Primera parte.

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La música sonaba fuerte por los altavoces del lugar, las luces estridentes iluminaban las caderas que se movían unas contra otras al ritmo de la canción y el humo lo inundaba todo. No sabía si era por el ambiente o porque ya iba por la segunda botella de vodka, pero Catalina se sentía como la protagonista de una serie de adolescentes que está a punto de conocer al amor de su vida.

Jimin estaba detrás suyo, tomaba sus caderas y se movía al tiempo que ella. Cualquier persona externa hubiera pensado que eran pareja, precisamente esa era la idea, pero el chico de labios gruesos tenía otro tipo de inclinaciones. Apreciaba la compañía de una mujer pero, en el aspecto sexual y romántico, siempre preferiría a los hombres.

Sin embargo, fingían ser pareja cuando salían para no tener situaciones incómodas o peligrosas, pues si en ese país tercermundista abundaba algo eso eran los intolerantes y los machistas.

Catalina se volteó a ver a Jimin en el momento justo en el que la canción cambiaba, Me Rehúso de Danny Ocean empezó a sonar y ambos chicos cantaban a todo pulmón mientras se terminaban la botella de licor.

Los extranjeros se sorprenderían de la buena terapia que es perrear con ganas.

Pasó casi una hora cuando la botella finalmente quedó vacía, eran las tres de la mañana e iban a cerrar el bar, cosa que Jimin y Catalina agradecieron porque de no ser así seguirían gastando la plata como si fueran millonarios. Además, ya estaban bastante ebrios y ninguno de los dos tenía idea de cómo iban a llegar a casa.

Salieron del establecimiento y Catalina sacó el celular para pedir un Uber, con la vista borrosa e intentando mantener el equilibrio pudo ingresar la dirección. Ahora solo les quedaba esperar a que el auto llegara.

Le estaba avisando a su hermano que ya iban en camino cuando sintió la mano de Jimin en su cadera y el cuerpo pegado a su espalda.

—¿Pasa algo? Ya pedí el carro, no creo que demore en llegar.

No le dio mucha importancia a la acción puesto que solían tenerse mucha confianza, solo que ésta vez sentía cierta presión en su cola.

—Jimin, dame espacio, creo que estás teniendo cierto... Problema.

No recibió respuesta alguna, el chico tampoco se separó.

—¡Jimin! ¿Qué put...?

Catalina finalmente se giró para empujar al chico y se calló de golpe. Ese no era Jimin.

El hombre era alto, tenía una piel ligeramente morena y labios rojos con forma de corazón. En cualquier otro contexto le hubiera parecido atractivo, a pesar de la ropa extremadamente ancha que estaba usando, de no ser porque tenía una navaja apuntándole al abdomen, a escasos centímetros de apuñalarla.

—Quieta bonita, no querrás que sea peor, ¿O sí?

Con el miedo inundando sus venas busco a Jimin con la mirada, lista para pedirle ayuda. Sin embargo, el chico tampoco estaba en una buena situación. Otro hombre lo tenía sujeto por la cintura, en la posición en la que ella había estado unos segundos atrás, también tenía una navaja en la mano y la estaba presionando contra la espalda baja de su amigo.

Volvió a mirar a quien la sostenía mientras sentía como sus lágrimas comenzaban a escaparse.

—¿Q-Qué quie-quieren? -logró articular.

—No llores linda. —respondió mientras limpiaba una de sus lágrimas con la mano que no sostenía la navaja. —Solo dame tu celular y el dinero que tengas. Si lo haces, no les pasará nada.

—N-no por favor, es lo único que tenemos para volver a casa, no pode-

El chico tomó sus mejillas y las apretó con fuerza, aunque no la necesaria como para hacerle daño.

—No me interesa si tienen que irse caminando de aquí al Himalaya, ya dije lo que quiero y me lo vas a dar ahora. —dijo haciendo énfasis en la última palabra.

Catalina le entregó su celular con las manos temblorosas y luego le dio el dinero que traía en el bolso. Era lo único que tenían para pagar el Uber, pero si no lo entregaba lo único que volvería serían sus almas.

El ladrón guardó todo lo que le dio en el bolso que tenía en el pecho, luego aseguró su navaja y la metió en uno de los bolsillos de su pantalón. Cuando hubo terminado volvió a mirarla y le sonrió.

—Eres bastante linda, ¿sabes? Si nos hubiéramos conocido en otro momento, te invitaría a comer salchipapas en el barrio. —se quedó pensando por un momento. —¿Te puedo dar un beso?

—¿Qu-Qué? ¿Un beso?

¿Acaso este era el nuevo procedimiento de un robo? ¿O el humo del club tenía algo más happy en él?

—Sí, un beso. Es básicamente poner los labios de una persona en los de la otra. Si se pone intenso hay lengua y manoseos.

¿Ya estaba con San Pedro o que putas estaba pasando?

—Yo... Yo...

—¿Sabes qué? Te voy a dar un beso y luego me perdonas, ¿Va? Porque de aquí a que te decidas llega la policía y nos atrapa a Suga y a mí.

No pudo ni responder cuando ya tenía los labios del contrario sobre los suyos. Eran sorprendentemente cálidos y suaves. Tan deliciosos que casi olvida que estaba besando al ladrón que acababa de robarla.

—Hoba tenemos que irnos. —interrumpió su cómplice.

—Aish. Ni modo, te veo luego, preciosa.

Y se fueron.

Catalina rápidamente fue hacia Jimin para asegurarse de que estuviera bien, no encontró nada más que a su amigo sonrojado y con una... ¿Erección?

Al final, el Uber los llevó a la casa, no sin antes ir a la policía a poner la denuncia, su hermano pagó la cuenta y ellos se fueron a dormir sin dejar de pensar en los acontecimientos recientes y en los particulares protagonistas de estos.


Mama, I'm in love with a criminal. And this type of love isn't rational it's physical. 

ᴄʀɪᴍɪɴᴀʟWhere stories live. Discover now