El ojo celeste.

5 0 0
                                    


Una mañana en el gran castillo real, desde una de las tantas habitaciones se escuchaba quejido tras quejido, grito tras grito y maldición tras maldición.

Ese día era importante, el príncipe tendría una fiesta, donde millones de personas irían. Solo a verlo a él.

A mí, me refiero a mi. Yo soy el príncipe, que maldición ser el príncipe en estos momentos.

Llevo despierto desde las cinco de la mañana, parado frente a los espejos, que miden mi cintura, que la cadera, que el brazo, la pierna, Dios, hasta la cabeza. Y yo lo único que hago es tratar de no quedarme dormido o iniciar una guerra... Odio despertarme temprano, y además por una fiesta.

—¿Es necesario hacer todo este alboroto? La fiesta no va a ser hasta mil horas después... —Dije, rodando los ojos, suspirando exasperado, sentía mis ojos hinchados por la falta de sueño.

—Principe, sus padres indicaron que está fiesta tenía que ser perfecta. Después de todo... Aún no encuentra a su pareja, está un poco... Atrasado, piensan ellos.

Fruncí el ceño. Maldito amor.

Soy hijo único, por lo tanto soy el único heredero del trono, razón por la que mis padres están tan desesperados de que su hijo encuentre a un enamorado. Sin embargo, a mi me vale mierda. Tengo sueño, no puedo pensar en matrimonios o romance, solo en mi cama y lo feliz que sería en ella ahora. Tal vez pensaré en el amor más tarde, ahora quiero dormir.

...

Es la hora, en cualquier momento los primeros invitados llegan... ¡¿Por qué Dios me hizo príncipe heredero?!

Voy a morir.

—Van a haber chicos lindos... —Me paseaba de un lado a otro, jugueteando con mi ropa, mi corazón iba a estallar.

—Eres el príncipe, no tienes nada de que preocuparte —Ares se encogió de hombros, rodando los ojos.

Ares es un príncipe de un reino amigo, entonces es mi amigo desde que somos niños.

—No es solo eso, es mucha presión ¡¿Y si me caigo?! Sería lo peor ¡Odio las fiestas! —¡¿Acaso no veía que podía quedar en ridículo, en un país entero, en el mundo entero?!

—Calma, todo va salir bien, créeme —Me agarro del hombro en un fallido intento de calmarme.

—Bien... —Menti.

—Solo se tú, eres lindo todos van a caer a tus pies. Todos los hombres que vendrán será porque quieren casarse contigo.

—¡Cállate, eso no ayuda!

...

Ya era la hora, ¡Ya era la hora! Sentia que iba a desmayarse o que iba a vomitar ¿¡Y si vomita en frente de todos!? Esto sin duda es un mal augurio...

O tal vez solo estaba siendo dramático. Sí, lo más seguro.

—¡Atención, por favor! Les presento a nuestro querido príncipe, Sam Keaton.

Todos dirigieron su vista hacia las largas escaleras.

Ahí se encontraba el famoso príncipe del que tanto se hablaba, vestía una camisa blanca con un corsé celeste encima, unos pantalones cortos celestes y unas botas blancas que llegaban un poco más abajo de las rodillas, tenía una «capa» lisa de un celeste brillante y en su pelo tenía una flor del mismo color.

El príncipe bajo las escaleras lentamente, aunque estuviera nervioso por dentro, por fuera era algo celestial para sus espectadores.

—¿Ese es el príncipe?

El ojo celeste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora