CHAPTER FOUR

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Alois Trancy

—¿En serio cree que la señorita (T/n) Phantomhive lo ama? No me haga reír —la brutalidad de sus palabras se clavaban directas en mi corazón.

—¡Ella lo ha dicho! ¡Nos vamos a casar!

—¿Por amor? ¿O porque le conviene su fortuna y posición social? Que no se haya dado cuenta antes me hace pensar en lo ingenuo que es.

—¡Claude, cállate ya! —le grité.

—Piénselo, si le pusiera delante a otro conde rico, lo elegiría antes que a usted, y ni siquiera dudaría. Es una mujer bella, encontrará más pretendientes y usted no podrá impedirlo. ¿Cree que un anillo los va a unir para siempre? Incluso es mayor que usted.

—¡Silencio, silencio, silencio!

—No se lo dije yo, pero la señorita se besó con el mayordomo de su hermano en la carroza, justo después de mentirle diciendo que lo ama —finalizó, marchándose sin disculparse.

—Desaparece de mi vista —mandé—. ¡No quiero volver a verte! ¡Es una orden!

Yes, your Highness.

Y desapareció. Me tumbé en la cama, me tapé con las cobijas y no pude evitar llorar sin consuelo. Un par de horas más tarde, Hannah entró en mi habitación.

—Señorito, ¿se encuentra bien? —retiró la cobija, dejando ver mis ojos hinchados y mi rostro rojo—. ¿Qué le ocurre? —se sentó a mi lado.

—Es Claude... —susurré—. Dice que (T/n) no me quiere de verdad y que me cambiaría por cualquier otro conde... —sollocé.

—Puede lastimarme como hace siempre si eso calma a su corazón —ofreció.

—No, a ella no le gusta que te haga daño...

—Ya veo —sonrió y pasó su mano por mi cabello para peinarlo hacia atrás—. ¿Le parece si le hacemos una visita a la señorita? ¿Eso lo haría sentirse mejor?

—¡Es una idea genial! ¡Muy bien, Hannah! —exclamé.

Hannah

—¡Es una idea genial! ¡Muy bien, Hannah! —exclamó el señorito.

Me sorprendió que me elogiara, pero no fue lo que más sorprendida me dejó. Después de decir eso, me abrazó y...

—Gracias —murmuró en voz baja.

Lo rodeé con mis brazos de forma protectora. Su calidez me recordaba a... Luka...

—Le diré a los trillizos que preparen su carruaje, señorito. ¿Quiere que le cambie de ropa o prefiere tomar un baño antes?

—Tomaré un baño, y no te preocupes, me vestiré yo mismo —sonrió.

—Me alegra que se sienta mejor.

En cuanto entró al baño, fui en busca de los trillizos.

—Thompson, prepara el carruaje —mandé.

—Sí, señorita Hannah.

—Timber, tú lleva esto a la mansión Phantomhive con urgencia —le entregué un sobre con el sello de la familia Trancy.

—Sí, señorita Hannah.

—Y, Cantaembury, tú ata los caballos.

—Sí, señorita Hannah.

Ciel Phantomhive

—¿Y (T/n)? No la he visto en todo el día, ni siquiera a la hora del té.

—Se lo llevé a su habitación, dijo que no le apetecía salir —explicó Sebastian.

—¿Le ocurre algo? —me levanté—. Si ese rubio oxigenado le ha hecho algo, juro que lo mataré yo mismo.

Emprendí camino hacia su cuarto. Abrí la puerta sin tocar antes y la encontré sentada en su cama. Cientos de cartas con caligrafía poco practicada por todo el suelo y las colchas. Ella las miraba emocionada y apretaba una libreta con portada de flores contra su pecho.

—Hermana.

—¡Ciel! —rápidamente escondió la carta que estaba leyendo y la libreta bajo su almohada—. Debes aprender a tocar.

Sus mejillas eran completos tomates de lo roja que estaba.

—¿Interrumpo algo?

—¡Ah! —comenzó a recoger todos los folios escritos y meterlos bajo la cama—. Disculpa el desorden. Bueno, ¿necesitas algo?

—No has salido de aquí en todo el día. ¿Hay algún problema? —me senté a su lado.

—En absoluto —desvió la mirada.

—¿Te sientes mal? ¿Hay algo que te molesta? ¿Es alguien? Puedo encargarme de él.

—Ciel, yo soy la hermana mayor, las preocupaciones debo tenerlas yo únicamente. Debo lidiar con tus problemas y con los míos. Volviendo al tema, nada de que pensar. Estoy bien, en forma, con buena salud y en perfecto estado. Como una rosa.

—Pero la rosa está marchita si no es feliz.. ¿Lo eres, hermana?

—¿Tú sí, Ciel?

—No del todo.

—¿Es por Lizzy? —me preguntó.

—Vaya... A parte de condesa vales para adivina —intenté sonreír para ella.

—Ya tengo prometido —confesó.

—¿Son sus cartas? —apunté a su almohada. Ella asintió.

—Puedes romper el tuyo, Ciel.

—¿Lo quieres?

—Es lo tercero más importante para mí.

—Supongo que la comida y las series japonesas son las dos primeras —bromeé.

Me lanzó una mirada furtiva y negó varias veces.

—Lo primero eres tú y lo segundo Sebastian —apretó mis mejillas y me plantó un beso cariñoso en la frente—. Te quiero mucho, cuídate y deja de preocuparte, ¿sí?

La abracé. Obviamente aproveché la oportunidad y cogí la libreta.

—Me tengo que ir. Duerme un poco, una siesta te vendría bien, hermana.

Y me fui sin que se diera cuenta de que me había llevado su pertenencia.

Lady Trancy [Alois Trancy x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora