió Bellatrix—. ¿Cómo te atreves a quitarle la varita a una bruja? ¿Cómo te atreves a desafiar a tus amos?

—¡Dobby no tiene amos! —replicó el elfo—. ¡Dobby es un elfo libre, y Dobby ha venido a salvar a Harry Potter y sus amigos!

Harry apenas veía de dolor. Sabía, intuía, que sólo disponían de unos segundos antes de que llegara Voldemort.

—Estarás bien, Sirius. Estarás bien—le susurraba la rubia adolorida hacia Ron y el elfo.

Harry levantó al duende, que todavía no había soltado la espada, y se lo cargó al hombro; a continuación, le dio la mano a Dobby, y Alice sintió como se sobregiraban así mismo y se desaparecían.

Mientras se sumía en la oscuridad, vio el salón por última vez: las pálidas e inmóviles figuras de Narcisa y Draco, el rastro rojizo del cabello de Ron, la borrosa línea plateada del puñal de Bellatrix, que cruzaba la habitación hacia el sitio de donde estaban esfumándose…











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