~Petrificada~

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Entre dos hombres finalmente golpearon lo suficiente a Hipo como para que ya no se resistiera más, ahora lo sujetaban fuertemente de sus brazos mientras lo arrastraban hacia una de sus recientes construcciones, acompañado de Chimuelo, inmóvil y atado de cola a cabeza.

El recorrido, según la poca conciencia que aún quedaba en el vikingo... fue sin duda alguna el momento más deshumanizante que jamás había vivido.

Los hombres alrededor se acumularon, reían, lo insultaban, en sus caras podía ver la crueldad, una satisfacción insana de verlo vulnerable.

Y entonces... de entre todos esos hombres surgió algo diferente, no sabía como con su debilidad, a punto de desmayarse, solo le hizo recobrar el aliento...

...Ella empujó sin mucho esfuerzo a dos tipos que le tapaban la vista, al igual que todos quería saber porque tanto escándalo, pero su mirada, a criterio de Hipo, era diferente.

Más que crueldad o indignación, Merida solo estaba petrificada, sus ojos se cruzaron y aferraron a este joven hombre, y su corazón se rompía al ver ese gran dragón, no sabía lo que sentía en su interior pero no era precisamente orgullo o satisfacción al verlos cautivos.

Su corazón comenzó a latir rápido, tal vez tenía un presentimiento, o no lograba asimilar que esta pobre criatura y el hombre vinieran con malas intenciones... algo muy en el fondo la hizo dudar, no sabía si eran sus ojos tan tristes, o los quejidos del reptil.

Estaba confundida, como si capturar al invasor tampoco fuera correcto, ¿en realidad era un invasor?... ¡pero si es un vikingo, claro que es un invasor!

~O al menos eso debía creer, según las conclusiones de personas no-vikingas, obviamente.~

Finalmente encerraron tanto a la criatura como al vikingo en un fuerte que ya estaba terminado, las estrechas jaulas en realidad las trajeron para los dragones, aunque un humano también podía caber allí.

~
El día concurrió normal después de ese acontecimiento, algunos solo por morbo deseaban entrar al recinto, ver a este ser humano enjaulado y a la enorme criatura, se divertirían con su nueva "adquisición" escupiéndole y golpeándolo con cosas, por ser un vikingo finalmente se vengarían por todas las veces en que batallaron con sus iguales.

Pero esto no era ético, y no estaba permitido de ninguna forma.
Solo el rey tendría derecho de entrar e interactuar con los cautivos, posiblemente dialogar con los otros lords después, y finalmente concluir en lo que esperaban los escoceses fuera una ejecución pública y un trofeo escamoso.

Pero para Merida, todo este tema no pudo salir fácilmente de su cabeza, ni siquiera al concluir los entrenamientos del día y sentarse a la mesa con los soldados y novatos, para merendar.

- Me duelen las costillas –se quejó uno de ellos.

- ¡Entonces muérete! –se burló otro, un hombre mucho más viejo, soldado de hace muchos años en Dingwall– Vaya día, ¿no lo creen? Nosotros entrenamos y sudamos como puercos en natividad, y capturamos a una repugnante bestia cruel e inmoral, ah si y a un dragón.

"Oh no, por favor, no toquen el tema, no ahora..." rodó los ojos la única mujer que estaba sentada con ellos, ya tenía suficiente con su consciencia, no quería oírlos hablar una y otra vez de esto.

- ¿Creen que el vikingo siga vivo? Nuestros colegas le dieron una buena paliza, ¡incluso les juro que lo vi cuando se le salió un ojo!

- ¡Mentiroso! No se le salió nada más que la roñosa dignidad, escuché a Lord Macintosh decir que a los vikingos les gusta sacarle las tripas a sus enemigos y comérselas... deberían hacerle lo mismo a este y sazonar a esa cosa que se hace llamar dragón.

Brave Dragons/Dragones Valientes Where stories live. Discover now