El frío en el alba lo amarraba en una prisión de su propia somnoliencia en el que no estaba interesado por escapar. Muchas almas rogarían tener su vida pero Ansel tenía un conflicto con eso.
Se despertó en un crucero a media tormenta y siguió su corta travesía para hallar una salida que evite su ahogamiento. Las cruces en las paredes acompañaban sus pasos como si tuvieran ojos nocturnos, y los tonos helados y sin color le dieron la impresión de estar a la deriva.
Llegó a la cocina y tomó dos vasos de agua, tanto llorar deja sediento a cualquiera.
A través del vidrio de la ventana el chico miraba los campos de la ciudad, que en ese entonces no eran verdes sino turquesas por la hora. Hubo un pensamiento errático que cruzó por su mente y fue desechado a la misma velocidad que llegó.
Había cosas más importantes que el amor, como intentar matar el amor.
Siete con cincuenta y nueve, fue la hora exacta en la que la tetera hervía a punto de explotar antes de ser apagada. El muchacho removía los chicharos en su plato con aburrimiento, su madre tampoco aportaba mucho en su vida mas que ignorarlo y acercársele sólo para reprenderlo, por otra parte su papá estaba demasiado ocupado como para brindarle el suficiente apoyo que le intentaba dar.
Con eso en la cabeza simplemente suspiró y dejó que el tiempo pasara a su curso, hasta que el llamado de la puerta lo interrumpió de su subconsciente.
Un hombre que aparentaba no muy lejos de los cuarenta pero con una voz de veinte años más, entró a la casa no sin antes saludar a su madre. Ansel miró un poco de reojo aunque no hubo suficiente motivación como para algo más.
Antes de avanzar en las clases, el niño se talló los ojos esperando que los aparentes mareos al levantarse desaparecieran.
—Ansel, saluda al señor Ezra.
—Buenos días.—Pronunció sin ganas al extenderle la mano.
—Igualmente.—En cambio el mayor le respondió con una sonrisa, como si le hubiera hecho gracia el tono del pequeño Bailey.—No sé si ya te habrán hablado de mi, pero de aquí en adelante yo seré tu maestro los lunes a jueves.
—¿Tendré más días de descanso?—Mas que un tono de pregunta fue uno de sorpresa.
—¡Pero porque no hay vacaciones, hijo!
—Oh...
—Exacto.
A la mujer le causó cierta ternura que expresó en una risa insonora, yéndose después a por unas cosas a la ciudad. El señor Ezra trabajaba dando clases personales a algunos niños y niñas, mayormente niñas, ya que le era más fácil de enseñar a estas; clases de piano, escritura, cocina y bordado. Para los padres de aquel siglo, todo aquello les daba mayor "valor" al objeto que veían en sus hijas.
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Red Prairie
ParanormalRed Prairie es una ciudad floreciente y encantadora, con encantadores edificios y encantadoras personas. La ciudad perfecta. Pero esta historia no abarca a Red Prairie del año actual, esto es Red Prairie del siglo diecinueve: Una pradera dividida en...