No me gusta cuando todos quieren encontrar oro.
No me gusta que toda la gente piense que solo una persona puede ser sobresaliente.
No me gusta que no se fijen en que los demás también sentimos y damos.
No me gusta que todos se fijen en el.No me gusta que no puedo dejar de mirarlo.
No puedo dejar de mirar sus ojos, su cabello con hilos dorados, su piel de porcelana y sus labios de cereza.
No puedo alejarme de él por más cerca que este, siempre quiero algo más.
No me gusta que todos te quieran porque significa que yo no podré tenerte a menos de que luche y yo no quiero luchar.Todo comienza hace dos semanas, las hojas de otoño cayendo a mi al rededor como piezas en su lugar, la brisa pegándome directamente a la cara, el frío convirtiendo mi nariz en el color del amor y mis manos quedándose quietas por miedo a no poderse mover jamás.
Un nuevo pueblo, mudarse de la gran ciudad no es fácil, toda la gente te ve como una citadina mimada que solo va de compras en un Porsche rosado.
Papá es el único que me protege, mi mamá se quedó con mi hermano después del divorcio, se rompió nuestro lazo dorado y se volvió cenizas que jamás podrán recolectar para reconstruir lo que teníamos.
Un pueblo pequeño donde toda la gente se conoce entre sí y solo hay dos escuelas de mi nivel para toda la población.Lo vi por primera vez el segundo día de mi nueva mudanza al pueblo de Keene, en New Hampshire. Su risa empalagosa inundó la cafetería local, le ayudaba una anciana a cargar las cajas para abastecer de productos el almacén. Entre al local buscando un pedazo de pastel y me termine encontrando un destino que no podría quitarme de encima.
Paso frente a mi, lo ignoré. Lo ignore pensando que jamás lo volvería a ver, pero resultó que iba en mi misma escuela, la misma clase, la misma hora. Coincidimos en el mismo momento del espacio tiempo.
Sonó la campana y nombraron su nombre, cuando se dirigió hacia el escritorio del profesor las chicas suspiraron por oler los tres litros de colonia varonil que traía impregnados en su persona.
Su nombre era Shawn, Shawn Mendes.
El chico al que nadie podía dejar de mirar se llamaba de una forma tan simple que resultaba ser majestuosa.
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